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España 2020, una agonía encerrada en la letrina

Domingo Sanz

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Para todo lo que sigue a continuación, añada usted eso tan socorrido de “salvando las distancias” para disculpar comparaciones. Pero solo cuando le parezca imprescindible.

Cuando Pablo Casado busca ayuda entre los “tacaños”, título concedido por el embajador de Francia en España a ciertos países ricos de Europa que no quieren que llegue dinero a los del Sur empobrecidos por la pandemia, cómo no recordar al asesino Franco pidiendo ayuda a los también asesinos Hitler y Mussolini para acabar con la legalidad democrática en España, aunque, de paso, hundiera la economía hasta el pozo de las cartillas de racionamiento.

Y cuando, insistiendo contra España, esta vez con la política, el mismo Pablo Casado va diciendo por Europa que el gobierno de “su” patria no respeta el Estado de Derecho, es imposible olvidarse del mismo Francisco Franco presumiendo de lealtad a la II República y proclamando que organizaba un golpe de estado para salvarla.

Por supuesto que las leyes en España son papel higiénico usado o, con otras palabras, están pensadas para castigar a los “roba gallinas” (que también cagan) tal como dijo Lesmes un día de octubre de 2014, quien sabe lo que estaría pasando en ese momento por su cabeza mientras se degradaba la mayoría absoluta del PP con traiciones disfrazadas de sonrisas cínicas entre cómplices de larga trayectoria delictiva en las instituciones públicas. Repare, señor Casado, en que ni usted ni Rajoy están siquiera inhabilitados para la política, pese a dirigir un partido del que nunca sabremos todo lo que ha robado para poder ganar elecciones y ser “de gobierno”.

Y ya que está flotando en el ambiente, un rey ladrón e inviolable, y además blindado hasta para violar a niños de teta o biberón si ese hubiera sido su vicio, por socialistas que no se atreven a dejar de ser “gales” ni “filesos”, aliados para salvar al Borbón viejo con los mismos que, dirigidos también por Casado, llevan cuarenta años empeñados en la ceremonia imposible de enterrar la memoria del drama que les molesta porque les implica. Quieren que transitemos por esta vida que nos ha tocado compartir con ellos, maldita la coincidencia, como si estuviéramos muertos.

Y rodeando a ese tripartito potente, de PSOE + PP + Vox, formado porque confían su futuro a la forma de Estado amarrada por Franco, un coro haciendo leña del árbol podrido, pero ignorando a su hijo, Felipe VI, para que no caiga al mismo tiempo. Como si no tuviera nada que ver con su padre ni, por hablar de ayer mismo, no hubiera disfrutado de una luna de miel de medio millón de euros por medio mundo, donde iban ocultando sus nombres tras los del 'señor y la señora Smith', quizás para no perjudicar a la “marca España”. Viaje cuya sospechosa financiación es ahora noticia en Europa. Un asunto de 2004. “¡¡Manda huevos!!” que sobre esta vergüenza mundial de España no dirá Trillo jamás.

Todos ofendidos con el “Equivocao” para salvar al “Preparao”

Pero hay otros mundos, en los que sí se atreven a limpiar unas letrinas que aquí respetamos como tronos que lo son de una monarquía impuesta durante el terror del pasado, condenadas a ir llenándose de una mierda que hoy rebosa.

Mundos distintos aunque cercanos y, como todos, también sucios, pero en los que cada vez más gente va comprendiendo que cambiar las cosas es el único camino hacia la supervivencia colectiva.

Por ejemplo, y en el nuestro, un Congreso en Madrid con un PSOE, y casi un Podemos, votando con PP y Vox para que no se investigue a “su” Felipe González por los 27 asesinatos de los GAL. Pero en el de ellos, y solo a 600 kilómetros, unos parlamentarios “ex convergentes” votando para condenar las “conductas ilegales y corruptas” de su Jordi Pujol e instándole a que pague lo que aún le debe a Hacienda. A la de Madrid.

Quizás todos estamos equivocados y resulta que algunos independentistas se movilizan porque quieren enterrar el Majestic que Pujol firmó con un Aznar que después se entregaría a una guerra de Irak tan ilegal y embustera como la que empezó con aquel 18 de julio. Una fecha que, por cierto, no recuerdo que el del PP y la FAES haya condenado jamás. Ni cuando hablaba “catalán en la intimidad”.

Más lejos, pero solo en horas de vuelo, en América del Norte destruyen estatuas de españoles que se creyeron dueños de los cuerpos y las almas de otros humanos por haberlos descubierto para sus ansias de conquista, mientras aquí la Mesa del Congreso está con la patata caliente de decidir si descuelgan, o no, de pasillos y salones los cuadros de un tal Juan Carlos I, aún vivito y cabreando.

Allende los mares los juníperos por los suelos para luchar contra el racismo de Trump y aquí, en un valle de la sierra madrileña, la cruz que a tantos les rompió la vida, más podrida que nunca pero todavía apuntando al cielo.

“La patria no tiene quien le escriba” leo el 10 de junio al filósofo y abogado Francisco Capacete en un artículo en el que menciona a Cervantes, Alfonso X y Ortega, entre otros.

Quizás tiene razón el colega de fatigas en “Opiniones” y “Tribunas”. No es fácil escribir bellezas si lo que nos viene a la cabeza es España cuando nos imaginamos a nosotros mismos agonizando en medio de la miseria.

Para todo lo que sigue a continuación, añada usted eso tan socorrido de “salvando las distancias” para disculpar comparaciones. Pero solo cuando le parezca imprescindible.

Cuando Pablo Casado busca ayuda entre los “tacaños”, título concedido por el embajador de Francia en España a ciertos países ricos de Europa que no quieren que llegue dinero a los del Sur empobrecidos por la pandemia, cómo no recordar al asesino Franco pidiendo ayuda a los también asesinos Hitler y Mussolini para acabar con la legalidad democrática en España, aunque, de paso, hundiera la economía hasta el pozo de las cartillas de racionamiento.