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Unas Navidades 2020 danzando al borde del abismo

José Luis Úriz Iglesias

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Estamos próximos a “celebrar” unas fiestas muy extrañas, unas conmemoraciones en medio de una cruel pandemia, con un virus para el que supone una gran noticia para su supervivencia, precisamente este tipo de celebraciones.

Los contactos entre diferentes unidades familiares, en los que la relajación elimina las medidas de protección, cercanía, proximidad, supresión de la mascarilla, van a dominar el panorama, todo en lugares cerrados. Un riesgo que de esa manera se multiplica por mil.

En ese debate entre economía, ganas de fiesta, o salud, casi todos, autoridades incluidas, están optando claramente por las primeras, llevando a esta sociedad sin prisa, pero sin pausa, hacia una tercera ola que todos los expertos vaticinan como mucho más destructiva y mortal.

No parece que hayamos aprendido nada de lo que ocurrió tras el confinamiento, cuando entramos en el verano como un elefante en una cacharrería.

Y como consecuencia en este mes de Noviembre que acabamos de abandonar, hemos tenido la segunda cifra más alta de fallecidos tras el mortífero Abril.

¿Batirán Enero y Febrero esos récords? Tiene toda la pinta, porque las normas que han previsto nuestras autoridades, no conducen a frenar la expansión de la pandemia sino justo a lo contrario.

Desde el punto de vista epidemiológico ampliar a diez personas comidas y cenas en la fiestas, combinar prácticamente al libre albedrío las unidades de convivencia, permitir con normas que parecen un broma de mal gusto el tránsito entre comunidades, con un toque de queda excesivo, suponen unas medidas de una irresponsabilidad de récord. O sea, que el país que peor está de Europa al final va a ser el más permisivo.

Quizás cuando todo esto pase alguien plantee que se debería abrir juicio contra los causantes, cómplices de la Covid-19, que nos están llevando directos al abismo, económica y sanitariamente hablando.

Por eso ya que las autoridades se demuestran absolutamente incapaces de tomar medidas eficaces, ni las de allí (empezando por Sánchez y Ayuso), ni las de aquí (una María Chivite cada vez más parecida a la mandataria de Madrid), solo cabe hacer un llamamiento a la ciudadanía sensata y responsable, para que sigan los consejos de los expertos.

Es probable que eso no sea suficiente, porque ya se ha demostrado que una minoría importante es capaz de destrozar los planes de la mayoría.

No es tiempo de salvar la Navidad, sino de salvar vidas, señalan algunos expertos por los platós de televisión.

No parece que quienes mandan les hayan escuchado, acobardados por la presión de empresarios, comerciantes, hosteleros, más la parte de la sociedad que le encanta bailar justo al borde del precipicio, o jugar a la “ruleta rusa”.

Celebremos las fiestas con cuidado para poder hacerlo normalmente las de 2021.

Solo con los convivientes, sin más contactos extra, evitemos lugares masificados, extrememos la limpieza y las distancias, protejamos a nuestros mayores y a los grupos de riesgo.

Demos una lección contundente a nuestros mandatarios insensatos, ya que ellos han sido incapaces de evitar la segunda ola y nos ponen en riesgo de la tercera, hagámoslo nosotros.

Seamos profundamente solidarios con los demás.

Felices fiestas covidianas. Cuidaos mucho y, sobre todo, cuidad mucho a los demás.

Estamos próximos a “celebrar” unas fiestas muy extrañas, unas conmemoraciones en medio de una cruel pandemia, con un virus para el que supone una gran noticia para su supervivencia, precisamente este tipo de celebraciones.

Los contactos entre diferentes unidades familiares, en los que la relajación elimina las medidas de protección, cercanía, proximidad, supresión de la mascarilla, van a dominar el panorama, todo en lugares cerrados. Un riesgo que de esa manera se multiplica por mil.