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El tiempo

Alejandro de Gregorio

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A raíz de mezclar la música de unos cuentos audiovisuales del programa “Mà de contes” para niños, la ilusión que tendrán ellos y la que me han trasmitido tanto el director del programa, Manuel Barrios, como los jóvenes compositores me han conducido a escribir este sencilla e “infantil” reflexión sobre el tiempo

El tiempo

El tiempo transcurre implacablemente para la mente del ser humano, el hombre ha intentado primero medirlo y luego poseerlo desde hace miles de años, intentando conocer cuando se aproximaban el frío el calor o las lluvias, al principio mirando el sol, las estrellas, la luna y sus fases o las mareas, todos ellos protagonistas del devenir de los días pero cuando el hombre ha intentado poseerlo o dominarlo los días han pasado uno tras otro implacablemente en dirección al futuro, en dirección a donde nunca llegará porque se le habrá pasado el “tiempo” durante una involución humana donde falsamente se compra el tiempo, ese tiempo que se ha inventado para mirar a otro lado, lejano del real.

El hombre se inventado para ello la clepsidra de los egipcios o reloj de agua, el reloj de sol, el reloj de arena, los obeliscos, los calendarios romanos y maya, el reloj mecánico, le reloj de péndulo, el cronómetro, el reloj de cuarzo, el reloj digital, el reloj atómico… Todas estas herramientas y sistemas para saber cuánto nos queda, cuanto falta, cuanto se demora aquello que ha pasado o vendrá.

El adulto Homo sapiens está sometido al tiempo, aunque se imagine que lo tiene controlado, lo mide, pero sus propios miedos, sus propias acciones desembocan en tiempos a destiempo, en cambio, los niños son los grades poseedores del tiempo, cuando no les gusta algo directamente lo rechazan y si se les vuelve a proponer expresan su repulsa a invertir su tiempo en aquello que les aburre, de alguna manera se niegan a volver a vivir algo que le ha hecho “perder el tiempo” les gusta utilizar su tiempo disfrutarlo con algo que les haga felices.

Cuanto tenemos que aprender de ellos, cuanto como adultos y cuanto como especie, porque nuestra memoria colectiva, de lo que no nos gusta, de lo que nos aburre, de lo que despreciamos, de lo que no queremos que se repita, simplemente no la utilizamos.

Si realmente nos lo propusiéramos, tal vez nuestros “genes” mutarían y trasmitirían el recuerdo de lo despreciable que es la guerra, el hambre en cualquier boca, la violencia… Y viviríamos junto al tiempo, porque tener que estar pendiente de circunstancias que despreciamos es inevitable pero es una “pérdida de tiempo” y en esto último, aunque parezca mentira, la sociedad parece que esté haciendo un constante máster, que ahora es el modelo de aprendizaje de moda para subsistir y mantener el sistema, de aburrirse de inexorablemente “perder el tiempo” en todos los sentidos, tal vez la sobrevivencia.

Tal vez sin guerras, sin hambre, sin injusticia, sin… Tal vez en lugar de contar el tiempo que nos queda, viviríamos el tiempo que tenemos sin medirlo, disfrutándolo. Tal vez miraríamos el tiempo solo para saber cuando aproxima el frío, el calor, cuando cosechar o cuando descansar, cuando amar, cuando despedir tranquilamente, tal vez simplemente viviríamos. Tal vez la meteorología del alma, de los sentidos, nos mostraría que estamos en el “buen tiempo”.

A raíz de mezclar la música de unos cuentos audiovisuales del programa “Mà de contes” para niños, la ilusión que tendrán ellos y la que me han trasmitido tanto el director del programa, Manuel Barrios, como los jóvenes compositores me han conducido a escribir este sencilla e “infantil” reflexión sobre el tiempo

El tiempo