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Pobre y desnuda vas, Cultura

Jesusa Vega | socia de elDiario.es

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El miércoles 16 de noviembre en horario vespertino Peio H. Riaño daba la noticia de la dimisión de la directora general de Bellas Artes, María Dolores Jiménez Blanco, por negarse a firmar el traslado de la Dama de Elche. Ocurría el hecho dos días después de que se publicara en el diario El país una entrevista con Andrés Carretero, director del Museo Arqueológico Nacional, quien afirmaba la imposibilidad de deshacer la historia, obviedad que no por ello es menos cierta. Nombramos a dos funcionarios de carrera de cuerpos distintos —universidad y museo—, reconocidos profesionales, implicados en el servicio público y comprometidos con el interés general, ese que no se les cae de la boca a los políticos actuales, aunque día a día con sus actos demuestran que ni les ocupa ni les preocupa.

Lo primero entonces que cabe expresar es mi agradecimiento y, supongo, el de todos, particularmente el gesto de dignidad institucional y personal de la directora, gesto que esperemos no tenga que secundar el director del museo. Renunciar al cargo para no participar de una componenda de partido, en ningún caso se trata de una línea de actuación basada en el bien común, ofrece entre tanta oscura banalización y frivolidad, un espejo donde mirarse. Si entre los políticos se ha naturalizado taparse la nariz para hacer algo que solo les interesa a ellos —basta recordar lo ocurrido con la renovación de los miembros del Tribunal constitucional—, no tiene porqué ocurrir lo mismo entre los funcionarios. Que haya personas que están al servicio público dispuestas a no participar en el constante pasteleo y batalla donde todo vale reconforta porque, a nadie se le oculta, que si el alcalde de Elche militara en otras filas, mismamente las del Partido Popular, la situación sería muy distinta, probablemente la opuesta.

Conservar el sentido institucional es algo que las organizaciones políticas han perdido. Pero lo peor es que en lugar de reflexionar y aprender del gesto de Jiménez Blanco, la mezquindad y mentecatez de los actuales ocupantes de la cúpula ministerial quieren convertirlo en un acto de egoísmo personal, consecuencia de una persona caprichosa que tan pronto quiere estar dirigiendo la política de bellas artes como volver a sus clases en la universidad. Y así va deviniendo la degradación de lo público —desde luego peor situación es en la que se encuentra lo común— en manos de los intereses particulares de nuestros supuestos representantes.

Hace ya tres siglos que Goya se lamentaba de la pobreza y desnudez de la Filosofía, es decir, de la Nueva filosofía sinónimo entonces de ciencia, hoy sería sinónimo de cultura. En el dibujo (https://fundaciongoyaenaragon.es/obra/pobre-y-desnuda-es-la-filosofia/1146?print=1) se ve a una joven harapienta y descalza con el libro abierto de las ciencias morales en la mano derecha y en la izquierda el de la naturaleza. En su bello rostro duele la expresión de abandono que la lleva a buscar amparo en un ente trascendente. Así cabría representar hoy a la Cultura. Por entonces se vivían las veleidades caprichosas del absolutismo monárquico y el Favorito. Las políticas de Manuel Godoy y sus aduladores produjeron un auténtico estrago entre los ilustrados, baste recordar que Jovellanos acabó cautivo en Mallorca, Meléndez desterrado en Zamora y Urquijo en prisión en Pamplona. Si hoy viviera Goya constataría que hace ya tiempo que también “va pobre la Cultura”.

A ningún partido político le interesa la Cultura salvo para emplearla de arma arrojadiza. Tanta es la incultura que reina que el 1 de noviembre en el diario ABC se informaba que el Partido Popular, que hará del noble gesto de la dimisión posiblemente una parodia política—y me imagino la tristeza de Jiménez Blanco de pensamiento progresista al verse en esta situación—, anunciaba la creación del Museo de la Historia de España. La sede será la actual del Ministerio de Agricultura y el presupuesto el de los “chiringuitos de la Memoria”; con esa falta de respeto se refieren al pequeño presupuesto que hay para la recuperación con dignidad de las víctimas del dictador Franco. ¿Nadie entre sus filas sabe que ese museo ya existe? Ese museo es precisamente el Museo Arqueológico Nacional. Hace tiempo que va desnuda la Cultura en los museos estatales, nadie quiere ocuparse de vestirla dotándolos de aquello que necesitan y, como se ve, defender las colecciones de los museos nacionales te convierten en persona caprichosa, cuando no en una persona retrógrada y antigua. Pero tampoco importa si ser antigua es estar en la línea de Goya quien a su vez se inspiró en Petrarca y sus versos

Pobre y desnuda vas, Filosofía,

dice el vulgo, sólo interesado en el vil provecho.

Pocos compañeros alcanzarás por el otro camino;

pero tanto más te ruego, espíritu gentil,

no abandones tu magnánima empresa.

El miércoles 16 de noviembre en horario vespertino Peio H. Riaño daba la noticia de la dimisión de la directora general de Bellas Artes, María Dolores Jiménez Blanco, por negarse a firmar el traslado de la Dama de Elche. Ocurría el hecho dos días después de que se publicara en el diario El país una entrevista con Andrés Carretero, director del Museo Arqueológico Nacional, quien afirmaba la imposibilidad de deshacer la historia, obviedad que no por ello es menos cierta. Nombramos a dos funcionarios de carrera de cuerpos distintos —universidad y museo—, reconocidos profesionales, implicados en el servicio público y comprometidos con el interés general, ese que no se les cae de la boca a los políticos actuales, aunque día a día con sus actos demuestran que ni les ocupa ni les preocupa.

Lo primero entonces que cabe expresar es mi agradecimiento y, supongo, el de todos, particularmente el gesto de dignidad institucional y personal de la directora, gesto que esperemos no tenga que secundar el director del museo. Renunciar al cargo para no participar de una componenda de partido, en ningún caso se trata de una línea de actuación basada en el bien común, ofrece entre tanta oscura banalización y frivolidad, un espejo donde mirarse. Si entre los políticos se ha naturalizado taparse la nariz para hacer algo que solo les interesa a ellos —basta recordar lo ocurrido con la renovación de los miembros del Tribunal constitucional—, no tiene porqué ocurrir lo mismo entre los funcionarios. Que haya personas que están al servicio público dispuestas a no participar en el constante pasteleo y batalla donde todo vale reconforta porque, a nadie se le oculta, que si el alcalde de Elche militara en otras filas, mismamente las del Partido Popular, la situación sería muy distinta, probablemente la opuesta.