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Y todo sigue igual

Nuria García Rubio

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Más de tres años después del fin del confinamiento duro, son cada vez más las empresas que llaman a sus empleados a retomar la modalidad presencial, a volver a calentar las sillas de unas oficinas que quedan demasiado desangeladas.

Hagamos un previously on…

Llevo ocho años y medio en mi actual empresa y, tras nacer mi hijo, por la confianza adquirida con mi empresa y por conciliación familiar, a los cinco años de entrar me permitían teletrabajar un día a la semana desde casa. Pero ésta no era una práctica extendida, ni bien vista internamente.

En marzo de 2020 nos enfrentamos a una pandemia que paró nuestras vidas prácticamente en seco, y que nos afectó en muchos aspectos: hubo desconcierto y caos, hubo ERTEs… El teletrabajo fue la herramienta por la que muchas empresas consiguieron no solo mantener su persiana abierta, sino incluso mejorar sus márgenes de beneficio.

La pandemia forzó el teletrabajo en muchas actividades comerciales, pero no todas las empresas estaban preparadas para lidiar con las amenazas que se avecinaban, algunas ni siquiera eran conscientes del peligro. ¿Resultado? La demanda de servicios de ciberseguridad creció en 2020 notablemente.

Ah, casi lo olvido: trabajo en ciberseguridad.

En mi empresa no es que no dejáramos de trabajar, es que se tuvo que ampliar plantilla para poder abastecer semejante aluvión de servicios. Las jornadas de trabajo se extendían más allá del horario habitual para poder atender las miles de reuniones en remoto que tuvimos con la demanda de los pequeños de la casa faltos de atención durante aquellos días: recuerdo que mi pareja y yo nos creamos una agenda de reuniones compartida para no coincidir ambos, y así que uno de los dos pudiera atender al churumbel, que para entonces tenía tres años.

Toda una carta de recomendación, basada en hechos empíricos, para una nueva forma de trabajar que, superados los escollos que supone adaptarse a ella, proporciona otras ventajas que la modalidad presencial no puede ni plantearse.

Ay, pero de eso ya hace mucho.

Ya casi se nos ha olvidado aquello. Ya pocos ponen en valor el esfuerzo realizado por aquél entonces, cuando el trabajador, sin el aliento del supervisor en el cogote, demostró ser tanto o más productivo que con él. Cuando se constató que el trabajo por objetivos, y flexible, ayuda a un mejor rendimiento del empleado.

Ahora la duda se ha instalado en las cabezas pensantes que dirigen una organización: ¿están mis empleados rindiendo como toca? Ahora parece ser más importante tenerlos en la oficina, como si en remoto los beneficios fueran menores. Ahora parece que la confianza en el equipo ya no es tanta como en 2020, pese a que la plantilla sea la misma.

Ahora…

Es una tendencia que se está afianzando en muchas de las líneas de negocio englobadas dentro del sector de las nuevas tecnologías en lo que llevamos de año 2023.

Y yo me pregunto:

1. ¿Puede deberse a tener que reconocer oficialmente que un trabajador en remoto está soportando con su sueldo los gastos de conexión, luz, agua y acondicionamiento de temperatura en la ubicación desde la que desarrolla su labor?

1.1.¿Puede deberse a un temor si los trabajadores en remoto reclaman una compensación a los gastos que soportan desde 2020? Sé de empresas que han incorporado “ayudas” al teletrabajo, aunque yo no he visto un céntimo al respecto ni en tiempos de confinamiento duro.

O mucho peor:

2.¿Puede deberse a una vuelta al concepto noventero del “calentar la silla hasta que suene la campana”? ¿Qué el hecho de estar presencialmente en oficinas cuente más para los gestores que evalúan su desempeño, que la consecución de objetivos en tiempo y forma?

2.1.¿Impacta el hecho de no asistir presencialmente a tu puesto de trabajo en la proyección profesional del empleado por el simple hecho de “no estar visible”?

3.¿Cómo es posible que sea más fácil conseguir un nuevo puesto de trabajo en remoto, en una empresa que no me conoce de nada y en base exclusivamente al valor de mis conocimientos para su negocio, que mantenerlo en mi actual organización, en la que llevo más de ocho años?

Sea como sea, da la sensación de que una de las mejoras laborales provocadas por la mayor crisis sanitaria de los últimos cien años se desvanece ante nuestros ojos, sin saber exactamente la razón, aunque pensándolo fríamente tampoco importa mucho ésta sino las consecuencias de perder aquello ganado con el esfuerzo de todos los que lo hicimos posible.

Más de tres años después del fin del confinamiento duro, son cada vez más las empresas que llaman a sus empleados a retomar la modalidad presencial, a volver a calentar las sillas de unas oficinas que quedan demasiado desangeladas.

Hagamos un previously on…