En los últimos días existe un debate político-ideológico-cultural en torno a varios artistas. Por un lado el cartel anunciador del concierto de Zahara en Toledo, donde la cantante aparece vestida como la Virgen María y con un niño en brazos, simulando una madonna renacentista. Por otro, un tuit del cantante C. Tangana para promocionar su nueva canción ''Yate''. Con el texto ''YATE digo'' ha colgado una imagen suya rodeado de modelos en actitud provocativa en la cubierta de una embarcación.
El cartel de Zahara ha indignado a Vox, que lo ha considerado a un ataque a los sentimientos religiosos y, tras el correspondiente escándalo, ha acabado retirado. El tuit de Tangana también ha despertado indignación, en este caso entre feministas y sectores de izquierda, que lo han calificado de machista y casposo. Ya anteriormente, en 2019, a petición de Podemos, el PNV, al frente del Ayuntamiento de Bilbao, retiró de su programa de fiestas un concierto de Tangana por considerar sus letras machistas.
Es indiscutible que, sea cual sea el momento político y los temas que más preocupen a los ciudadanos, estos debates logran acaparar la actualidad política y mediática, anulando por completo otros temas de más urgencia social. Y también es indiscutible que, gracias a esas polémicas, los artistas logran una presencia en los medios de comunicación y una promoción excepcional sin coste alguno. Una publicidad que, si bien puede ser negativa en algunos sectores ideológicos, compensa con creces. A nadie se le escapa que mucha gente poco actualizada en música y que nunca había escuchado el nombre de Zahara o Tangana, tras la polémica, termina conociendo a los artistas y recordándolos, y la mayoría de las veces olvidando la controversia.
A nadie se le escapa que son los medios de comunicación los que, más allá de definir los temas de actualidad informativa, marcan la agenda musical, cinematográfica, editorial o deportiva. Son los medios los que, en gran parte, logran establecer si la música de moda será rap o reggaetón, si en los cines arrasarán los superhéroes de Marvel, lo último de James Bond o de Torrente; si las listas de libros más vendidos se llenarán de novelas policíacas suecas o de historias eróticomasoquistas o si el deporte que nos entusiasmará será el fútbol femenino o la vuelta ciclista.
De modo que el objetivo de cualquier producto cultural será hacerse un hueco en la agenda de los medios. Y es evidente que es más fácil, sencillo y barato hacerlo mediante la provocación que mediante la calidad.
Curiosamente, con los actores políticos sucede algo similar. También necesitan a toda costa la presencia en los medios. Y siempre será más sencillo y fácil apuntarse a la indignación por un cartel o una foto que preparar y elaborar propuestas políticas alternativas y viables a los problemas de los ciudadanos.
Tenemos por tanto un ambiente cultural y político viciado, distorsionado por un poder mediático al que todos se deben para sobrevivir y triunfar. Aunque para ello se deje en segundo plano la calidad artística y la política dedicada a las necesidades de los ciudadanos.
Incluso yo he terminado escribiendo de músicos sin analizar su música, y de políticos sin estudiar sus programas. Es como si los medios de comunicación nos condenaran a dedicarnos solo al humo.