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Efemérides como recuperación de la memoria colectiva

José Luis Úriz Iglesias

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Según el diccionario de la RAE efeméride es un “acontecimiento notable que se recuerda en su aniversario”. Estos días van llegando una tras otra tres efemérides, diferentes pero con significados profundos, todas ellos de muertes. Acabamos de pasar los 20 años de la de Enrique Urquijo, el 20 los 44 de Franco y el 21 los 19 de Ernest Lluch, aunque esta cabe definirla como asesinato.

De Enrique ya hablé en mi anterior reflexión, por eso ahora toca recordar que este miércoles 20 de hace 44 años Franco dejaba de existir. A menudo echando un vistazo a los medios de comunicación diarios se puede dudar de que efectivamente haya sido así. Uno tiene la extraña sensación de que nuevamente hay que situarse en primera línea de fuego, intentando frenar la posibilidad de que Franco y sus ideas sigan vivas, recordando aquella madrugada gris y tenebrosa.

Me viene a mi memoria como si fuera hoy, la reunión de gentes del PCE unas horas antes, con la sombra de que una época más negra aún podría llegar como algunos preveían. Recuerdo el recorrido en mi SEAT 600 hasta mi lugar de trabajo sin saber muy bien como saldría de allí. No fuimos capaces de derrotarlo en las calles, en las fábricas y universidades, pero de allí salió una generación curtida que hoy aún sigue en las trincheras. Como en el libro de Ostrovski 'Así se forjó el acero'.

 Gentes antifascistas, inconformistas, librepensadoras, republicanas, ateas y un pelín utópicas, demás de ingenuas, que en los tiempos actuales observamos con estupor como en algunos lugares vuelven a gobernar sus sucesores. Ese extraño conglomerado de derecha extrema más extrema derecha que significan PP, Cs y especialmente VOX.

 Me llega la imagen de aquella madrugada negra, de mi desayuno con mi amigo en silencio, apenas algún comentario sobre lo que podría pasar. Ambos militábamos en el PCE, él en la fábrica Estándar donde trabajaba, yo en la Universidad y en Artes Gráficas. Se hablaba de la “noche de los cuchillos largos”, que la extrema derecha camparía a sus anchas este día, detenciones, quizás desapariciones, muertes.

No teníamos miedo, pero fue un desayuno extraño, como de despedida. Luego en el viaje que siempre hacíamos juntos hacia la zona de Atocha en aquel emblemático SEAT 600 que tanta propaganda anti franquista cobijó, hablamos de prepararnos por si nos detenían, antes ambos habíamos “limpiado” la casa y ese día la despedida fue más intensa, más emotiva. Lo vi caminar hacia la entrada de su fábrica volviéndose cada 10 metros y saludándome con la mano con un intento de sonrisa. Pensé que quizás era la última vez que podía verle, los dos teníamos un historial en la BPS y éramos candidatos firmes a poder resultar afectados por la represión y un estremecimiento me recorrió el cuerpo.

Hoy miro por mi ventana y recuerdo ese momento, observo el panorama político y me vuelvo a estremecer. Por último, el miércoles 21 de hace 19 años asesinaron a un compañero de lucha por el diálogo y el entendimiento, como yo constructor de puentes; Ernest Lluch. Al enterarme sentí como me sacudían un directo al mentón que casi me tiró a la lona. Mantenía con él la misma línea de pensamiento respecto al conflicto vasco y a la actividad de ETA y fueron a por él, como antes a por otro amigo: Juan Mari Jáuregui, porque precisamente atacaban a los constructores de puentes, esos que ellos intentaban dinamitar con sus armas, con su violencia.

Recuerdo igualmente que al final de la manifestación que recorrió las calles de Barcelona como repulsa por su asesinato, la periodista Gemma Nierga, que fue la encargada de leer el manifiesto final, se saltó el guion pronunciando una frase que dejó seco, con cara de póker, al duro José María Aznar allí presente y por entonces Presidente del Gobierno: “Estoy convencida de que Ernest, hasta con la persona que lo mató, habría intentado dialogar; ustedes políticos que pueden, dialoguen, por favor”.

Fue como un puñetazo que la sociedad civil a través de Gemma, daba en la mesa de unos políticos enquistados en la confrontación y la guerra. Esa reflexión se pronunciaba después de un infame asesinato y en un momento muy duro de la banda terrorista ETA. Viene ahora a mi memoria aquella famosa frase que quizás marcó el devenir de la solución de un conflicto que parecía eterno e irresoluble, observando la tensión centro-periferia actual, que muestra los mismos síntomas.

Se refería Gemma a la necesidad de solucionarlo por la vía del diálogo y el entendimiento entre diferentes, incluso entre muy diferentes y de alguna manera así se hizo, aunque fuera de manera minoritaria, paciente y discreta. Hoy 19 años después aquella situación ha cambiado radicalmente aquí, aunque aún existan rescoldos sin apagar y gentes ancladas en el inmovilismo en un lado y otro de ese río hoy de aguas remansadas.

Me pregunto ahora que veo esta otra dura confrontación, en éste caso entre el Estado y Catalunya, si Gemma no debiera pronunciarla de nuevo en las calles de esa Barcelona convulsa, o directamente en cada sesión del Parlament, o en cada sede de los partidos de ámbito catalán y estatal. Dialoguen, dialoguen entre las izquierdas, dialoguen entre los diferentes. Construyan puentes por los que comunicarse. Ernest Lluch si aún viviera seguro que lo estaría intentando. Aquí en situaciones más extremas fuimos capaces de hacerlo. ¿Por qué allí no? Efemérides, diversas, complejas, pero que merecen ser recordadas, porque el olvido es lo más terrible que nos puede ocurrir. Esta reflexión pretende impedir ese olvido. Veremos. 

Según el diccionario de la RAE efeméride es un “acontecimiento notable que se recuerda en su aniversario”. Estos días van llegando una tras otra tres efemérides, diferentes pero con significados profundos, todas ellos de muertes. Acabamos de pasar los 20 años de la de Enrique Urquijo, el 20 los 44 de Franco y el 21 los 19 de Ernest Lluch, aunque esta cabe definirla como asesinato.

De Enrique ya hablé en mi anterior reflexión, por eso ahora toca recordar que este miércoles 20 de hace 44 años Franco dejaba de existir. A menudo echando un vistazo a los medios de comunicación diarios se puede dudar de que efectivamente haya sido así. Uno tiene la extraña sensación de que nuevamente hay que situarse en primera línea de fuego, intentando frenar la posibilidad de que Franco y sus ideas sigan vivas, recordando aquella madrugada gris y tenebrosa.