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Buenos y Malos
Dicen que en esto de la política y la acción ciudadana (que va más allá de la política de partidos), hablar de buenos y malos es una simpleza.
Pero en ocasiones, ésta que nos ocupa es una, es la forma más exacta, más precisa, más justa de nombrar a cada cosa. Y creo que el tema del que estamos hablando es merecedor de ese término absoluto, claro, certero, preciso, simple.
Desde la ética más elemental, para defender las posiciones políticas y las ideas debe aplicarse siempre criterios de honestidad y responsabilidad, y nunca hacerlo desde formas o posiciones delictivas y mafiosas... Sin embargo, no siempre es así.
Villarejo, por todos desgraciadamente conocido, representa lo más icónico de la maldad en este ámbito. Representa lo más turbio y degradado, lo más podrido y detestable de la práctica política y policial. Pues bien, Cospedal, con su gobierno y su formación política (solo hay que oír los audios), lo ha empleado como herramienta de acoso y derribo, de destrucción, contra la irrupción de una nueva fuerza política, Podemos, que proviniendo de la preocupación y el descontento popular, de los colectivos sociales, accede al parlamento con opciones de tocar cotas de poder. Ellos se presentaban como adalides de las causas y las luchas populares después del 15M. Venían, o eso se pensaba, a poner en evidencia algunas cosas que no se podían tocar. Y claro, esto puso muy nervioso al poder, y fue entonces que se sacó toda la artillería pesada, y también se empleó a este personaje, que realmente siempre estuvo ahí, para pararle las patas a l@s pelud@s. El policía, experto en emponzoñarlo todo (el aire y la marea, que decía el poeta) dios de las alcantarillas, señor de las artimañas delictivas, poli supercorrupto con el trato más distinguido en las más altas esferas del poder, delincuente abyecto, eterno actor en el fango de la podredumbre institucional (política, policial, judicial, periodística...) hizo su trabajo, supervisado por la ministra Cospedal.
Con las grabaciones que se han publicado en estos días todo sale a la luz. Y me apena profundamente, como me avergüenza sobremanera que en mi país (?) mucha gente pueda comulgar con esta miseria ética.
Porque es eso lo que se hace, comulgar con la miseria moral, cuando se justifica, se omite, se niega, esconde o valida toda esta basura, cuando se la trata como si fuera un mal menor y necesario; como un itinerario válido en las lides políticas contra quienes se atreven a plantear, democráticamente, otro modelo de sociedad.
Vistos los hechos, las noticias, los juicios y las sentencias, parece que todas las esferas del poder están afectadas de esta lacra, de esta miseria. Y que desde todas ellas se trabaja para blindar el poder contra quienes democráticamente se atrevan a cuestionarlo, contra quienes se atrevan a poner en tela de juicio el Status Quo, sustentado en el neoliberalismo económico, en la cultura del pelotazo, en la especulación monetaria y financiera, en el afán por desamortizar los derechos laborales de trabajadores y trabajadoras, los servicios y recursos públicos....
Díganme ustedes si no es profundo y clarificador para el análisis de esta situación llamar a cada cosa por su nombre, calificándolos y clasificándolos de la manera más simple y sencilla: buenos y malos.
Dicen que en esto de la política y la acción ciudadana (que va más allá de la política de partidos), hablar de buenos y malos es una simpleza.
Pero en ocasiones, ésta que nos ocupa es una, es la forma más exacta, más precisa, más justa de nombrar a cada cosa. Y creo que el tema del que estamos hablando es merecedor de ese término absoluto, claro, certero, preciso, simple.