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Las intermitencias de la muerte
En Argentina los jubilados han salido a la calle para protestar contra las medidas de su presidente, Javier Milei, de recortar la cuantía de las pensiones.
En realidad Milei está haciendo justo lo que prometió durante su campaña electoral: recortar gasto público. De hecho, un porcentaje de los jubilados que ahora se manifiestan le habrán votado. Vamos, digo yo. En ese sentido se puede afirmar que Milei no ha engañado a nadie. ¿O es que los votantes argentinos que le dieron la presidencia del país no sabían lo que votaban? ¿Votaron a Milei sólo porque se sentían defraudados por los demás partidos? ¿Fue el suyo, el de la mayoría, un voto de cabreo?
Pues ahí lo tienen. Con una economía doméstica cada vez más precaria, los jubilados argentinos no aguantan más.
Supongo que a la unidad de la policía antidisturbios les habrá mantenido (o subido) el salario para que sigan cumpliendo la misión de mantener el orden en las calles. Qué digo yo que hay que ser cabrón para liarse a golpes con un jubilado que podría ser el padre o el abuelo del uniformado.
Como el tema va de los de más edad, en este país nuestro se está proyectando por toda España el documental “7.291”. El título del mismo, ya saben, hace referencia al número de ancianos fallecidos en las residencias de la Comunidad de Madrid durante la pandemia de Covid. Los dejaron morir, sin una atención médica adecuada, sin trasladarlos a un hospital para ser atendidos.
Repito, como el tema va de la tercera edad he recordado una novela. ¿Han leído la novela de José Saramago, “Las intermitencias de la muerte”? Tiene un contenido muy interesante. Resulta que en un país, de un día para otro, la gente deja de morir. Los ciudadanos se encuentran eufóricos. Descubren las certezas de una vida eterna. Todo comienza un uno de enero. Por eso, el dicho de “año nuevo, vida nueva” toma pleno sentido. Pero la ausencia de la muerte, que al principio se antoja feliz, empieza a crear complicaciones. El gobierno de ese país no tarda en enfrentarse, por razones obvias, a problemas financieros y demográficos. Además, el sistema de salud pública empieza a colapsar.
Como en todas las crisis, siempre hay algunos que tratan de hacer caja. Se crea un grupo de mafiosos que ofrece el servicio de llevar a las personas mayores, moribundas que no acaban de morirse, al otro lado de la frontera del país, en dónde mueren instantáneamente, ya que la muerte continúa trabajando en el resto del mundo.
La ficción de que pensar, ¿a qué sí?
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