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Opinión - Puigdemont y la búsqueda de culpables. Por Rosa María Artal

La potra de Sánchez no conoce aliados ni adversarios

Domingo Sanz

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En mis tiempos se decía “¡qué potra tienes, tío!” y veo que la RAE coincide: “buena suerte”, “chiripa” y otras.

Tras triunfar con iniciativas decisivas, únicas y solo suyas como lo fueron la reconquista del liderazgo del PSOE en 2017, la conquista en 2018 de la Moncloa tras la única moción de censura exitosa durante el postfranquismo y, hace unos días, el cruel pero legal ultimátum a Feijóo para la renovación de un CGPJ más que caducado, vemos hoy a Sánchez manejando un conflicto con más potencia por la unidad de España que si hubiera convocado un referéndum a cara o cruz sobre la independencia de Catalunya y el SÍ a seguir sometidos a Madrid hubiera ganado por 9 a 1.

Porque lo que Sánchez no se plantea es si tal unidad es buena o mala para los españoles, sino seguir gobernando él.

Entonces, en qué quedamos, españolistas de casi todas las derechas, ¿acaso no opinan ustedes que, a cambio de que la unidad de España aguante es lícito seguir gobernando a cualquier precio?

“Sí”, escucho en medio de un silencio cobarde. Incluso a cambio de otro 18 de julio (me llegan sus pensamientos), que por eso nunca hemos condenado demasiado el del 36, concluyen mirándose entre ellos.

Les enviaría una propuesta de mínimos: ¿mejor sin sangre? O acaso la sangre les gusta todavía más que la unidad. Será eso.

Discúlpeme usted el regreso a este drama, inevitable cada vez que ellos, con sus malas ideas y peores modales, vuelven a romper lo poco que queda, unas fotos nada más, de las mismas víctimas que asesinaron los franquistas.

Antes de entrar en los detalles de la última osadía de Sánchez, que rima con amnistía, recordaré a nuestro prota de hoy poniendo en X una carta para anunciar que se retiraba a reflexionar tras recibir la noticia de que un juez tramitaba una demanda judicial contra su mujer, interpuesta por los de siempre a base de recortes de prensa.

Que él concibiera esa acción como cebo, o no, es algo que no sabremos, pero lo que sí consiguió es que Feijóo lo mordiera. Cosa de su potra, porque no es tan adivino como para saber si picarán o no.

La prensa se hizo eco de lo de la carta como si hubiera estallado una central nuclear, pero lo que salió muy poco fue que a Feijóo se le ocurriera convocar a los afiliados del PP para que escribieran a Sánchez, con lo que consiguió que compartieran el momento reflexivo con el marido de Begoña. Y quien comparte algo con alguien, aunque solo sea una actitud, lo odia menos.

En fin, que si escribe usted en Internet “1136” y “PP” aparece la información, que yo solo quiero añadir aquí que esa acción demostró que Feijóo no se rige por la sabiduría popular. ¿Acaso se le olvidó aquello de que “no hay mayor desprecio que no hacer aprecio”?

Otro que parece estar haciendo méritos para ser admitido en el “partido sanchista” es José Luis Sanz, alcalde de Sevilla y del PP, pues acaba de concederle a Susana Díaz el título de Hija Predilecta de Triana. Sí, es la misma Susana que en 2014 dijo aquello de “este chico no vale, pero nos vale” y que después pudo comparar ambas valías, la suya y la de él, tras la fatal derrota que sufrió en las primarias socialistas de la “reconquista” en 2017.

Pero una cosa son los dirigentes de un partido como el PP, podrido tras décadas de corrupción, y otra los cientos de miles de independentistas catalanes que no quieren ni querrán saber nada de España jamás, tal como corresponde a una cultura propia y a dos historias tan enfrentadas.

Por eso, Sánchez está consiguiendo con la amnistía que los independentistas tengan que subirse al mismo carro de una causa que, aunque cada parte la valore de manera distinta, los coloca juntos frente al mismo enemigo a muerte, palabra que también rima con jueces, y disculpas por tanta música.

Y pocas cosas neutralizan más al adversario, aunque sea independentista catalán, que compartir la misma trinchera desde la que defenderse contra un enemigo tan peligroso como el que representan unos jueces que, blindados con las togas, se dedican a hacer política sin urnas. Es decir, casi como en las cómodas dictaduras.

Solo le falta a Sánchez que la selección gane la Eurocopa futbolera. En ese caso, más le valdrá a Feijóo jubilarse o pedirle a Rueda que le haga un hueco en Galicia pues, a fin de cuentas, aquel no estaría en la Xunta si él no hubiera intentado la Moncloa.

¿Cuántas derrotas nos quedan por conocer de los adversarios de Pedro? ¿Y cuántas de sus aliados?

Seguiremos contemplando.

En mis tiempos se decía “¡qué potra tienes, tío!” y veo que la RAE coincide: “buena suerte”, “chiripa” y otras.

Tras triunfar con iniciativas decisivas, únicas y solo suyas como lo fueron la reconquista del liderazgo del PSOE en 2017, la conquista en 2018 de la Moncloa tras la única moción de censura exitosa durante el postfranquismo y, hace unos días, el cruel pero legal ultimátum a Feijóo para la renovación de un CGPJ más que caducado, vemos hoy a Sánchez manejando un conflicto con más potencia por la unidad de España que si hubiera convocado un referéndum a cara o cruz sobre la independencia de Catalunya y el SÍ a seguir sometidos a Madrid hubiera ganado por 9 a 1.