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Frankenstein sí puede; Frankenstein somos todos
La literatura es la química de la palabra y las palabras son el espejo de los escritores. No hay verdad, sólo gramática. No hay verdad, sólo reglas, replican los jueces. Pero en el universo de las verdades alternativas –o mentiras–, el pecado mortal es la banalidad.
Así decía Hitchcock que la voluntad esquiva de mantener la atención a cualquier precio para crear emoción y luego conservarla, encumbra a los verdaderos autores y castiga con la indiferencia y el olvido a todos aquellos que se enredan en las circunstancias, y explotan las banalidades.
Cada día que pasa después de las elecciones del 23J, la opinolandia española sufre de un extraño trastorno de personalidad múltiple ya descrito en el siglo XIX por Louis Stevenson en su famosa novela sobre «El extraño caso de Dr. Jeckyll y Mr. Hide».
Un trastorno que parece devenir por emulsión a fuego lento de esa otra novela epistolar de 1818 en la que Mary Shelley nos describía a «Frankenstein o el moderno Prometeo».
Los dos líderes de nuestras derechas imperiales no sabrán inglés, pero sucumben como mendrugos a las fantasías de la literatura inglesa, y hasta se declaran salvapatrias con tal potingue interpretativo.
Cierto que hemos comido mucha basura mediática, tanta que durante estos años hemos avanzado hacia las instituciones–basura, con una justicia bloqueada en las alturas con el CGPJ, beligerante contra la Ley del Parlamento, y a nivel de calle con las huelgas salvajes claramente dirigidas contra el Gobierno, justo en año electoral. De esto no hubo memes, pero sí muchas lágrimas de ciudadanos frustrados y desesperados.
Así, mientras la familia Jeckyll (Feijóo, Abascal y descendencia) esnifaban la «reconquista de los cielos», Frankenstein revivía con tanta descarga eléctrica hasta el punto de salir rejuvenecido y “engordar” con un quilo de más...
¡¡¡Sííí!!! Frankenstein somos todos, no solo Intxaurrondo y Zapatero, somos todos los que no hemos votado a los esquizofrénicos de la familia Jeckyll.
Es hora ya de que en España recobremos la salud mental desterrando el engaño de los “listos” y restableciendo la verdad, la honestidad y la realidad de todos.
¡¡¡Frankenstein sí puede!!! ¡¡¡Frankenstein somos todos!!!
La literatura es la química de la palabra y las palabras son el espejo de los escritores. No hay verdad, sólo gramática. No hay verdad, sólo reglas, replican los jueces. Pero en el universo de las verdades alternativas –o mentiras–, el pecado mortal es la banalidad.
Así decía Hitchcock que la voluntad esquiva de mantener la atención a cualquier precio para crear emoción y luego conservarla, encumbra a los verdaderos autores y castiga con la indiferencia y el olvido a todos aquellos que se enredan en las circunstancias, y explotan las banalidades.