Xenofobia turística
Como si no bastara con la que está cayendo en el mundo del turismo, el comisario de la Marca España, Carlos Espinosa de los Monteros, penetra en profundidades ocultas hasta ahora y asegura en una entrevista publicada en El País el 16 de agosto que lo que existe detrás de la hostilidad al turismo es xenofobia. Ya tenemos la segunda fobia del verano. En la historia del turismo siempre ha existido algo de resentimiento cuando el turista era más rico que el local —lo natural— y algo de xenofobia cuando la relación se invertía y el local empieza a sentir que le arrebatan su espacio. Esto lo digo yo. El asunto puede dar juego.
El resto de las declaraciones constituyen un conjunto de disparates turísticos. Empecemos por señalar mi respeto tanto personal como profesional por Carlos Espinosa, que posee un exitoso currículo tanto en el ámbito público como en el privado, pero que navega en esto del turismo por mares para él desconocidos. Para empezar, la figura del alto comisionado para la marca España es innecesaria en lo que se refiere al turismo, pues ya existe una organización que se ocupa de ese asunto y en la que trabajan decenas de competentes funcionarios a través de una red de 32 Oficinas distribuidas por todo el mundo: Turespaña.
Empieza el comisionado declarando que “le da un poco de risa el cupo de 623.624 visitantes” fijado por Baleares. ¿Cómo saber quién es turista y quién no? ¿Cómo se ha llegado a esa cifra? Ni una en el blanco. El cupo por supuesto no se refiere a visitantes —recordemos que visitante es el que no pernocta—, ni siquiera a turistas, que sí lo hacen, sino a plazas turísticas de todo tipo y se corresponde con el parque actual de alojamientos legales, incluidas las 50.000 de la llamada bolsa turística, es decir, plazas legales pero no usadas actualmente por diversos motivos. No se distingue entre turista y no turista porque desde el momento en el que la persona se aloja fuera de su domicilio es un turista por definición de la OMT, y porque a efectos del cupo da lo mismo.
Si nos molestamos en echar mano de la calculadora, podemos fácilmente llegar a la conclusión de que multiplicando las camas por las noches del año no da más de 227 millones de posibles pernoctaciones. Es decir, cuatro veces más de las que tienen lugar actualmente, pero como no hay que usar la demagogia, dejémoslo en algo menos de la mitad, por eso de la estacionalidad entre otros motivos. Aun así, con la nueva ley hay capacidad para casi doblar el número de pernoctaciones, no parece ser una limitación muy fuerte al número de “visitantes”.
Indica a continuación que “solo la Isla de Mallorca tiene más camas que todo el Mediterráneo con la excepción de Francia e Italia”. A más de uno le habrán entrado escalofríos al leer esto. La realidad es que Mallorca pone actualmente en el mercado unas 300.000 plazas, es decir 200.000 menos que Grecia, siete veces menos que Turquía, el equivalente de Croacia más Chipre y bastante menos del 10% del total, por supuesto, sin contar a Francia o Italia.
Señala luego que el “objetivo —imaginamos que del Ministerio del ramo, aunque él no lo indica— está en Rusia, el Golfo Pérsico y China” y que los cien millones de turistas chinos pronto se convertirán en doscientos con un gasto medio que triplica al europeo y estancias más largas. Es decir, propone prestar menos atención a los mercados en los que somos líderes o segundos y centrarnos en otros en los que ocupamos la décima posición (Rusia) o más atrás de la vigésima, China. Mercados volátiles sometidos a oscilaciones imprevisibles (precio del petróleo en Rusia, problemas geoestratégicos, China).
Además, la mayoría de los chinos que viajan lo hacen a destinos vecinos y solamente cuatro millones vienen a Europa, que serán diez en pocos años, pero una gota de agua en el océano del turismo europeo. Y ni su gasto en España por persona es el triple ni su estancia es más larga. Y para más Inri, su destino favorito (Barcelona) está ya saturado durante gran parte del año, lo que nos lleva a la afirmación final: “Solo hay saturación durante 50 días al año y en pocos lugares”.
Eso era verdad hasta hace unos pocos años, pero la evolución está siendo tan rápida que en Ciutat Vella, o La Ramblas por poner dos ejemplos, entre muchos, cuando cuentan cincuenta días les salen doscientos.