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Sin prisas, pero sin pausas

Sergio López

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Hay un discurso troncal, a veces silente, disfrazado entre los renglones de la Constitución, un discurso que aglutina el pensamiento de la ultraderecha española y un concepto ideológico fascista oculto en el sistema democrático. El discurso no es otro que el de “hay que salvar a la patria de los rojos”, otra vez la dialéctica del odio ancestral. El pensamiento por lo tanto nos retrotrae a la época del pensamiento único, España una, la nuestra. España grande, para nosotros y España libre, mientras nosotros queramos y hasta donde queramos, de momento conformaros con poder, los que podáis, tomar una cerveza en cualquier terraza del solar patrio. Obviamente la ideología que los envuelven aún conserva el cordón umbilical unido a los principios fundamentales del fascismo. No, no hay una derecha y una externa derecha o tres extrema derechas, no, solo hay una derecha, heredera del que lo dejo todo atado y bien atado y esa derecha alimenta sus actos y políticas con postulados fascistas, aunque a unos se le note más que a otros. El PP ha normalizado a Vox y Vox está blanqueando al PP, haciéndole parecer una derecha constitucional, europeísta y democrática. Craso error, lo que si hay es un tripartito que comparte el mismo escenario ultraderechista, el político, el judicial y el mediático.

Estamos en un proceso involutivo, pero no solo en España, a nivel global. Lula presidente de Brasil hubo de dimitir tras ser acusado y encarcelado, una vez resuelto su caso recobró la presidencia del país venciendo a Bolsonaro en las urnas. António Costa en Portugal igualmente hubo de dimitir por acusaciones de corrupción, que a posteriori resultaron infundadas. Pero la cuestión de las victorias judiciales contra la democracia arranca de largo. En 1986 Demetrio Madrid, presidente socialista de Castilla-León tuvo que dimitir tras ser procesado por un delito del que fue absuelto cuatro años después, ¿Quién le sucedió? José María Aznar. Mas recientemente, Mónica Oltra o Alberto Rodríguez al que el Tribunal Constitucional ha certificado que su condena por patear a un policía fue desproporcionada, también tuvieron que dimitir. Sin prisas, pero sin pausas, frase acuñada por el franquismo -tomada de otra de Goethe-, para referirse a la evolución que debía experimentar el Movimiento Nacional a fin de adaptarse a los cambios sin perder su esencia totalitaria, esa es la máxima de Abascal, Ayuso y compañía y por esa senda intentan hacer caminar a la democracia en nuestro país.

Estamos ante un previsible cambio de ciclo, no hay que rasgarse las vestiduras, hay que despertar las conciencias para evitar esta involución democrática.

Hay un discurso troncal, a veces silente, disfrazado entre los renglones de la Constitución, un discurso que aglutina el pensamiento de la ultraderecha española y un concepto ideológico fascista oculto en el sistema democrático. El discurso no es otro que el de “hay que salvar a la patria de los rojos”, otra vez la dialéctica del odio ancestral. El pensamiento por lo tanto nos retrotrae a la época del pensamiento único, España una, la nuestra. España grande, para nosotros y España libre, mientras nosotros queramos y hasta donde queramos, de momento conformaros con poder, los que podáis, tomar una cerveza en cualquier terraza del solar patrio. Obviamente la ideología que los envuelven aún conserva el cordón umbilical unido a los principios fundamentales del fascismo. No, no hay una derecha y una externa derecha o tres extrema derechas, no, solo hay una derecha, heredera del que lo dejo todo atado y bien atado y esa derecha alimenta sus actos y políticas con postulados fascistas, aunque a unos se le note más que a otros. El PP ha normalizado a Vox y Vox está blanqueando al PP, haciéndole parecer una derecha constitucional, europeísta y democrática. Craso error, lo que si hay es un tripartito que comparte el mismo escenario ultraderechista, el político, el judicial y el mediático.

Estamos en un proceso involutivo, pero no solo en España, a nivel global. Lula presidente de Brasil hubo de dimitir tras ser acusado y encarcelado, una vez resuelto su caso recobró la presidencia del país venciendo a Bolsonaro en las urnas. António Costa en Portugal igualmente hubo de dimitir por acusaciones de corrupción, que a posteriori resultaron infundadas. Pero la cuestión de las victorias judiciales contra la democracia arranca de largo. En 1986 Demetrio Madrid, presidente socialista de Castilla-León tuvo que dimitir tras ser procesado por un delito del que fue absuelto cuatro años después, ¿Quién le sucedió? José María Aznar. Mas recientemente, Mónica Oltra o Alberto Rodríguez al que el Tribunal Constitucional ha certificado que su condena por patear a un policía fue desproporcionada, también tuvieron que dimitir. Sin prisas, pero sin pausas, frase acuñada por el franquismo -tomada de otra de Goethe-, para referirse a la evolución que debía experimentar el Movimiento Nacional a fin de adaptarse a los cambios sin perder su esencia totalitaria, esa es la máxima de Abascal, Ayuso y compañía y por esa senda intentan hacer caminar a la democracia en nuestro país.