Para Donald Trump la Casa Blanca es un plató de televisión y la presidencia de los USA es otro formato para su programa de televisión The Apprentice. La otra explicación podría ser que nadie le haya informado, o no haya entendido bien, que ganó las elecciones y ahora es un funcionario público, sujeto a las múltiples obligaciones que el ordenamiento jurídico impone a los servidores públicos para regular y controlar su ejercicio del poder.
Gobierna igual que presentaba su show televisivo para descubrir supuestos talentos empresariales. Todo lo que importa es el entretenimiento y el espectáculo, siempre a mayor gloria del líder, y cuando la cosa se pone fea se llama a alguno de los subalternos y se les espeta la misma frase que hizo famosa en la televisión: estás despedido.
Con la misma lógica de especulador que le permitió construir la Trump Tower y su imperio, el presidente americano no busca soluciones; rastrea, encuentra y ejecuta culpables y siempre tiene a mano un buen número de cabezas de turco a quien sacrificar ante la audiencia para quitarse los problemas y las responsabilidades de encima.
El último cordero sacrificado por el bien del share presidencial se llama Anthony Scaramucci, el director de comunicación cesado a los diez días de su nombramiento. Llegó al Despacho Oval a lo campeón, convencido de que lo iba a mandar todo, y acaba de descubrir que sólo era más carne para alimentar a la fiera del Trump Show: mientras comentamos cómo llama a la gente a su despacho para soltarle dramáticamente el clásico “you're fired”, nos distraemos de su manifiesta incapacidad como presidente y dejamos de hablar de su fracaso en los intentos para tumbar el Obamacare, sus problemas con Rusia y la Justicia o los negocios opacos y el nepotismo que acompañan a la familia Trump.
Y la audiencia aplaude encantada porque, en el fondo, es lo que ha votado y esperaba: un tipo que no sepa callarse, tenga sentido del espectáculo y les señale con claridad a los culpables de tanto desorden. Quien crea que haber echado en seis meses a ocho figuras clave de su gobierno debilita a Donald Trump no le conoce ni a él, ni a sus votantes.