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Vivir hinchada: menopausia y gluten
Leo esta mañana en una noticia atrasada, que el dieciocho de octubre es el día de la menopausia. ¡Qué calladito se lo tenían! No recuerdo haber visto en las noticias ninguna referencia, ni reportaje; ni siquiera el típico reportero becario tratando de encontrar alguna mujer que conteste a sus preguntas. NADA.
Las mujeres a partir de los cincuenta no interesan al sistema. Cuando te quedas embarazada y mientras eres fértil, la Ginecología te hace cierto caso en general. Una vez pronunciadas las palabras malditas “no tengo la regla desde hace un año” ingresas en una especie de limbo. Nadie presta atención a los problemas que la nueva situación fisiológica conlleva. Se asume que una mujer menopáusica va a coger peso, va a sufrir sofocos, tener insomnio, cambios de humor repentinos, sequedad... y no pasa nada.
Algunos profesionales de la medicina se molestan en comentar como de pasada que existen en los herbolarios o en parafarmacias cosas que alivian esas alteraciones. Las farmacéuticas, por su condición de mujeres, tratan de paliar esa carencia. Algunas mujeres afortunadas contarán con la posibilidad de utilizar unos parches de estrógenos que retrasarán los síntomas. Parches, que no debes usar si tienes antecedentes familiares de cáncer de mama.
Yo entré en el limbo de la menopausia a los cuarenta y nueve años (tengo antecedentes. Nada de parches). Pese a seguir consejos como “haz ejercicio”, tomar pastillas de salvia (nada baratas), alimentarme de forma sana... no conseguí evitar ni uno solo de los síntomas. Es más, aparecieron todos: empecé a coger peso, tenía un humor de perros sin motivo, dejé de caer frita al tocar la almohada como era lo habitual y la piel de las piernas no se veía nunca ahíta de crema: siempre seca.
Diez años después la casualidad ha querido que haya conocido a una persona (fisioterapeuta y kinesióloga) que me ha devuelto a mi cuerpo de antes. No lo ha hecho imponiendo una estricta dieta ni agotadoras sesiones de ejercicio físico. Mucho más sencillo, me instó a dejar de tomar gluten.
¿Por qué el gluten?
El gluten es inflamatorio per se, algunas personas desarrollan sensibilidad, otras intolerancia y otras nada.
Empecé a no comer gluten a finales de julio. Soy de las que no perdono la piscina. Al usar bikini, un mes después el cambio en mi cuerpo empezaba a ser evidente: me estaba deshinchando.
Durante los tres primeros meses no hubo bajadas importantes en la báscula, pero mi barriga estaba desapareciendo, mi cintura se empezaba a estilizar. La ropa, que antes me solía oprimir ahora bailaba entorno a mis caderas.
Es difícil explicar a alguien que no lo haya experimentado, lo que es pasar de vivir hinchada, donde todo te oprime, donde la ropa que te va bien a las diez de la mañana, a las cuatro de la tarde no te abrocha; donde comas lo que comas, tu estómago se convierte en un globo tenso.
Tras dos meses sin gluten, no hay que hacer nada para subir la cremallera de los pantalones; la falda que no te llegaba de cintura, ahora baila. Se acabaron las “ñapas” como imperdibles, correr botones...
Lo mejor te espera en tu cuarto de baño: el espejo que antes ignorabas, ahora es tu amigo. La imagen que devuelve eres tú. Solo había que liberarla de toda esa inflamación adquirida día tras día.
Hace un par de días encontré otro artículo que llamó mi atención.
Lo firma María Real Capell, farmacéutica, nutricionista y psiconeuroendocrina. Publicado en la revista Saber Vivir de televisión española: Soy nutricionista y este es el pan que recomiendo a las mujeres a los 50 (se come poco en España): “Cuando la mujer llega a la década de los 50 aumenta la tendencia a subir de peso y a sufrir inflamación. Hay un tipo de pan que si introduces en la dieta diaria te ayudará a controlar estos efectos.”
El tipo de pan es trigo sarraceno.
¿Por qué no se informa a las mujeres de los procesos que casi seguro van a sufrir?
Ahora cada mujer que me cruzo por la calle con abdomen abultado, me genera un sentimiento de solidaridad. Me reprimo para no decirles: Deja de comer gluten. Verás cómo tu barriga empieza a desaparecer.
Estamos en noviembre, sigo sin comer gluten. Mi cuerpo ha terminado de deshincharse. Ahora baja de peso lentamente: casi cuatro kilos menos.
Me complace pensar que ingresaré en los sesenta mejor de como estaba en los cincuenta.
Leo esta mañana en una noticia atrasada, que el dieciocho de octubre es el día de la menopausia. ¡Qué calladito se lo tenían! No recuerdo haber visto en las noticias ninguna referencia, ni reportaje; ni siquiera el típico reportero becario tratando de encontrar alguna mujer que conteste a sus preguntas. NADA.
Las mujeres a partir de los cincuenta no interesan al sistema. Cuando te quedas embarazada y mientras eres fértil, la Ginecología te hace cierto caso en general. Una vez pronunciadas las palabras malditas “no tengo la regla desde hace un año” ingresas en una especie de limbo. Nadie presta atención a los problemas que la nueva situación fisiológica conlleva. Se asume que una mujer menopáusica va a coger peso, va a sufrir sofocos, tener insomnio, cambios de humor repentinos, sequedad... y no pasa nada.