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Gregorio López-Bravo de Castro, ministro clave de la dictadura de Francisco Franco, ayudó al industrial y multimillonario José María Aristrain Noain a esconder su fortuna a la Hacienda pública española como administrador de una de las fundaciones opacas de los 'señores del acero' vascos en el paraíso fiscal de Liechtenstein. Así se desprende de la investigación Los Papeles de la Castellana, elaborada conjuntamente por las redacciones de eldiario.es, La Marea y Diagonal, a partir de una documentación remitida al buzón seguro filtrala.org procedente de distintos despachos de asesores tributarios ubicados en el Paseo de la Castellana, el distrito financiero de Madrid.
López-Bravo, íntimo amigo de José María Aristrain Noain, fue responsable de las carteras de Industria y de Exteriores durante la dictadura franquista entre 1962 y 1973 y acabó su trayectoria profesional, truncada por su repentino fallecimiento en 1985, como empleado de Aristrain. Su nombre figura en uno de los documentos recopilados en julio de 2015 por los asesores fiscales de la hija de Aristrain, María de los Ángeles Aristrain de la Cruz, como paso previo a los trámites para regularizar un patrimonio multimillonario gestionado a través de sociedades opacas que el patriarca de la familia legó a sus hijos y que la condesa de Biñasco ocultó durante décadas a las autoridades españolas.
Según una carta fechada el 17 de julio de 1985, López-Bravo figuró hasta esa fecha como administrador de una de las herramientas que utilizó Aristrain para no pagar impuestos en España, la Fundación Gordi, radicada en Vaduz, capital de Liechtenstein. En la carta, dirigida al consejo de la Fundación Gordi, se comunicaba el cese de Gregorio López-Bravo como consejero de esa entidad, que fue una de las piezas clave de la estructura opaca de los Aristrain en el exterior.
La misiva instaba a que “el hijo y la hija”, Ángeles Aristrain y su hermano, José María Aristrain de la Cruz, “puedan disponer de su parte de la fortuna de la fundación y sus ingresos entre los 21 y los 28 años con el consentimiento del consejo de familia de la fundación”. José María Aristrain hijo, al que la Agencia Tributaria quiere sentar en el banquillo por un fraude fiscal de cerca de 200 millones de euros, el mayor de la historia judicial española, ya era en aquel momento mayor de edad. Su hermana Ángela todavía no había cumplido los 16 años. Según la documentación de Los Papeles de la Castellana, la herencia oculta en entidades opacas en Liechtenstein se repartió entre los dos hermanos en 1993, tras cumplir Ángela los 24 años.
Las fundaciones de Liechtenstein son una figura jurídica propia de ese minúsculo principado de menos de 37.000 habitantes que permiten a sus beneficiarios gestionar su patrimonio a través de un banco (normalmente, suizo) preservando en todo momento su anonimato. Son un instrumento similar al utilizado durante años por el multimillonario sueco Ingvar Kamprad para controlar su participación en la multinacional de los muebles Ikea sin pagar impuestos.
El cese de López-Bravo como administrador de la Fundación Gordi de Liechtenstein se produjo cinco meses después de su repentino fallecimiento. El antiguo ministro franquista murió en un accidente aéreo el 19 de febrero de 1985, cuando un avión de Iberia se estrelló en el Monte Oiz, a 30 kilómetros del Aeropuerto de Bilbao, sin que hubiera supervivientes. Menos de un año después de esa tragedia, el 20 de mayo de 1986, el fundador de la Corporación Aristrain, José María Aristrain Noain, también fallecía en otro accidente aéreo sobrevolando la Costa Azul francesa.
El sustituto de López-Bravo en el consejo de la Fundación Gordi fue el abogado Eusebio Laviñeta Hualde, vinculado en esos años a la Corporación J. M. Aristrain, la mayor siderúrgica española de aquella época. Según el Registro Mercantil, Laviñeta, con el que no ha sido posible contactar, ha ocupado 22 cargos en ocho sociedades, casi todas pertenecientes a la familia Aristrain.
No es posible determinar en qué fecha se constituyó la Fundación Gordi, dado su carácter opaco. Varios documentos en poder de los asesores fiscales de Ángela Aristrain acreditan que esta entidad manejó durante las décadas de los 80 y los 90 un patrimonio millonario. La fundación, vinculada a una cuenta de UBS en Suiza, gestionaba a 30 de abril de 1988, dos años después de la muerte de José María Aristrain, activos valorados en 18.052.986 dólares. A 27 de agosto de 1989, su cartera ya alcanzaba los 19.990.145 dólares; a 31 de diciembre de 1990, 22.086.380 dólares, con una tasa de retorno interna del 10,8%; y a 31 de diciembre de 1992 tenía 24.719.226 dólares y un retorno anual del 8%. Teniendo en cuenta la inflación acumulada, esos 24,7 millones de dólares equivaldrían hoy a más de 39 millones de euros.
El asesor de UBS autorizado por los Aristrain como administrador de los activos de Gordi era el suizo Josef Oberholzer. En 2002, una Corte helvética absolvió a este banquero, que fue vicepresidente de UBS, por su implicación en una red para permitir a un cártel colombiano blanquear 150 millones de dólares procedentes del narcotráfico. En aquel momento, fue el mayor caso de blanqueo de la historia de Suiza.
