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¿De dónde viene la España profunda?

Fernando Pérez Martínez

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El revoloteo alado de los cuervos de Trento proyecta su sombra móvil distorsionando la luz solar que, pese a tal, alumbra nuestras vidas a cuarenta años de cumplirse cinco siglos del cisma que originó el súbito alzamiento del vuelo de sotanas de los defensores de la pompa, el tronío y el ringo rango de quienes pretenden tener el monopolio de la línea directa con el Amo del capo vaticano, “versus” (vs.) los reformadores que, primero modestitos y juiciosos prefieren menos boato y más sitio para todos. También polemizan sobre fantasías ajenas a la racionalidad enfrentados y coléricos sobre sus disputas medievales. Que si la comunión no es un prosaico y anodino esnobismo simbólico de mendrugo y chato de tinto, sino una real respetuosísima y devota degustación e ingesta de sagradas carnes, acompañadas de sorbos de sangre sacra y fresquísima… y otros asuntos que confrontaban su

interés en el medievo.

El problema para los europeos del siglo XXI comenzó con el poder absoluto que llegaron a ejercer, dilapidadores del Imperio Español, colonial autoritario, machista, dejado en manos de la secta católica romana, además homosexual y pedófila… , por mencionar sólo dos características que han llegado hasta nuestros días, ejerciendo el poder que confería dios a los suyos en el medievo, a los príncipes de sus teocracias, que les permitía quemar vivos a sus rivales (ver Miguel Delibes, “El hereje” Ediciones Destino) y así se mantuvo a lo largo de los años. Con uñas y dientes luchando sin cuartel durante cuatro siglos perdiendo centímetro a centímetro su poder absoluto, palmo a palmo arrancado, a medida que la fuerza liberadora del raciocinio humano iba iluminando el entendimiento racional, venciendo el miedo.

Con el ejemplo del valor de quienes, conscientes de la encrucijada histórica que les tocó vivir no cerraron los ojos ni dieron un paso atrás. Pagaron el progreso de la nación generando una deuda de sangre impagable con sus sucesores, herederos y cuantos se arrogan vitola de demócratas y progresistas, amén de los inevitables arribistas de última hora que llegaron cuando estaba todo pagado, salvo el reconocimiento que una sociedad formada y madura jamás debe olvidar. La de vidas, esfuerzo, sacrificio que españolas y españoles arriesgaron sin vacilar. Millares de vidas a lo largo de estos siglos hicieron posible en España la “Ilustración”, la difusión de la “Enciclopedia” y el progreso en la Educación racional de los pueblos ganando terreno a la milagrería, combatiendo con su sangre la epidemia de monjas de las llagas y apariciones de vírgenes rupícolas y arborícolas que por doquier, desde sus peculiares sitiales confundían con mensajes incomprensibles e inquietantes a la trashumancia analfabeta anticipando el misterioso futuro con que la Providencia amenazaba a la humanidad racional durante los siglos XIX y XX.

Fue en el primer cuarto del siglo XX, que ciudadanos españoles (entre los que destaca José Martínez Linares en Ávila), ilustrados, demócratas partidarios del respeto a los derechos humanos en un estado laico de ciudadanas y ciudadanos libres, amenazó pacíficamente el monopolio que sobre la “educación” venía ejerciendo la integrista y cruenta secta católica romana surgida del Concilio de Trento (1563). No transigieron con la pérdida del ritual proselitista y su peculiar catequesis que les garantizaba otros cuatrocientos años de dominación y asesinato impune de sus adversarios que durante siglos hicieron pasar por enseñanza, los cabecillas , seglares y clérigos muy contaminados por la propaganda “conspiranoica” de los “Boletines de la Entente” impregnados del derecho racista que les conferían los divinos rasgos caucásicos ostentados por su dios desde la imaginería contemporánea al Concilio.

El revoloteo alado de los cuervos de Trento proyecta su sombra móvil distorsionando la luz solar que, pese a tal, alumbra nuestras vidas a cuarenta años de cumplirse cinco siglos del cisma que originó el súbito alzamiento del vuelo de sotanas de los defensores de la pompa, el tronío y el ringo rango de quienes pretenden tener el monopolio de la línea directa con el Amo del capo vaticano, “versus” (vs.) los reformadores que, primero modestitos y juiciosos prefieren menos boato y más sitio para todos. También polemizan sobre fantasías ajenas a la racionalidad enfrentados y coléricos sobre sus disputas medievales. Que si la comunión no es un prosaico y anodino esnobismo simbólico de mendrugo y chato de tinto, sino una real respetuosísima y devota degustación e ingesta de sagradas carnes, acompañadas de sorbos de sangre sacra y fresquísima… y otros asuntos que confrontaban su

interés en el medievo.