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José María Amusátegui, el jubilado de oro que siempre quiso “vivir como los ricos”

“A mí, lo que me gusta es vivir como los ricos”, dicen que era la máxima de José María Amusátegui (San Roque, Cádiz, 1931) en sus años como ejecutivo del Banco Santander Central Hispano (BSCH), el banco que en 2001 le despidió con una de las mayores indemnizaciones de la historia de España a cambio de dejar el camino expedito al fallecido Emilio Botín al frente de la entidad.

Desde entonces, Amusátegui apenas ha tenido actividad empresarial, más allá de la presidencia de la Fundación Santander (hasta 2008) y labores de asesor para empresas como la aseguradora Generali. Tampoco le ha hecho falta. Desde que se jubiló, generosamente indemnizado con un finiquito de 43,5 millones de euros, ha contado con unos ingresos brutos anuales de más de 6 millones de euros. La mayor parte (más de cinco millones al año), procedentes de la pensión vitalicia que le concedió el BSCH (hoy Santander) y otro medio millón, de Unión Fenosa.

Compatibiliza esos ingresos con una pensión pública que en marzo de 2010, por ejemplo, ascendía a 2.022,28 euros mensuales, según la documentación de Los Papeles de la Castellana, resultado de varios meses de investigación conjunta entre eldiario.es, La Marea y Diagonal tras una filtración anónima.

Aficionado a la caza, al golf, las motos, la botánica, la astronomía y la náutica, tras un primer matrimonio en agosto de 1959 con su prima hermana María Luz Amusátegui, se casó en segundas nupcias en 1998 con su antigua secretaria, Amalia de León Blanco. En total tiene seis hijos.

El matrimonio tiene una mansión en La Moraleja (Alcobendas, Madrid), escenario de periódicas fiestas con lo más selecto de la capital de España y cuyos terrenos (una finca de 10.000 metros cuadrados) Amusátegui adquirió en diciembre de 1991. Las obras de construcción concluyeron en 1993 y la vivienda, con casi 1.700 metros cuadrados construidos, tiene un valor catastral de más de 3 millones. En 2013 eran también propietarios de un enorme piso (641 metros cuadrados) en el Paseo de la Castellana de Madrid adquirido en 2003 y valorado en 3,4 millones, y una mansión en Marbella sobre finca de 6.225 metros cuadrados.

La historia de su retiro dorado es bien conocida. Se convirtió en copresidente del BSCH tras la fusión en enero de 1999 del Santander y el Central Hispano, que Amusátegui presidía desde 1992. Teóricamente una unión entre iguales en la que compartía el poder con el otro presidente del BSCH, el fallecido Emilio Botín, y el otro hombre fuerte del Hispano, Ángel Corcóstegui, vicepresidente y consejero delegado. El equilibrio duró poco.

Amusátegui se marchó en agosto de 2001 y Corcóstegui, en febrero de 2002. Y entre los dos se repartieron más de 150 millones de euros como compensación para dejar el camino libre a la familia Botín al frente del banco. El caso llegó hasta el Tribunal Supremo, que en 2006 absolvió a Amusátegui, Corcóstegui y Botín de los delitos de apropiación indebida y administración desleal de los que les acusaban el exconsejero del banco Rafael Pérez Escolar y un accionista minoritario.

El Alto Tribunal puso en solfa el nivel ético de esos paracaídas dorados: “No existen topes máximos (sí los hay éticos y de sensibilidad social, que aquí quedan ostensiblemente transgredidos), pero no es función de este Tribunal penal suplir los mecanismos de funcionamiento del mercado financiero”, decía la sentencia.

A la sombra de Boada

Abogado del Estado de la promoción de 1959, Amusátegui había hecho carrera en los negocios a la sombra del financiero Claudio Boada, del que fue estrecho colaborador entre 1963 y 1990. Su trayectoria le llevó a Altos Hornos de Vizcaya, los extintos institutos nacionales de Industria e Hidrocarburos, la presidencia de Intelsa, Astilleros Españoles, Campsa, el Banco Urquijo (en los 80), el Hispano Americano… Y, ya en los noventa del siglo pasado, al Central Hispano, tras la fusión que él promovió. Desde allí accedió a la presidencia de Unión Fenosa (desde 1993 hasta 2002) y de la patronal eléctrica, Unesa (desde 1998 hasta 2002).

Tras la fusión que dio lugar al BSCH, Amusátegui y Corcóstegui lograron imponer la salida de la hoy presidenta del Santander, Ana Patricia Botín, de una de las direcciones generales del banco. Estaban indignados por un reportaje de color en el que la hija del fallecido Emilio Botín aparecía como la heredera de su padre (como así ocurrió finalmente) y Corcóstegui, como un empleado de la familia. Fue una victoria pírrica. Ambos acabaron sucumbiendo al empuje de Emilio Botín y su cuantiosa indemnización.