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Fin del aislamiento
El tren de alta velocidad (AVE) ha llegado a Asturias. Si repasamos la hemeroteca de los últimos meses (y años) probablemente no encontraremos ningún otro tema que supere en número de publicaciones, opiniones, referencias, a la llegada del AVE al Principado. Los sesudos análisis sobre el impacto económico que su puesta en marcha supondrá en el futuro se han llevado la palma, con el descubrimiento del economista que, al parecer, todos llevamos dentro (como el seleccionar de fútbol). Pero, quizás, una palabra se ha llevado los laureles, “Aislamiento”. Con el AVE se pondrá fin al aislamiento secular que ha sufrido Asturias con el resto de España y Europa. Ahí es nada.
Raudo acudo a la RAE para poder ser fiel y, si se me permite, introducir elementos de rigurosidad en mi posicionamiento al respecto. Aislamiento: “Acción y efecto de aislar o aislarse. Incomunicación, desamparo”
Veamos pues, la incomunicación, el aislamiento y desamparo que sufre Asturias: Por tierra dispone de autopistas que conectan con Madrid y el resto de España a través de la A-66 que nace en Gijón (en mi casa, en casa de todos nosotros). Con Galicia y Portugal (por el oeste) tenemos la autopista del Cantábrico, la A-8. Con Santander, Euskadi y Francia, la misma A-8 (por el este). Por el aire tenemos el aeropuerto que nos conecta con Madrid/Barcelona todos los días a distintas horas y desde hace algunos años con varias ciudades de España y Europa. Por tren, hasta ahora, la conexión con Madrid no era, ciertamente la panacea, pero ahí están las conexiones a distintas horas del día sobre todo el ALVIA que te pone en Madrid en 5 horas. ¿Dónde está el aislamiento, el desamparo?. Salvo que se considere que ahorrar una hora de viaje por tren nos libera definitivamente de nuestro aislamiento, por tan sólo 4.000 millones de euros. No sé ustedes, pero a mí esas cifras me dan mareo y soy incapaz ponerle cara. Si le pongo cara cuando me dicen que con la décima parte de ese dinero se arreglaba la sanidad y la educación del Principado. Pero, por lo visto, la prioridad es ahorrar una hora de viaje a Madrid y entrar en la era de la velocidad punta.
Lo que ha ocurrido es que Asturias se ha sumado a la enloquecida carrera por el AVE, “tenga usted un AVE en su casa”. Nadie quiere ser el “pringado” de la fiesta y no hay mejor arma del mal político que recurrir al agravio y contagiarlo a sus votantes. Todos se han sumado y en Asturias esa arma ha funcionado durante 20 años, sin pararse a reflexionar si ello es lo que necesitamos. A Euskadi, el AVE llegará en 2033. Un territorio que duplica en población a Asturias, el segundo más rico de España (después de Madrid), con tres provincias y con frontera con Francia. Jamás se ha escuchado, ni a políticos ni a ciudadanos, que estuvieran aislados y desamparados.
En el año 2013, Barack Obama, consciente de las carencias de su país en conexión por tren, envió a un asesor suyo a España a estudiar el modelo de Alta Velocidad español. El asesor, volvió con un informe riguroso al respecto, en el que concluía que EE.UU. no podía asumir económicamente, dicho modelo. Era demasiado caro para el país más rico y poderoso del mundo. Pero para España, un país de economía modesta (el cuarto de Europa y el 15 del mundo) no era un problema. Somos el segundo país del mundo en kilómetros de raíles de Alta Velocidad, tras China y el primero de Europa. Somos el primero de Europa en kilómetros de autopistas y el segundo del mundo.
La intensidad de las declaraciones, la desmesura, ha ido subiendo de tono, según llegaba el día del ¡por fin!, “Un día histórico” “Un antes y un después en la historia del transporte en Asturias”, “Un cambio de era”, “Dejaremos de ser una región con respiración asistida” (¡!) “Hasta la natalidad mejorará” (¿?)…“Ya casi ni yo mismo me lo creo” (Adrián Barbón). No han faltado, por supuesto, las declaraciones altisonantes que nos “llenan de orgullo”. “Sólo Japón y Suiza han construido túneles de una complejidad como la variante de Pajares”
Mientras tanto, el paisano que vive aislado (este sí) en la Asturias vaciada (al igual que la España vaciada) calla, porque no tiene voz. La red de cercanías del Principado (8 líneas, 156 estaciones que “conecta” con 24 municipios) languidece por falta de mantenimiento y con la amenaza del cierre de algunas de ellas.
El tren de alta velocidad (AVE) ha llegado a Asturias. Si repasamos la hemeroteca de los últimos meses (y años) probablemente no encontraremos ningún otro tema que supere en número de publicaciones, opiniones, referencias, a la llegada del AVE al Principado. Los sesudos análisis sobre el impacto económico que su puesta en marcha supondrá en el futuro se han llevado la palma, con el descubrimiento del economista que, al parecer, todos llevamos dentro (como el seleccionar de fútbol). Pero, quizás, una palabra se ha llevado los laureles, “Aislamiento”. Con el AVE se pondrá fin al aislamiento secular que ha sufrido Asturias con el resto de España y Europa. Ahí es nada.
Raudo acudo a la RAE para poder ser fiel y, si se me permite, introducir elementos de rigurosidad en mi posicionamiento al respecto. Aislamiento: “Acción y efecto de aislar o aislarse. Incomunicación, desamparo”