Opinión y blogs

Sobre este blog

Mediafare

Gonzalo Moure

0

Es difícil combatir aquello que no tiene nombre. Darle un nombre tampoco garantiza éxito alguno, pero al menos se convierte en algo más corpóreo. Así sucede con el lawfare, hacer la guerra con la ley, y aunque el lawfare esté lejos de ser derrotado, al menos se puede calificar así, y la etiqueta pone en un compromiso a quien lo practica, como bien sabemos en estos días. Pero es que el lawfare necesita un aliado al que, sin embargo, no hemos puesto nombre todavía. Ese aliado es el conglomerado de medios de “comunicación” conservadores o abiertamente de extrema derecha que propalan las acciones de jueces prevaricadores y las introducen en la mente colectiva como un virus que corrompe la razón. Pero para hablar de ese poder, los medios progresistas (los pocos que, como este, logran sobrevivir en la selva), tienen que recurrir a perífrasis más o menos afortunadas, pero inconcretas. Veía ayer un telediario en el que abría la noticia de la última maniobra del lawfare, la de un juez contra la necesaria ley de amnistía. El limpio enunciado de la noticia descalificaría al juez que la protagoniza, pero el presentador/influencer logró darle un tono que transmutaba lo burdo en razonable. Mediafare, esa es la palabra: el poder de los medios para desequilibrar la balanza de la guerra. La mayoría de los espectadores de esa cadena no se escandalizaron por lo burdo de la maniobra, seguro, sino todo lo contrario.

Eduardo Infante, en su magnífico libro, No me tapes el sol (Cómo ser un cínico de los buenos), ya lo dice casi todo en el título. Si hubiera escrito solo “Cómo ser un cínico” no tendría apenas audiencia; ¿quién quiere ser un cínico? Y es que la caverna platónica griega le dio la vuelta al calcetín de las vergüenzas que destapaban Diógenes y los “cínicos de los bueno”, y transformó la palabra “cínico”, tan pura en su origen, en algo diametralmente opuesto. Algo que llega al extremo cuando se atribuye “el síndrome de Diógenes” a quien acumula basura, cuando el pobre Diógenes preconizaba todo lo contrario: no poseer nada. Así le dan la vuelta a la historia los medios.

Esta sociedad necesita defenderse de la prevaricación, y una herramienta poderosa es haberla etiquetado bajo el nombre de lawfare. Defendámonos de los medios prevaricadores mediante la misma herramienta: Mediafare.

Es difícil combatir aquello que no tiene nombre. Darle un nombre tampoco garantiza éxito alguno, pero al menos se convierte en algo más corpóreo. Así sucede con el lawfare, hacer la guerra con la ley, y aunque el lawfare esté lejos de ser derrotado, al menos se puede calificar así, y la etiqueta pone en un compromiso a quien lo practica, como bien sabemos en estos días. Pero es que el lawfare necesita un aliado al que, sin embargo, no hemos puesto nombre todavía. Ese aliado es el conglomerado de medios de “comunicación” conservadores o abiertamente de extrema derecha que propalan las acciones de jueces prevaricadores y las introducen en la mente colectiva como un virus que corrompe la razón. Pero para hablar de ese poder, los medios progresistas (los pocos que, como este, logran sobrevivir en la selva), tienen que recurrir a perífrasis más o menos afortunadas, pero inconcretas. Veía ayer un telediario en el que abría la noticia de la última maniobra del lawfare, la de un juez contra la necesaria ley de amnistía. El limpio enunciado de la noticia descalificaría al juez que la protagoniza, pero el presentador/influencer logró darle un tono que transmutaba lo burdo en razonable. Mediafare, esa es la palabra: el poder de los medios para desequilibrar la balanza de la guerra. La mayoría de los espectadores de esa cadena no se escandalizaron por lo burdo de la maniobra, seguro, sino todo lo contrario.

Eduardo Infante, en su magnífico libro, No me tapes el sol (Cómo ser un cínico de los buenos), ya lo dice casi todo en el título. Si hubiera escrito solo “Cómo ser un cínico” no tendría apenas audiencia; ¿quién quiere ser un cínico? Y es que la caverna platónica griega le dio la vuelta al calcetín de las vergüenzas que destapaban Diógenes y los “cínicos de los bueno”, y transformó la palabra “cínico”, tan pura en su origen, en algo diametralmente opuesto. Algo que llega al extremo cuando se atribuye “el síndrome de Diógenes” a quien acumula basura, cuando el pobre Diógenes preconizaba todo lo contrario: no poseer nada. Así le dan la vuelta a la historia los medios.