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La Primera República española, revisitada (y «revisada»)
Sobre la Primera República ha predominado una visión de desorden y de desgobierno, que explicaría su «fracaso». El muy conservador Menéndez y Pelayo la calificó como «un tiempo de desolación apocalíptica». Sin embargo, tres libros publicados con motivo del ciento cincuenta aniversario de su proclamación abren nuevas perspectivas: ''La Federal. La Primera República Española'' (Editorial Sílex), una obra colectiva coordinada por Manuel Suárez Cortina; ''La Primera República. Auge y destrucción de una experiencia democrática'' (Editorial Akal), cuya autora es Florencia Peyrou y en cuyo subtítulo no aparece la palabra «fracaso»; y ''Federación o muerte. Los mundos posibles del Cantón de Cartagena (1873)'' (Los Libros de la Catarata) de la historiadora francesa Jeanne Moisand, en el se propone «dar vida al pueblo cantonal» cuya derrota «lo condujo, al exilio, a la deportación y al silencio».
Junto a las tres obras citadas se ha publicado una cuarta que, como indica su subtítulo, recupera y amplifica la visión catastrofista sobre la República. Se trata de ''La Primera República Española (1873-1874). De la utopía al caos'' (Editorial Espasa) de Jorge Vilches, para quien la razón del «caos» fue que «La Federal se constituyó, propagó y defendió como una utopía política». Y señala un culpable, Francisco Pi y Margall, «predicador» y «gran propagandista de la utopía» âVilches le dedica todo tipo de descalificaciones: «exclusivista mesiánico», «golpista», «soberbio», «arrogante», «hipócrita», «dogmático», etc.â. El corolario para Vilches es obvio: los republicanos federales no pretendían instaurar un régimen democrático. La «prueba»: el «golpe de Estado del 23 de abril de Pi y Margall» [sic], mediante el cual este se «deshizo» de los radicales y de los conservadores al disolver por decreto la «Comisión Permanente» de la Asamblea Nacional en la que estos tenían la mayoría âa Vilches no le importa ir en contra de la «historiografía al uso» que considera que los golpistas fueron los radicalesâ. Después de eso, Pi «amañó» las elecciones a Cortes Constituyentes que dieron una aplastante victoria a los republicanos federales y que en cuanto se reunieron en junio proclamaron la «República Federal». Tras la «huida» de Estanislao Figueras, Pi asumió la presidencia del Poder Ejecutivo e intentó conciliar con los «intransigentes» que encabezaron la rebelión cantonal y que en realidad, según Vilches, estaban siguiendo sus «enseñanzas» sobre la construcción de ''La Federal'' «desde abajo», por lo que, según Vilches, Pi fue el responsable último de la sublevación, además de su cómplice. Ni que decir tiene que para Vilches, la rebelión cantonal fue el «epítome del caos».
El relato de Vilches sobre ''La Federal'' culmina con la justificación del golpe de Estado del «idealista» general Pavía del 3 de enero de 1874 que acabó con ella y que incluye como «novedad» la supuesta complicidad del entonces presidente del Poder Ejecutivo Emilio Castelar quien, según Vilches, «permitió, empujó y aplaudió el golpe» âsin embargo, las «pruebas» que aporta no se sostienen â y al que acusa de ser un hipócrita y un cínico porque «fingió apartarse de la política… pero no porque rechazara lo que había ocurrido…, sino para mantener limpia su imagen» y «no perder su reputación republicana». Para Vilches, la responsabilidad última del golpe de Estado no recae en los que lo dieron y lo apoyaron, sino en el «soberbio», «dogmático», «intolerante», «irresponsable», «obcecado» y «falto de visión de futuro» Nicolás Salmerón ya que, tras dejar de apoyar a Castelar, se alió con Pi y Margall para poner fin a su gobierno. «El comportamiento de Salmerón desencadenó el golpe de Estado de Pavía», dice Vilches. Así pues, «Pavía dio el golpe del 3 de enero para consolidar la República» [sic] y fue «La Federal, la utopía revolucionaria, visionaria y mesiánica,… [la que la] hizo imposible».
Vilches se ha propuesto con su libro «revisar» la historia de la Primera República pero reproduciendo y ampliando la tan repetida visión «apocalíptica» de la misma precisamente en un momento en que varios estudios locales y sectoriales estaban mostrando una imagen mucho más matizada. A mi juicio Vilches nos intenta vender mercancía caducada, aunque con el envoltorio de la novedad, con el propósito de deslegitimar ''La Federal'', y con ello la idea misma de República.
Sobre la Primera República ha predominado una visión de desorden y de desgobierno, que explicaría su «fracaso». El muy conservador Menéndez y Pelayo la calificó como «un tiempo de desolación apocalíptica». Sin embargo, tres libros publicados con motivo del ciento cincuenta aniversario de su proclamación abren nuevas perspectivas: ''La Federal. La Primera República Española'' (Editorial Sílex), una obra colectiva coordinada por Manuel Suárez Cortina; ''La Primera República. Auge y destrucción de una experiencia democrática'' (Editorial Akal), cuya autora es Florencia Peyrou y en cuyo subtítulo no aparece la palabra «fracaso»; y ''Federación o muerte. Los mundos posibles del Cantón de Cartagena (1873)'' (Los Libros de la Catarata) de la historiadora francesa Jeanne Moisand, en el se propone «dar vida al pueblo cantonal» cuya derrota «lo condujo, al exilio, a la deportación y al silencio».
Junto a las tres obras citadas se ha publicado una cuarta que, como indica su subtítulo, recupera y amplifica la visión catastrofista sobre la República. Se trata de ''La Primera República Española (1873-1874). De la utopía al caos'' (Editorial Espasa) de Jorge Vilches, para quien la razón del «caos» fue que «La Federal se constituyó, propagó y defendió como una utopía política». Y señala un culpable, Francisco Pi y Margall, «predicador» y «gran propagandista de la utopía» âVilches le dedica todo tipo de descalificaciones: «exclusivista mesiánico», «golpista», «soberbio», «arrogante», «hipócrita», «dogmático», etc.â. El corolario para Vilches es obvio: los republicanos federales no pretendían instaurar un régimen democrático. La «prueba»: el «golpe de Estado del 23 de abril de Pi y Margall» [sic], mediante el cual este se «deshizo» de los radicales y de los conservadores al disolver por decreto la «Comisión Permanente» de la Asamblea Nacional en la que estos tenían la mayoría âa Vilches no le importa ir en contra de la «historiografía al uso» que considera que los golpistas fueron los radicalesâ. Después de eso, Pi «amañó» las elecciones a Cortes Constituyentes que dieron una aplastante victoria a los republicanos federales y que en cuanto se reunieron en junio proclamaron la «República Federal». Tras la «huida» de Estanislao Figueras, Pi asumió la presidencia del Poder Ejecutivo e intentó conciliar con los «intransigentes» que encabezaron la rebelión cantonal y que en realidad, según Vilches, estaban siguiendo sus «enseñanzas» sobre la construcción de ''La Federal'' «desde abajo», por lo que, según Vilches, Pi fue el responsable último de la sublevación, además de su cómplice. Ni que decir tiene que para Vilches, la rebelión cantonal fue el «epítome del caos».