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Reaccionar ante la desfachatez de la extrema derecha
Viví en Alemania entre los años 2014 y 2019, y experimenté allí el nacimiento y crecimiento de la nueva extrema derecha alemana, la AfD. Actualmente, de nuevo en España, estoy reviviendo aquella época con la campaña electoral de Madrid y el desaforamiento de Vox y del PP. A quienes nos movilizábamos por una sociedad más inclusiva y justa en Alemania, la AfD nos dejó paralizados por un tiempo con su desfachatez, su descaro, su falta de respeto y consideración por toda norma de civilidad y por su juego sucio para obtener ventajas frente a sus adversarios políticos. Aún recuerdo nuestra estupefacción cuando la diputada federal de la ciudad en la que yo vivía mandó a su hija de 14 años a un poetry slam juvenil dedicado a la tolerancia y la multiculturalidad, para que recitara un poema lleno de odio hacia los refugiados. O cuando a mí me pusieron una denuncia por injurias por cosas que había dicho en una conversación privada, denuncia a la que la fiscalía no dio ningún cauce.
Tengo la impresión de que actualmente, en España, estamos tan estupefactos como lo estábamos en Alemania entonces. No sabemos muy bien cómo reaccionar ante las insolencias de Vox sin rebajarnos a su nivel. En Alemania costó un tiempo, y seguro que aquí también costará, aunque tiempo no tenemos mucho. Hace falta mucha educación política y sobre todo, ser analíticos, poner en evidencia lo que Vox busca con cada una de sus salidas de tono y provocaciones, y demostrar que para ellos, solo se trata de obtener ventajas injustas. Por ejemplo, hablar más que los demás en un debate interrumpiendo siempre y desobedeciendo a la moderación. Tras su apariencia de rebeldía antielitista, está la búsqueda de privilegios y ventajas. Todo sistema político como el que propone Vox está orientado al provecho de los poquitos que mandan y su corte, y al interés general. Bolsonaro, Trump o Orbán nos lo demuestran.
Tenemos que salir del asombro y empezar a reaccionar. Podemos, somos más, y somos mejores.
Viví en Alemania entre los años 2014 y 2019, y experimenté allí el nacimiento y crecimiento de la nueva extrema derecha alemana, la AfD. Actualmente, de nuevo en España, estoy reviviendo aquella época con la campaña electoral de Madrid y el desaforamiento de Vox y del PP. A quienes nos movilizábamos por una sociedad más inclusiva y justa en Alemania, la AfD nos dejó paralizados por un tiempo con su desfachatez, su descaro, su falta de respeto y consideración por toda norma de civilidad y por su juego sucio para obtener ventajas frente a sus adversarios políticos. Aún recuerdo nuestra estupefacción cuando la diputada federal de la ciudad en la que yo vivía mandó a su hija de 14 años a un poetry slam juvenil dedicado a la tolerancia y la multiculturalidad, para que recitara un poema lleno de odio hacia los refugiados. O cuando a mí me pusieron una denuncia por injurias por cosas que había dicho en una conversación privada, denuncia a la que la fiscalía no dio ningún cauce.
Tengo la impresión de que actualmente, en España, estamos tan estupefactos como lo estábamos en Alemania entonces. No sabemos muy bien cómo reaccionar ante las insolencias de Vox sin rebajarnos a su nivel. En Alemania costó un tiempo, y seguro que aquí también costará, aunque tiempo no tenemos mucho. Hace falta mucha educación política y sobre todo, ser analíticos, poner en evidencia lo que Vox busca con cada una de sus salidas de tono y provocaciones, y demostrar que para ellos, solo se trata de obtener ventajas injustas. Por ejemplo, hablar más que los demás en un debate interrumpiendo siempre y desobedeciendo a la moderación. Tras su apariencia de rebeldía antielitista, está la búsqueda de privilegios y ventajas. Todo sistema político como el que propone Vox está orientado al provecho de los poquitos que mandan y su corte, y al interés general. Bolsonaro, Trump o Orbán nos lo demuestran.