De miedos y mentiras

Los acontecimientos se producen a tal velocidad que hace complejo el análisis sosegado de cualquiera de ellos. Esto hace que los mensajes encriptados que cada acción lleva como telón de fondo sea aún más difícil de exponer para su divulgación. Por esto la opinión se ralentiza y los criterios son cada vez más espesos y esto hace que andemos intelectualmente algo entumecidos.

Esta voracidad consumista de noticias procesadas, la mayoría con aditivos homófobos, xenófobos y todos los “fobos” que queráis añadirle, ha creado una tendencia editorial “fobista” fomentada por medios de comunicación afines a las extremas derechas que pretende deslegitimar gobiernos progresistas, inoculando este miedo, este pánico, en las conciencias de los más vulnerables. En este país el fascismo siempre ha utilizado el miedo, ya durante el golpe de Estado de 1936 había un miedo generalizado en la población civil a los “moros” las tropas africanas de Franco, en la actualidad sus herederos utilizan igualmente a los “moros” migrantes, sea cual sea su nacionalidad, como amenaza a la estabilidad, a la seguridad de una población civil en la que una de cada tres personas (el 29%) en riesgo de pobreza tenía trabajo, datos de 2022. Según este mismo análisis de Oxfam Intermón, ya en 2023, casi 2,5 millones de ciudadanos eran pobres pese a tener un empleo. Pues a este segmento de población va dirigido esos mensajes.

Entre el miedo y la mentira se está construyendo el futuro de este país. Los rugidos de las “fake news” son tan atronadores que ya casi ni le prestamos atención. Si, porque la mentira es otra de las armas de destrucción masiva que la derecha carpetovetónica y sus compañeros de baile, la extrema derecha, están utilizando para impregnar de incertidumbre a la sociedad española. Y lo más grave es que estas mentiras son admitidas en causas procesales contra el mismísimo presidente del gobierno y sus familiares o contra el fiscal general del Estado y así vemos como en los actos de la fiesta nacional se abucheaba a un presidente elegido democráticamente y se daban vivas a un rey cuya dinastía ha sido restaurada por un dictador. Sí, podemos decir que España vive una segunda restauración de la monarquía borbónica. La primera la propicio otro general, Martínez Campos que en 1874 coronó Rey a Alfonso XII después de derrocar la primera República.

Esto provoca ira y decepción, falta de confianza en las instituciones y en los líderes y crea polarización, jaleados por gurús del populismo que ponen en cuestión la esencia misma del sistema democrático, como son los procesos electorales y los gobiernos surgidos del consenso.