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Que trata de la depravación

Sergio López | socio de elDiario.es

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Cualquier tiempo pasado fue mejor, frase sacada de contexto de las coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique; no sé qué tiempos fueron mejores, desde luego el tiempo de la dictadura no, habrá de todo dependiendo de la perspectiva, lo cierto es que el tiempo está relleno de muertos y la historia de sus huellas, proyectos y recuerdos. Y es cierto que un país no lo hacen sus muertos sino el legado que consiga salvarse de las hogueras de los radicales y de sortear los ciclos en que la ira lucha por prevalecer sobre la razón.

De estos radicales solo podemos salvarnos a través de la educación y la cultura, también es importante el convencimiento para convencer y el respeto para que el discurso goce de credibilidad, porque a esta derecha disfrazada y tosca y a su criatura, más a la derecha aún, inculta e incivilizada solo se le pueden poner frente al espejo de su anacrónica presencia desde la sabiduría y la madurez democrática. Para ello es importante establecer el debate como método, como estrategia que fomente el pensamiento crítico y que sirva de vínculo con los ciudadanos, en contraposición al frentismo desleal y la intolerancia a la que nos tienen ya habituados los protagonistas de la foto de Colon.

Esa foto color sepia y con ribetes negros, una foto finish, perdonen el anglicismo, esa foto de llegada, “fotografía usada para determinar el vencedor de una carrera cuando los participantes llegan a la meta muy igualados” según la RAE; una carrera contra la razón que tanto PP, como VOX o Ciudadanos han iniciado juntos y la terminaran cuando quien tenga que dictaminar el vencedor emita un veredicto de carrera nula y ese juez debe ser el ciudadano en el momento de emitir su voto.

Es imprescindible, para contrarrestar la dialéctica del caos en la que se han instalado los líderes de las derechas, tener la capacidad de analizar esos discursos antes de darlos como ciertos. Las fake news están potenciando entre los ciudadanos el analfabetismo funcional, anulando la capacidad de dudar sobre la veracidad de una aseveración y poder rechazar, desde el razonamiento, afirmaciones de contenidos con una dosis de veracidad y precisión poco ajustadas a la realidad que se pretende transmitir.

La democracia como empresa colectiva, guiada por la razón y el entendimiento entre diferentes, debe prevalecer sobre lo particular y contribuir al mantenimiento del Estado. A este mantenimiento deben contribuir también los ciudadanos y para ello la política debe seducirlos a través de la persuasión aunque, como afirma Maquiavelo, siempre habrá quienes quieran ser engañados y consideren, en palabras de Pedro Sánchez en entrevista concedida a El País, “que la democracia no es un instrumento eficaz para responder a sus demandas” abonándose asi a los posicionamientos autoritarios que están marcando tendencia últimamente en nuestro país.

Trivializar los fundamentos de la convivencia es un ejercicio de depravación política, su fin último es anular el sentimiento solidario de los ciudadanos e instalarlos en un escenario de distopía sin retorno. En esta práctica obscena y alienante se han instalados las derechas de este país. Su negacionismo se sumerge en la tesis de la banalidad del mal, en la que la responsabilidad del individuo se diluye dentro del sistema, y esta estrategia contribuye a la desmovilización de sectores progresistas y refuerza a un electorado, cada vez más escorado hacia la extrema derecha, que amortiza, sin ruborizarse, uno tras otros los casos de corrupción que asolan al PP.

Amparado en estas tácticas el supremacismo se instala en el subconsciente de estos colectivos que sienten más incomodidad que temor ante la presencia de las minorías. Ven amenazada no ya su economía, situación laboral o seguridad, sino la ocupación de su espacio social, como si fuesen especies invasoras que hay que erradicar.

Cualquier tiempo pasado fue mejor, frase sacada de contexto de las coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique; no sé qué tiempos fueron mejores, desde luego el tiempo de la dictadura no, habrá de todo dependiendo de la perspectiva, lo cierto es que el tiempo está relleno de muertos y la historia de sus huellas, proyectos y recuerdos. Y es cierto que un país no lo hacen sus muertos sino el legado que consiga salvarse de las hogueras de los radicales y de sortear los ciclos en que la ira lucha por prevalecer sobre la razón.

De estos radicales solo podemos salvarnos a través de la educación y la cultura, también es importante el convencimiento para convencer y el respeto para que el discurso goce de credibilidad, porque a esta derecha disfrazada y tosca y a su criatura, más a la derecha aún, inculta e incivilizada solo se le pueden poner frente al espejo de su anacrónica presencia desde la sabiduría y la madurez democrática. Para ello es importante establecer el debate como método, como estrategia que fomente el pensamiento crítico y que sirva de vínculo con los ciudadanos, en contraposición al frentismo desleal y la intolerancia a la que nos tienen ya habituados los protagonistas de la foto de Colon.