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Agua rica y sana del grifo

Fernando Granda

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“En España se está embotellando más agua mineral que nunca”. Así comenzaba la información que días atrás publicaba este periódico. elDiario.es proseguía informando que “en 2022 se batió el récord histórico al envasarse casi 8.700 millones de litros, según la estadística del Instituto Geológico y Minero. Son 580 millones -decía- más que el año anterior y un 4,8% más que el pico previo marcado en 2019”. No recuerdo que se distinguiesen regiones en sequía. Todo ello teniendo en cuenta que una reciente ley obliga a la hostelería a servir gratuitamente agua del grifo a los clientes. Hemos de señalar que algunas ciudades españolas y diversos entes autonómicos ya adelantaron la medida a la norma nacional.

La finalidad de la ley, publicada en abril de 2022, tenía dos sentidos. Por un lado reducir el empleo de envases de un solo uso. Además, fomentar el consumo de agua potable y ofrecer siempre a los consumidores la posibilidad de beber agua no envasada de manera gratuita. La protesta de la patronal fabricante de envases llegó de inmediato. Pero la medida ya se lleva a cabo en muchas partes del mundo. Digamos, depende. Aunque en algunos lugares el agua se sigue cobrando a precio de oro, como si su elaboración fuera tan compleja como bebidas destiladas. Si en Nueva York te ponen una jarra con agua y vasos al entrar en un establecimiento hostelero, en Alemania, a orillas del caudaloso Rhin, un botellín de agua te puede costar más que si hubieses pedido un litro de “bier”.

Recuerdo un caso ocurrido en un municipio de la comunidad de Madrid. La nueva corporación solicitaba el enganche a la red del Canal de Isabel II porque el anterior alcalde había vendido el manantial que surtía de agua al pueblo a una embotelladora de alcance nacional y desde entonces las diarreas de la población local eran frecuentes porque les había quedado para el suministro un pequeño arroyo que daba más barro que H2O. Es necesario señalar que el agua que corría por las tuberías de muchas poblaciones costeras era “imbebible” por su salinidad hasta fechas recientes pero directivas de la Unión Europea ya vigilan para que el agua sea potable y bebible. Por otra parte, muchas de las aguas envasadas son desmineralizadas por lo que su ingestión constante y en vez de las aguas del grifo puede acarrear problemas de salud.

La Real Academia Española define agua, con el género femenino, como “líquido transparente, incoloro, inodoro e insípido en estado puro… y que constituye el componente más abundante de la superficie terrestre y el mayoritario de todos los organismos vivos”. Bueno, depende del lugar donde nos encontremos podremos beber agua con naturalidad. Suele ser la más sana. Pida una jarra de agua “de Madrid”, “de Albacete”, “de Gijón”, donde tenga sed.

“En España se está embotellando más agua mineral que nunca”. Así comenzaba la información que días atrás publicaba este periódico. elDiario.es proseguía informando que “en 2022 se batió el récord histórico al envasarse casi 8.700 millones de litros, según la estadística del Instituto Geológico y Minero. Son 580 millones -decía- más que el año anterior y un 4,8% más que el pico previo marcado en 2019”. No recuerdo que se distinguiesen regiones en sequía. Todo ello teniendo en cuenta que una reciente ley obliga a la hostelería a servir gratuitamente agua del grifo a los clientes. Hemos de señalar que algunas ciudades españolas y diversos entes autonómicos ya adelantaron la medida a la norma nacional.

La finalidad de la ley, publicada en abril de 2022, tenía dos sentidos. Por un lado reducir el empleo de envases de un solo uso. Además, fomentar el consumo de agua potable y ofrecer siempre a los consumidores la posibilidad de beber agua no envasada de manera gratuita. La protesta de la patronal fabricante de envases llegó de inmediato. Pero la medida ya se lleva a cabo en muchas partes del mundo. Digamos, depende. Aunque en algunos lugares el agua se sigue cobrando a precio de oro, como si su elaboración fuera tan compleja como bebidas destiladas. Si en Nueva York te ponen una jarra con agua y vasos al entrar en un establecimiento hostelero, en Alemania, a orillas del caudaloso Rhin, un botellín de agua te puede costar más que si hubieses pedido un litro de “bier”.