Calientan café y preparan tortillas para que la familia coma algo antes de salir al campo a trabajar. Ellas también tienen la responsabilidad de ver cómo aportan a la economía familiar, como muchas mujeres en el mundo. En el mejor de los casos, quizás hoy tendrán que tapiscar o limpiar la milpa en la tierra que cultivan. Probablemente no sean propietarias de esa tierra, quizás es tierra de la familia, del esposo o alquilada. O quizá hoy las contraten para trabajar de jornaleras por unas horas en alguna finca recogiendo café, palma africana, piña o banana, recibiendo un pago por su trabajo que no le alcanzará ni para cubrir la alimentación de su familia este día… O quizá hoy no tengan la oportunidad ni de acceder a un jornal de trabajo, como les sucede a las mujeres de las familias desalojadas en el Valle del Polochic.
Paulina Juc y Concepción Tiul son dos de las muchas mujeres del Valle del Polochic que fueron desalojadas violentamente junto a sus familias hace ya 2 años por las fuerzas de seguridad del Estado de Guatemala y de una empresa privada que reclamaba la propiedad de las tierras donde ellas residían y cultivaban sus alimentos. Perdieron todo: su hogar, su tierra, su ropa, sus recuerdos materiales; los cuerpos de seguridad no les dieron tiempo para sacar las cosas, lo quemaron todo.
Pero no lograron quemarles lo más valioso que ellas tienen: la voluntad de seguir luchando por sus derechos.
En Guatemala muchas mujeres rurales, indígenas, campesinas y artesanas se levantan cada día al cantar el gallo, realizan las tareas del hogar, tratan de llevar un salario a casa, se encargan de la educación de sus hijos, atienden a la familia. Su jornada diaria acaba cuando todos ya se han ido a dormir. Entonces apenas les quedan unas horas para descansar antes de que inicie el nuevo día.
Pero además, salen a la calle a reclamar su derecho a ser propietarias de la tierra. Reclaman su derecho a ser escuchadas y tomadas en cuenta por la sociedad, el gobierno y los medios de comunicación. Exigen su derecho a una vida digna y libre de cualquier tipo de violencia. Exigen su derecho a que se les reconozca y respete como ciudadanas y sujetas políticas y económicas.
Hace unos días Paulina Juc nos decía: “Yo no me voy a rendir. Seguiré luchando por la tierra. Tengo que dar ejemplo a mis hijos. Sé que es un derecho que tengo como persona y sé muy bien que es el recurso más importante como medio de vida ya que comemos y bebemos de la madre tierra. También es la mejor herencia que puedo dejar a mis hijos porque les dará seguridad para que jamás vivan ellos esta situación que actualmente estamos viviendo. Espero tener fuerzas en 2013 para seguir luchando por nuestra tierra y exigiendo al presidente Pérez Molina que cumpla de una vez su promesa”.
Yo tampoco me voy a rendir. Seguiré luchando por los derechos de ellas, de nosotras, de todas.
Calientan café y preparan tortillas para que la familia coma algo antes de salir al campo a trabajar. Ellas también tienen la responsabilidad de ver cómo aportan a la economía familiar, como muchas mujeres en el mundo. En el mejor de los casos, quizás hoy tendrán que tapiscar o limpiar la milpa en la tierra que cultivan. Probablemente no sean propietarias de esa tierra, quizás es tierra de la familia, del esposo o alquilada. O quizá hoy las contraten para trabajar de jornaleras por unas horas en alguna finca recogiendo café, palma africana, piña o banana, recibiendo un pago por su trabajo que no le alcanzará ni para cubrir la alimentación de su familia este día… O quizá hoy no tengan la oportunidad ni de acceder a un jornal de trabajo, como les sucede a las mujeres de las familias desalojadas en el Valle del Polochic.