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Libertad para esclavizar

Francisco José Rey García

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Sic semper tyrannis fue la expresión latina que gritó John Wilkes Booth al asesinar a Abraham Lincoln. Esta expresión que, según cuenta la leyenda, fue pronunciada durante el asesinato de Julio César, significa “así siempre a los tiranos”, y fue empleada por el magnicida Booth como justificación de su crimen: él, que defendía la esclavitud de los negros, asesinó al hombre que la abolió, acusándolo de tirano.

Libertad es lo contrario a esclavitud. No existe la libertad de tener esclavos, porque es una contradicción. Tanto como “vivir la muerte”, “circunferencia hexagonal”, o “bajar hacia arriba”. En el mismo sentido, no existe la libertad de esclavizar, ni la libertad de dejarse esclavizar, pues esclavizar consiste en quitarle la libertad a alguien y dejarse esclavizar significa quitarte la libertad a ti mismo. Ambas cosas son opuestas a la libertad, ya que suponen reducirla, y el propio sentido común dicta que recortar algo lo empequeñece, no lo aumenta. Aplicando la misma lógica, el que prohíbe la esclavitud no es un tirano, es un libertador; mientras que el que pretende instaurar el “derecho a tener esclavos” o “la libertad de convertirse en esclavo” es un tirano, pues está destruyendo la libertad.

Hasta aquí, el lector puede considerar absurdo que, a estas alturas, haya que explicar que los esclavistas no eran los defensores de la libertad, ni los que querían prohibir la esclavitud eran los liberticidas. En efecto, podría parecer una explicación innecesaria, de no ser porque el mismo dilema que llevó a J.W. Booth a erigirse en paladín de la libertad, y a tachar a Lincoln de tirano, se está dando en nuestros días. En este caso, es Isabel Díaz Ayuso la nueva defensora de esa idea de “libertad para quitarles a los demás su libertad”.

El eslogan barato (y de segunda mano) con el que empezó Díaz Ayuso su campaña fue “libertad o socialismo”, que luego complementó con “libertad o comunismo”. Se ve que, para Díaz Ayuso, lo contrario a la libertad es que gobierne cualquier partido que no sea de derechas. Podía perfectamente haber dicho “libertad o pluralismo ideológico” o, lo que es lo mismo “libertad o democracia” que es, precisamente, la extraña disyuntiva que plantea siempre el trumpismo (del que Díaz Ayuso es buena representante) en sus discursos. La “libertad” que persigue Díaz Ayuso es la libertad de los poderosos de esclavizar a los trabajadores. Y a eso, que antes lo llamaban esclavitud, ahora lo llaman “libre mercado”.

Por si todo esto fuera poco, el discurso de Ayuso es todavía más surrealista cuando su defensa de la libertad (esa libertad que no contempla la existencia de las opciones de izquierda, que no defiende libertad de los trabajadores de sindicarse, que ataca los derechos fundamentales a la sanidad, la educación y la vivienda, que rechaza la libertad de una mujer a decidir sobre su cuerpo, o un enfermo a decidir sobre su vida), pasa por gobernar en coalición con un partido de extrema derecha, abiertamente defensor del franquismo (que fue una de las dictaduras más atroces que ha sufrido Europa y la más atroz que ha sufrido España, que en los dos últimos siglos tiene mucha historia de golpes militares). Pasa por formar gobierno con quienes ya han anunciado públicamente su intención de ilegalizar a los partidos que no comulgan con sus ideas. En definitiva, el proyecto de libertad de Ayuso pasa por un partido que tiene un pulso ultrareaccionario y antidemocrático que nuestro país no recordaba desde los tiempos de Blas Piñar. Todo eso es la libertad que Ayuso defiende, la misma que J.W. Booth.

No obstante, nada de esto debería ser extraño. Al menos, no si conocemos la trayectoria política de Isabel Díaz Ayuso. Según explicó el falangista Eduardo García Serrano, Isabel Díaz Ayuso era una falangista furibunda, e incluso cuando se pasó al PP, la actual presidenta de Madrid le explicó al mediático falangista que ella seguía pensando igual, aunque ahora estuviera en el PP.

Por tanto, es natural que Díaz Ayuso tenga ideas liberticidas y de extrema derecha, y es esperable verla afirmar que su atroz ataque contra la libertad es, en realidad, en defensa de la misma. Porque ya en el 36, cuando la extrema derecha dio el golpe de estado y, tras fracasar, iniciaron una cruenta guerra civil seguida de una horrible dictadura, dijeron hacerlo para “liberar a España”. La pregunta es obligatoria: ¿liberarla de quién? Y la respuesta es tristemente conocida: liberarla de todos los que no pensaban como ellos: la izquierda, los progresistas, los demócratas y, especialmente, de los socialistas. Socialismo o libertad.

Ayuso no inventa nada, solo rescata el mismo lema que ya emplearon una vez contra la democracia. Un lema que, como digo, ha sido también el eje central sobre el que pivota el discurso trumpista. Desde el punto de vista de la democracia y la libertad, es terrible, pero, por otro lado, como estrategia política a largo plazo, no parece muy eficiente. Trump no logró la reelección, Bolsonaro tampoco la logrará, y, Berlusconi, que ya empleó la misma estrategia antes de que el trumpismo irrumpiera (en 2006, Berlusconi planteó que en esas elecciones se elegía entre comunismo o libertad), perdió esas elecciones. La estrategia de Ayuso no es sostenible a largo plazo, porque se basa en la autoexclusión. Al final, los liberales que realmente hagan honor a esa palabra (poco tienen que ver con los ultraderechistas que la manosean en España, como Rivera o de Quinto), los democristianos honrados y comprometidos con la democracia y la derecha no guerracivilista, terminarán haciendo caer a Ayuso, porque se sentirán excluidos de su proyecto.

El problema es que, si esa caída no es en estas elecciones, tendremos a Vox en un gobierno de una comunidad autónoma. Y eso será un paso de gigante para la formación ultraderechista. Si queremos evitarlo, solo hay una opción: votar con fuerza a las izquierdas en Madrid para desalojar a Isabel Díaz Ayuso.

Sic semper tyrannis fue la expresión latina que gritó John Wilkes Booth al asesinar a Abraham Lincoln. Esta expresión que, según cuenta la leyenda, fue pronunciada durante el asesinato de Julio César, significa “así siempre a los tiranos”, y fue empleada por el magnicida Booth como justificación de su crimen: él, que defendía la esclavitud de los negros, asesinó al hombre que la abolió, acusándolo de tirano.

Libertad es lo contrario a esclavitud. No existe la libertad de tener esclavos, porque es una contradicción. Tanto como “vivir la muerte”, “circunferencia hexagonal”, o “bajar hacia arriba”. En el mismo sentido, no existe la libertad de esclavizar, ni la libertad de dejarse esclavizar, pues esclavizar consiste en quitarle la libertad a alguien y dejarse esclavizar significa quitarte la libertad a ti mismo. Ambas cosas son opuestas a la libertad, ya que suponen reducirla, y el propio sentido común dicta que recortar algo lo empequeñece, no lo aumenta. Aplicando la misma lógica, el que prohíbe la esclavitud no es un tirano, es un libertador; mientras que el que pretende instaurar el “derecho a tener esclavos” o “la libertad de convertirse en esclavo” es un tirano, pues está destruyendo la libertad.