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Chupinazo político
El 7 de julio se produjo un chupinazo político allende de los Pirineos. Frente a todas las encuestas que daban como vencedora de las elecciones en Francia al partido de Marine Le Pen, Agrupación Nacional, la izquierda gala ganó las elecciones legislativas.
El hecho de que en la primera vuelta de las elecciones, el partido de extrema derecha fuese el más votado, provocó la movilización de la ciudadanía francesa. Los países europeos, con alguna excepción como la del presidente húngaro, contenían temerosos la respiración. La sociedad intelectual y deportiva francesa animaba a la participación para parar a la extrema derecha. Estos días se ha recordado el pasado más reciente de lo que supuso, no sólo para Europa sino para el Mundo, la llegada del partido nazi al poder en Alemania.
El contexto geopolítico no es el mismo de los años treinta del siglo XX, pero sí se puede afirmar que hay cierto paralelismo entre las ideas extremistas disfrazadas, eso sí, de partidos demócratas y el nazismo de Hitler. También el partido nazi ascendió al poder tras unas elecciones. Si entonces el enemigo para estos eran los judíos, ahora son los inmigrantes los que socavan el bienestar europeo según la ideología de Marine Le Pen y sus acólitos como Santiago Abascal en España.
La extrema derecha sólo persigue acabar con los principios sobre los que se levantó la Unión Europea tras la Segunda Guerra Mundial. Conciben una Europa con derecho de admisión.
El ex jugador del Manchester United, Éric Cantona, se posicionó claramente en su cuenta de Instagram, dónde escribió textualmente: “Como decía mi abuelo Pedro, republicano español que combatió el fascismo: NO PASARÁN. ”Prefiero morir de pie que vivir arrodillado“. ”No he olvidado nada de mi historia“.
No ha sido el único.
También ha contribuido a que la participación haya aumentado en estas elecciones legislativas en Francia, el hecho de que Vladimir Putin, el presidente ruso, haya apoyado públicamente a Marine Le Pen. Ya ven, la derecha y extrema derecha española acusando y divulgando para confundir al personal que los partidos de izquierda de nuestro país se posicionaban del lado de Rusia en la guerra de Ucrania, han visto como su mensaje ha creado confusión entre la ciudadanía.
A Putin le interesa una Unión Europea amiga. Una Unión Europea débil. Le conviene extender las ideas de extrema derecha entre los países europeos para dinamitar las ideas de bienestar de la que gozamos.
Si el presidente de Hungría, Víctor Orban también de extrema derecha, no le gusta la Europa actual, siempre le queda la opción de consultar en referéndum a sus ciudadanos si prefieren salir de la UE. Estoy convencido que no lo hace porque perdería credibilidad ante los húngaros.
El susto ha pasado de momento. Pero la izquierda, no sólo la francesa, debe reflexionar. Saben que la unidad es fundamental. Tomar medidas a favor de la ciudadanía europea, a favor de los intereses de los sectores económicos europeos, es primordial. Todo ello sin olvidar los principios de solidaridad con los vecinos pobres del planeta. Aquí cabemos todos. Está demostrado, aunque algunos se empeñen en lo contrario. Si sobra algo (o alguien) son los xenófobos y los homófobos. Sobran los fundamentalistas y sus mensajes populistas.
El 7 de julio se produjo un chupinazo político allende de los Pirineos. Frente a todas las encuestas que daban como vencedora de las elecciones en Francia al partido de Marine Le Pen, Agrupación Nacional, la izquierda gala ganó las elecciones legislativas.
El hecho de que en la primera vuelta de las elecciones, el partido de extrema derecha fuese el más votado, provocó la movilización de la ciudadanía francesa. Los países europeos, con alguna excepción como la del presidente húngaro, contenían temerosos la respiración. La sociedad intelectual y deportiva francesa animaba a la participación para parar a la extrema derecha. Estos días se ha recordado el pasado más reciente de lo que supuso, no sólo para Europa sino para el Mundo, la llegada del partido nazi al poder en Alemania.