El vínculo entre López-Bravo y Aristrain, dos destacados miembros del Opus Dei, está ampliamente documentado. Tras dos décadas en política, el exministro presidió hasta su muerte Siderúrgicos Independientes Asociados (Siderinsa), la patronal que defendía los intereses de las empresas acereras españolas y que había sido auspiciada por su amigo Aristrain. A preguntas sobre este asunto, dos de los nueve hijos que tuvo el exministro confirman la estrecha relación entre el empresario y su padre, profesional y personal, pero aseguran desconocer su vinculación con esa fundación. Por su parte, Ángeles Aristrain no ha querido hablar con eldiario.es para comentar este asunto.
Como ministro de Industria, el fallecido expolítico fue el máximo responsable de la política industrial española en la década de los 60 del siglo pasado. En esos años de desarrollismo franquista, con la economía sometida a una fuerte intervención gubernamental, José María Aristrain forjó su imperio siderúrgico y su fortuna.
En abril de 1969, cuando López-Bravo todavía era ministro de Industria (pasó a Exteriores en octubre de ese año), Aristrain, que ya había empezado a tejer una red de entidades opacas en Liechtenstein, le nombró consejero de una recién creada fundación en España. La entidad llevaba el nombre del industrial y tenía como consejeros a, entre otros, al “ilustrísimo y reverendísimo señor don Ángel Suquía”, entonces obispo de Almería. A la postre cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal Española, en 1986, como Arzobispo de Madrid, Suquía ofició la misa funeral por el ex ministro. “Era uno de esos cristianos de a pie a través de los cuales la Iglesia se hace presente y operante en la sociedad”, diría de él el religioso.
“Empresa Modelo”
En junio de 1972, un año después de que Francisco Franco recibiera a Aristrain en el Palacio de El Pardo para distinguir a su compañía como “Empresa Modelo”, López Bravo fue uno de los cuatro ministros del Franquismo presentes en el acto en el que la Dictadura celebró la concesión a Aristrain de la medalla al Mérito en el Trabajo.
La relación con López-Bravo se mantuvo en los siguientes años. El periodista José Apezarena, muy cercano al Opus Dei, contaba en su libro Todos los hombres del Rey (1997) que, cuando en 1973 López-Bravo se entera en un viaje oficial a París de su destitución como ministro de Exteriores de la dictadura, el encargado de recogerle del avión que le trajo a Madrid fue “su amigo José María Aristrain”.
La última etapa de López Bravo en política transcurrió al abrigo de la incipiente Alianza Popular y de la mano de Aristrain. El historiador Miguel A. del Río Morillas, especialista en Historia contemporánea española, cuenta en un artículo sobre la génesis de Alianza Popular que la candidatura de López-Bravo al Congreso de los Diputados en las primeras elecciones tras la muerte de Franco, en 1977, “se comenzó a gestar” a finales de marzo de ese año. Entonces, Manuel Fraga Iribarne “se entrevistó con el industrial José María Aristrain, el cual venía acompañado por el mismo López-Bravo”, según contó el propio Fraga en su libro En busca del tiempo perdido (1987).
López-Bravo concurrió a esas elecciones como número tres en las listas de la formación conservadora. Sólo fue diputado en la legislatura constituyente, desde 1977 hasta el 29 de diciembre de 1978. Como otros tardofranquistas enrolados en Alianza Popular, se dio de baja del partido en enero de 1979 por su oposición a la Constitución Española, recién aprobada en esas fechas.
Los tres “lópeces”
Nombrado por Franco ministro de Industria en 1962, cuando todavía no había cumplido los 40 años, López-Bravo fue uno de los tres “lópeces”, el triunvirato de ministros tecnócratas franquistas vinculados al Opus Dei que marcaron los primeros años 70 en España (los otros eran López Rodó y López de Letona). Tras la muerte del dictador, estuvo a punto de ser presidente del Gobierno. López-Bravo figuró en la terna de candidatos que el Consejo del Reino propuso al rey Juan Carlos en julio de 1976, junto a Adolfo Suárez y Federico Silva.
El elegido fue Suárez, pese a la buena opinión que el hoy monarca emérito tenía de López-Bravo: “Su elegancia y delicadeza en el trato; su serenidad y tacto frente a cuestiones graves y difíciles; su caballerosidad; su optimismo; su constante alegría y permanente disposición a servir, son algunas de las muchas virtudes que descubrí en Gregorio y que, apoyadas en su preclara inteligencia, me hicieron pensar, a menudo, cuán grato es encontrarse con un hombre cabal”, escribió de él Juan Carlos I en el libro Gregorio López-Bravo Visto por sus amigos (1987).
En el sector privado, el exministro fue un magnífico exponente de eso que hoy se llama puerta giratoria. Además de presidir la patronal acerera auspiciada por su amigo Aristrain, López-Bravo fue presidente del grupo químico Sniace, consejero del Banco Español de Crédito (a la postre Banesto), Acerinox, de Unión Explosivos Río Tinto y de Motor Ibérica, entre otras empresas. Durante su mandato como ministro de Industria se vio salpicado por el caso Matesa, el mayor escándalo económico del Franquismo (ayudas irregulares a una empresa textil), y fue relacionado a finales de los 70 por la revista Interviú con exportaciones irregulares de hierro y acero.
López-Bravo fue el principal impulsor de la fundación IEISA, constituida un año después de su muerte y muy vinculada a la Universidad de Navarra, adscrita a la prelatura del Opus Dei, y al Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA).