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Teletrabajo, el caramelo envenenado

Una mujer realiza teletrabajo en su casa

Ana Belén Pérez Villa

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El otro día me contaba una mujer que su jefe quería implantar el teletrabajo de forma permanente, y en primer lugar se lo había ofrecido a ella, dando por hecho que lo iba a aceptar con los ojos cerrados. Su sorpresa fue que esta mujer rechazó la oferta. Es la única mujer en el departamento y todas las miradas cuando se habla de familia, colegio, cuidados y menores se centran en ella. El resto de compañeros, todos varones, al parecer, no tienen la obligación de teletrabajar, solo es una opción, sin embargo, a esta mujer, su jefe se lo planteó a hecho consumado.  

Ella no quiere teletrabajar, prefiere ir a la oficina, tomar el café con las compañeras y visibilizar su trabajo. Se siente 'fuera de juego' teletrabajando, piensa que trabajar desde casa es una forma de desplazarla del meollo laboral, de la toma de decisiones, de lo que se cuece en el día a día. Y ella quiere promocionar, aprender, asumir nuevos retos y proyectos, pero lo tiene complicado en un sector tan masculinizado, en un departamento donde ella es la única mujer.

Esta mujer es madre y parece que sus compañeros ven en ella el blanco fácil, una situación personal que utilizan en su contra, como si ellos no fueran padres (que lo son) y cuidadores (que deberían). Ella quiere asumir más tareas, nuevos proyectos, pero su jefe no le da la oportunidad, no le ofrece alicientes que la motiven en su trabajo, es como si hubiera tocado techo. Y luego hablan de techos de cristal, son más bien de cemento armado.

Y ha tocado techo. ¿Por qué? ¿Por ser mujer? ¿Por ser mujer y madre? ¿Por ser la única mujer en el departamento? Por todo esto. 

A otra mujer cuando nació su bebé le dijeron en la empresa que lo mejor que podía hacer es acogerse a la jornada reducida para cuidarlo, incluso solicitar una excedencia. 

Nos “animan” a teletrabajar, a reducir jornadas, a pedir excedencias. Y nos dicen que es por nuestro bien, que así vamos a cuidar mejor, a sentirnos mejor (quieren decir 'menos culpables'), en definitiva, a invisibilizarnos mejor. 

La Asociación Yo No Renuncio, del Club de Malasmadres, registró antes del verano en el Ministerio de Trabajo y Economía Social una propuesta de teletrabajo que contemplara la perspectiva de género, apostando por un modelo semipresencial que “no encierre a las mujeres en los hogares”, invisibilizándolas en el trabajo, y por una conciliación familiar y laboral.

¿Por qué cuidar y producir son trabajos incompatibles?, ¿Acaso podríamos producir en las empresas si no hubiera nadie que nos cuidara?, ¿Por qué el trabajo del cuidado se percibe como una amenaza para la vida laboral si, en realidad, es necesaria para su sostenibilidad?, ¿Qué se necesita para que una mujer no se vuelva invisible en su empresa al ser madre?”. Estas son algunas de las preguntas que se desprenden del informe ‘Las invisibles’, elaborado por la Asociación Yo No Renuncio del Club de Malasmadres.

Quieren que seamos madres, pero nos penalizan por ello. Además, en algunas empresas hasta nos dicen cómo debemos organizarnos. Nos tutorizan hasta para eso. El paternalismo en el entorno laboral es un cepo que nos impide avanzar profesionalmente. Y entretanto, tenemos que escuchar cómo algunos padres se quejan de los cuidados, incluso cuentan chascarrillos (yo los he oído) de sus escaqueos, y todo esto entre risas, como si fueran tareas de poca monta, “cosas de mujeres”. Mientras algunos hombres parece que teletrabajan en el ámbito familiar, las mujeres muchas veces se ven obligadas a teletrabajar en la empresa, por presión laboral y por presión familiar.

El patriarcado nos ha hecho creer que cuando una mujer es madre deja de tener aspiraciones, deja de tener derecho a promocionar en la empresa, de crecer profesionalmente. Es como si un piloto rojo se hubiera instalado en su cerebro para pensar únicamente en las criaturas. Falso. 

La brecha laboral de género es acuciante y corremos el riesgo de que el teletrabajo la convierta en una fantasía. Habría que preguntarse cuántas mujeres optarían al teletrabajo y el porqué, y analizar esas cifras. El teletrabajo puede ser el caramelo envenenado para las mujeres. ¿Conseguirá la nueva ley que articula el teletrabajo revertir la situación? En principio la ley sí recoge la perspectiva de género. Con el tiempo evaluaremos su aplicación.

Primero nos dijeron que media jornada, luego que teletrabajáramos y lo siguiente fue el despido. Basado en hechos reales.

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