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Amnistía contra políticas sociales

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El nacionalismo español ha sido, de siempre, un quebradero de cabeza para el PSOE. Si bien los votantes socialistas muestran un apoyo casi unánime a cuestiones relacionadas con las políticas sociales, están profundamente divididos cuando toca hablar de identidad nacional o del modelo territorial. Si el debate se centra en políticas de bienestar o la ampliación de derechos y libertades, los Socialistas se desenvuelven cómodos y seguros: es un tema que genera enorme interés y consenso entre sus simpatizantes. Sin embargo, cuando el nacionalismo entra en la agenda política, los cimientos del PSOE empiezan a tambalear. Los líderes Socialistas suelen tener una especial aversión a entrar en el pantanoso terreno del conflicto territorial. Se trata de un tema corrosivo para el PSOE. Y eso es así porque el nacionalismo español no es patrimonio exclusivo de la derecha. Son muchos los votantes socialistas que además de ser de izquierdas, se sienten también profundamente españoles y ven con recelo la realidad plurinacional de nuestro país.

Veámoslo con datos. El gráfico 1 recoge las opiniones de los españoles sobre el modelo territorial según la encuesta de 40dB (para El País y la Cadena SER) del pasado julio. Esta empresa demoscópica ofrece en abierto su matriz de datos a investigadores y curiosos. Se trata de una política de transparencia y rigor que muchos valoramos y agradecemos enormemente. Los resultados de la encuesta ponen en manifiesto de forma clara el problema del PSOE con respecto a la cuestión territorial: los votantes socialistas se reparten en partes iguales entre los partidarios de una España más centralista y los que prefieren mayores cotas de autogobierno para las Comunidades Autónomas. No hay duda, pues, que cualquier decisión que toma el PSOE en esta materia (sea en una u otra dirección) acaba dejando insatisfecho a una porción relevante de sus simpatizantes. Lo opuesto le ocurre en el PP o en Vox. En ese tema, los votantes conservadores lo tienen muy claro y sólo una minoría es partidaria de dar más poderes a las Comunidades Autónomas. Por lo que respecta a Sumar, no encontramos un consenso tan marcado como ocurre en la derecha, pero existe una mayoría clara a favor de la descentralización.

Así pues, el único partido que padece una profunda división interna en temas relacionados con el nacionalismo y el modelo territorial es el PSOE. En este sentido, no hay duda de que una potencial ley de amnistía puede provocar el enfado de una porción relevante del votante socialista. Muchos políticos, periodistas y creadores de opinión (especialmente del entorno del PP) están propagando la idea de que el votante socialista se siente altamente insatisfecho con Pedro Sánchez por haber mentido a los españoles con el tema de la amnistía. Si bien antes de las elecciones lo tachaba de inconstitucional, ahora lo considera como una receta útil para la reconciliación.

Creo que se está exagerando el efecto nocivo que puede acarrear esa mentira o cambio de opinión. Es cierto que la amnistía puede enfadar a muchos socialistas, pero no se debe a una sensación de engaño o traición de Pedro Sánchez. Y eso es así por dos motivos. En primer lugar, el hecho de que un político cambie de opinión y asuma postulados que no defendía anteriormente es inherente a la cultura del pacto en democracias parlamentarias. Un presidente que no goza de mayoría absoluta tiene el deber de alcanzar acuerdos, aunque eso suponga asumir medidas que rechazaba o no estaban en su programa electoral. No es la primera vez, ni la última, que esto ocurra. Y en segundo lugar, una ley de amnistía no sería una impugnación o traición a la hoja de servicios de Pedro Sánchez como gobernante. Esta medida, de tomarse, sería una continuación de la estrategia de buscar aliviar la carga penal del independentismo, algo que ya se realizó durante la anterior legislatura con los indultos o la reforma del código penal.

A mi entender el elemento corrosivo de la amnistía para el PSOE no está tan relacionado con la mentira o el engaño como que es un tema que conecta con el nacionalismo español y divide al votante socialista (como vimos en el gráfico 1). La amnistía puede suponer un desgaste importante para el PSOE porque le lleva a un terreno que no le favorece. No sólo por la conmoción que provocaría la publicación de la ley de amnistía en el BOE. Este hecho puede ser nocivo pero podría caer en el olvido con el paso del tiempo. El problema de la amnistía es que podría conllevar la rehabilitación de los líderes del procés y propiciar su regreso a la actividad política. Y tener a Carles Puigdemont en activo y -quién sabe- presidiendo la Generalitat de Catalunya, sería algo altamente perturbador para la política española: sería un recordatorio diario al votante socialista de que Sánchez aprobó esa ley de amnistía.

Existe un antídoto al potencial efecto nocivo de una ley de amnistía: las políticas sociales. Si el PSOE logra transmitir a la opinión pública que la amnistía fue un peaje necesario para consolidar e impulsar la agenda social del gobierno, entonces puede que el castigo no sea tan elevado como muchos auguran. La gran batalla política en la próxima legislatura será muy probablemente la pugna por qué tema monopoliza la agenda pública: el nacionalismo o las políticas sociales.  El éxito o fracaso de un eventual nuevo gobierno del PSOE dependerá de cuál de esos dos temas acaba imponiéndose.

El nacionalismo español ha sido, de siempre, un quebradero de cabeza para el PSOE. Si bien los votantes socialistas muestran un apoyo casi unánime a cuestiones relacionadas con las políticas sociales, están profundamente divididos cuando toca hablar de identidad nacional o del modelo territorial. Si el debate se centra en políticas de bienestar o la ampliación de derechos y libertades, los Socialistas se desenvuelven cómodos y seguros: es un tema que genera enorme interés y consenso entre sus simpatizantes. Sin embargo, cuando el nacionalismo entra en la agenda política, los cimientos del PSOE empiezan a tambalear. Los líderes Socialistas suelen tener una especial aversión a entrar en el pantanoso terreno del conflicto territorial. Se trata de un tema corrosivo para el PSOE. Y eso es así porque el nacionalismo español no es patrimonio exclusivo de la derecha. Son muchos los votantes socialistas que además de ser de izquierdas, se sienten también profundamente españoles y ven con recelo la realidad plurinacional de nuestro país.

Veámoslo con datos. El gráfico 1 recoge las opiniones de los españoles sobre el modelo territorial según la encuesta de 40dB (para El País y la Cadena SER) del pasado julio. Esta empresa demoscópica ofrece en abierto su matriz de datos a investigadores y curiosos. Se trata de una política de transparencia y rigor que muchos valoramos y agradecemos enormemente. Los resultados de la encuesta ponen en manifiesto de forma clara el problema del PSOE con respecto a la cuestión territorial: los votantes socialistas se reparten en partes iguales entre los partidarios de una España más centralista y los que prefieren mayores cotas de autogobierno para las Comunidades Autónomas. No hay duda, pues, que cualquier decisión que toma el PSOE en esta materia (sea en una u otra dirección) acaba dejando insatisfecho a una porción relevante de sus simpatizantes. Lo opuesto le ocurre en el PP o en Vox. En ese tema, los votantes conservadores lo tienen muy claro y sólo una minoría es partidaria de dar más poderes a las Comunidades Autónomas. Por lo que respecta a Sumar, no encontramos un consenso tan marcado como ocurre en la derecha, pero existe una mayoría clara a favor de la descentralización.