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La jornada laboral

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El Gobierno va a implantar la jornada laboral de treinta y siete horas y media semanales. La medida será efectiva a partir del próximo año. 

Para ello cuenta con el apoyo de los Sindicatos. No con los de la Patronal, cómo es normal en estos casos. No sé si contará con el respaldo de la derecha ideológica. Me da que no. 

La derecha siempre se decanta en estos casos por ponerse de lado de los empresarios. Ya explicarán después su postura ante los medios de comunicación. Ha sido así a lo largo de la Historia desde aquellas primeras movilizaciones en torno a la disminución de la jornada laboral en los albores de la era industrial. 

Desde luego, si los trabajadores no se hubiesen movilizado, nunca habrían conseguido mejoras laborales. Porque lo que es la Patronal y sus correligionarios políticos jamás hubiesen consentido “regalar” una reducción de jornada a la clase trabajadora. No digamos ya un mes de vacaciones.

Es algo distintivo, entre otros, de la diferencia entre los objetivos que defiende la derecha y la izquierda. 

La primera Ley de Jornada de Trabajo se aprobó en España en 1919. Reinaba Alfonso XIII y gobernaba el partido Conservador. Aprobar la jornada de ocho horas diarias vino precedida de una huelga de 44 días de los trabajadores de una operadora eléctrica de Barcelona que pertenecía a un banco canadiense. Se le llamó la huelga de la Canadiense. A los trabajadores de la Canadiense se les unió los del resto del cinturón industrial de España. La jornada laboral estaba comprendida en aquellos años entre las 12 y las 14 horas diarias. 

Ante la magnitud de la huelga, el gobierno se vio obligado a promulgar la jornada de ocho horas. Fíjense en lo reacio que era el Gobierno de aprobar aquella Ley, que el Ministro del ramo, el conde de Romanones, dimitió tras la firma del acuerdo. Por no estar, precisamente de acuerdo, claro.

Ni que decir tiene que esta jornada no se aplicó al resto del país. En la España rural, que era la mayoría del país, las jornadas continuaron siendo de sol a sol.

Durante la dictadura franquista la jornada laboral pasó de las 60 horas en un principio hasta las 48 horas semanales. 

Hubo que esperar a la llegada de la democracia para conseguir una jornada laboral de 40 horas durante el primer gobierno del PSOE. No fue hasta 1986, en que nuestro país entró a formar parte de la Comunidad Económica Europea (hoy Unión Europea), cuándo se estableció la jornada laboral de 8 horas al día y 40 horas semanales de forma totalmente reglada. Así hasta el día de hoy. 

Después de este rápido repaso a la historia de la jornada laboral en nuestro país, volvamos al presente. Reitero la idea del principio de esta exposición. Las mejoras de los trabajadores siempre llegan cuándo gobierna la izquierda. Aquí y en los demás países. 

La Patronal, junto a su brazo político, siempre busca la excusa de que la reducción de la jornada laboral va en detrimento del empleo. Lo dicen ahora y lo han dicho siempre. Expresaron el mismo discurso en los albores de nuestra actual democracia con la aprobación de la jornada de 8 horas diarias y dos días de descanso. Auguraron una hecatombe económica. Y no pasó nada. Pues ahora lo mismo. 

De todas formas, ya hay trabajadores que se benefician de una jornada laboral que permite mejor calidad de vida gracias a sus convenios laborales respectivos. Pero es importante la aprobación de esta Ley para que se haga extensiva a todos los demás. Ocurre igual que con la aprobación de la subida del salario mínimo profesional. Una medida de mínimos y de máximos, según hablemos del salario mínimo o de la jornada máxima, busca la justicia social y laboral en cualquier caso.  

Para terminar, lanzo la pregunta de si con la derecha gobernando esta Ley se hubiese siquiera planteado. Ahí lo dejo.

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