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El palabrerío como estrategia política
Espero que, en esta legislatura, creadas las cámaras, tengamos presidente y Gobierno pronto. Sea de la coalición liderada por el PP o de la coalición formada en torno al PSOE. Incluso, si hay nuevas elecciones, me parecerá lo democrático, será el resultado de las urnas, no el bloqueo de nadie. Lo que sí rogaría es que dejemos de enredar con las “palabritas”.
Las “palabritas”, a diferencia de las palabras, se enredan en un barullo de expresiones que parecen estar sólo al alcance de unos pocos, cuya función principal no es otra que la de aparentar una cierta erudición política (argumento de autoridad –autoritas, dirían ellos–) y la de embrujar con la forma para distraer del fondo. Normalmente, se coge un argumento con un punto de verdad que me interesa, se oculta el resto, que no me interesa; se envuelve en palabrerío vano y se intenta llevar a quien nos lee donde queremos.
A veces, esas palabras ni siquiera son sofisticadas; pero, a fuerza de repetirlas unos pocos, lo parecen: procès, ultraderecha, ultraizquierda, bolivariano, fascista, bloqueo institucional, el pacto del Tinel, del Botanic, del Majestic... ¡¡¡Ohhh!!! Cuánto deben saber estas señoras, estos señores... Como entretenimiento, no tengo ninguna objeción (de hecho, yo me entretuve muchos años jugando a los tapones), el problema viene cuando queremos intoxicar con estas tretas, cuando queremos embarrar el terreno de juego, a ver si así beneficio a “los míos”. Evidentemente, no soy equidistante y, ahora, creo que todo esto lo están utilizando unos más que otros; pero soy consciente (y eso me da mucha rabia) de que también lo hacen, cuando creen que les interesa, aquellos a cuyas ideas soy más afín.
Espero que, en esta legislatura, creadas las cámaras, tengamos presidente y Gobierno pronto. Sea de la coalición liderada por el PP o de la coalición formada en torno al PSOE. Incluso, si hay nuevas elecciones, me parecerá lo democrático, será el resultado de las urnas, no el bloqueo de nadie. Lo que sí rogaría es que dejemos de enredar con las “palabritas”.
Las “palabritas”, a diferencia de las palabras, se enredan en un barullo de expresiones que parecen estar sólo al alcance de unos pocos, cuya función principal no es otra que la de aparentar una cierta erudición política (argumento de autoridad –autoritas, dirían ellos–) y la de embrujar con la forma para distraer del fondo. Normalmente, se coge un argumento con un punto de verdad que me interesa, se oculta el resto, que no me interesa; se envuelve en palabrerío vano y se intenta llevar a quien nos lee donde queremos.