El acto “España Ciudadana” del pasado fin de semana es probablemente la culminación de un proceso de transformación ideológica que se ha ido gestando en Ciudadanos a lo largo de los últimos meses. Se trata de una transformación de gran calado consistente en desplazar el eje central de la estrategia del partido de la regeneración democrática a un discurso de corte nacionalista español. Gracias a este movimiento estratégico, Ciudadanos ha logrado lo que hasta ahora parecía imposible en la política española: lograr agrietar las bases más conservadoras del PP. Según los últimos barómetros del CIS, Ciudadanos cuenta hoy con el 24% de los votos de los españoles de derechas (valores 7 y 8 de la escala ideológica). Se trata de un porcentaje tres veces superior al de abril del año pasado (4-9%).
Es cierto que la identidad nacional se encuentra en el ADN de Ciudadanos, pues apareció en Catalunya hace ya más de una década como resultado de la clásica confrontación nacionalista entre el centro y la periferia. Sin embargo, cuando Ciudadanos irrumpió en el escenario político español, su perfil anti-nacionalista catalán quedó relegado a un segundo plano. Hasta hace pocos meses, el éxito de Ciudadanos se explicaba por su discurso de regeneración democrática y de hartazgo con la corrupción entre electorado de centro y centro-derecha. Sin embargo, cuestiones como la identidad nacional o la preferencia sobre la organización territorial del Estado no tenían prácticamente nada que ver con el voto a Ciudadanos en las elecciones generales de 2015 y 2016.
Este perfil ideológico que tenía Ciudadanos al llegar a la política española ha cambiado sustancialmente en los úlitmos meses y actualmente el nacionalismo ocupa un papel central. Según la nueva versión de Ciudadanos, los conflictos tradicionales de clase social o las actuales brechas generacionales deben dejarse a un lado con el fin de estar unidos ante una coyuntura crítica para España. Albert Rivera lo dejó claro en su discuro del fin de semana pasado: sólo ve a españoles, sin facciones ni intereses contrapuestos. Ahora no es momento de poner el acento en lo que divide a los ciudadanos, España debe ser un solo pueblo unido ante la agresión del secesionismo catalán.
Estas declaraciones de Albert Rivera apelando al nacionalismo español y a la idea de “un sólo pueblo” ha provocado que algunas voces en el debate público consideren que esta formación está virando hacia los postulados propios de los partidos populistas de extrema derecha. Pero ¿es realmente así? Los partidos populistas de extrema derecha suelen estrucutrar su ideología en tres elementos cruciales: un proyecto autoritario (priorización de la ley y orden por encima de otros principios), nativismo (nacionalismo de Estado y rechazo a la inmigración) y un discurso populista (lucha contra una elite corrompida que desatiende los deseos del “pueblo”). Aunque Ciudadanos haya potenciado su discurso nacionalista tan característico de los nuevos partidos populistas de extrema derecha, existen al menos dos motivos para rechazar la afiramción de que Ciudadanos se está transformando en un partido populista de extrema derecha.
En primer lugar, el nacionalismo de Ciudadanos no tiene como elemento central la connotación nativista de rechazo a la inmigración propios del populismo de extrema derecha. El nacionalismo de Ciudadanos está más orientado a la clásica fractura centro-periferia que sufren muchos Estados-nación. Sorprendentemente en nuestro país no ha habido por el momento ningún partido relevante que haya incorporado las tesis nativistas y xenófobas como un pilar central de su ideario como ha ocurrido en muchos países de nuestro entorno. No podemos descartar que esto ocurra en el futuro, pero hasta hoy, ningún partido, incluyendo Ciudadanos o el PP, tiene este componente nativista como elemento central de su proyecto político.
En segundo lugar, y aún más importante, Ciudadanos no está en condiciones para convertirse un partido de corte populista. Es cierto que el discurso de Albert Rivera articulando el concepto de “un solo pueblo”, negando la existencia de facciones e intereses contrapuestos, tiene cierta similitud con los movimientos populistas. Pero seríamos poco rigurosos en calificar a Ciudadanos como un partido populista. Los actuales movimientos populistas que recorren por Europa son una respuesta a una profunda crisis política que sufren nuestras democracias. Para ello, estos partidos planetan la confrontación política en términos de “el pueblo vs. las élites”. En efecto, los partidos populistas consideran que el poder ha sido usurpado por unas élites dirigentes corruptas que están al servicio de intereses distintos a los de la ciudadanía y reclaman que el poder sea devuelto al pueblo.
Este discurso difícilmente puede ser articulado por Ciudadanos, pues uno de sus elementos fundacionales no es ofrecer una respuesta populista a la crisis política sino una respuesta de corte tecnocrática. En efecto, el perfil de Ciudadanos se ajusta mucho mejor al proyecto político basada en la necesidad de que el sistema vuelva a ser eficaz, dejándolo, para ello, en manos de los expertos. No se trataría, pues, de devolver el poder al pueblo (populismo) sino dejarlo en manos de quienes saben (tecnocracia) con el fin de impulsar las políticas más eficientes para la ciudadanía. Es esta respuesta tecnocrática la que permite comprender la iniciativa de Ciudadanos de impulsar un departamento de recursos humanos para reclutar a candidatos para las próximas elecciones.
Además, la idea de “un solo pueblo” del discurso de Albert Rivera del pasado fin de semana no es solo compatible con el populismo (como algunos han advertido) sino también lo es con el discurso tecnocrático. La tecnocracia también niega la existencia de facciones e intereses contrapuestos en la sociedad pues su discurso se articula bajo el supuesto de que existen malas y buenas políticas: un obrero manual, un profesional liberal, un joven y un jubilado, todos ellos, deberían coincidir en qué política es la más oportuna, pues la deseabilidad del recetario político no depende de la clase social o la edad sino de que sean más eficientes y técnicamente mejores.
En definitiva, Ciudadanos es un partido que irrumpió en la política española para ofrecer una respuesta tecnocrática a la crisis política. La apuesta de Ciudadanos no es articular su discurso en torno de devolver el poder al pueblo sino de potenciar un gobierno de expertos con el fin de alcanzar las políticas eficaces y eficientes que los españoles (sin distinciones) necesitan. Con este pedigrí de corte tecnocrático en sus espaldas es altamente improbable que Ciudadanos acabe convirtiéndose en un partido populista de extrema derecha español.