Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Aldama zarandea al PSOE a las puertas de su congreso más descafeinado
Corazonadas en la consulta: “Ves entrar a un paciente y sabes si está bien o mal”
OPINIÓN | Días de ruido y furia, por Enric González

¿Bonitas, pero no buenas? Los efectos electorales de las primarias

En diciembre de 2021, tras perder las elecciones y terminar así 16 años en el poder, la CDU eligió a su nuevo líder federal por primera vez en su historia mediante una consulta a sus bases. El uso de un sistema de selección plebiscitario por parte de los conservadores alemanes no parece excepcional. En España otros partidos que han pasado a usarlas tras salir del gobierno, o tener unos resultados electorales muy insatisfactorios, han sido tanto el Partido Popular en julio de 2018 (para la primera vuelta de un proceso en dos etapas), o el PSOE en 1998 (para elegir a su candidato a presidente del gobierno) o de nuevo en 2014 (para elegir esta vez a su secretario general). Parece que detrás de este interés en “democratizar” la selección de líderes se encuentra un deseo de reconectar con la sociedad y, por tanto, recuperar votantes. Sin embargo, que las primarias sirvan realmente para ello ha sido, y es, objeto de debate. Dentro de los propios partidos no es infrecuente cuestionar su uso bajo el argumento de que las primarias “son bonitas, pero no buenas” para ganar las elecciones (afirmación atribuida a Alfonso Guerra “La Voz de Cadiz”, 11-11-2017). De hecho, la evidencia empírica que se acumula en los últimos años se divide a partes iguales entre los efectos electorales negativos de las primarias (debido a que se seleccionan candidatos extremistas y se generan divisiones internas dentro de los partidos) y los positivos (debido a que se seleccionan candidatos con una mayor legitimidad democrática, apoyo popular y consenso dentro de los partidos). En el medio, un tercer argumento sostiene que las primarias no tienen efectos electorales positivos o negativos per se, sino que depende de cómo se hagan, esto es, su grado de inclusividad o la división que puedan generar el momento en que tengan lugar.

En un artículo publicado en el British Journal of Political Science en 2021 discutimos los problemas de la literatura existente sobre los efectos electorales de las primarias y proponemos una manera distinta de estudiar la cuestión.

La aproximación convencional se basa en (i) recopilar datos sobre elecciones en sistemas presidencialistas (esto es, cuando solo suele haber dos candidatos) en muchos países, (ii) separar a los candidatos elegidos por primarias de los elegidos de otra manera y (iii) comparar con métodos más o menos sofisticados los resultados electorales de unos y otros. Si los candidatos elegidos por primarias consiguen mejores resultados que los otros, las primarias son positivas para los partidos; si son los segundos los que alcanzan mejores resultados, las primarias son negativas.

Nuestro argumento es que esta metodología no es correcta por dos motivos. En primer lugar, si las primarias tienen un efecto negativo o positivo, este efecto solo se puede observar cuando en unas determinadas elecciones un candidato es elegido por primarias y su rival no. Si los dos (o ninguno) son elegidos a través de primarias, el efecto de las primarias se cancelaría, todo lo demás igual. Al comparar cientos de candidatos elegidos con primarias con otros tantos elegidos a través de otros mecanismos, como hace la literatura, no podemos saber qué han hecho los rivales de cada candidato. En otras palabras, no se debe usar una variable dicotómica (elegido a través de primarias o no), sino que hay que emplear una variable con cuatro categorías (los dos candidatos has sido elegidos a través de primarias, uno sí y el otro no, uno no y el otro sí o ninguno de los dos ha sido elegido a través de primarias). El efecto de las primarias depende de lo que haga el rival.

En segundo lugar, como en los análisis existentes solo hay dos candidatos o partidos, los votos que consigue el partido A son x% y los que consigue el otro son 100 – x. Si A consigue más votos que B, no podemos saber si se premia el uso de primarias, si se castiga que no se usen o las dos cosas al mismo tiempo. En términos estadísticos, hay un problema de grados de libertad que lleva a que el mecanismo causal que explica el efecto de las primarias no se pueda conocer. Para resolver esta problema hay que tener en cuenta elecciones con más de dos partidos para aumentar así los grados de libertad. Si nos centramos en dos partidos determinados, A y B, en un sistema con al menos tres partidos, cuando A consigue x% de votos, B no alcanza 100 – x, puesto que los restantes partidos también cuentan. De este modo, podemos determinar si se premia usar primarias o se castiga no hacerlo.

Nuestro análisis empírico sobre el efecto de las primarias con las dos correcciones señaladas se centra en los principales partidos nacionales en Alemania (CDU y SPD), Canadá (LP, NDP y CPC) y España (PP y PSOE) en 296 elecciones regionales celebradas entre 1990 y 2017. Se trata de tres países con sistemas parlamentarios, multipartidismo y una fuerte descentralización. Tenemos en total 553 casos (partidos que compiten elecciones); en alrededor del 30 por ciento se usaron primarias (sobre todo en Canadá).

Según los resultados de nuestro análisis, donde comparamos los resultados electorales de los partidos entre dos elecciones consecutivas, cuando se sigue la aproximación convencional basada en usar una variable dicotómica (primarias sí o no), las primarias no tienen un efecto electoral claro: los partidos que emplean primarias pierden 1,03 puntos y los que no las emplean 1,05. La diferencia no es estadísticamente significativa. Sin embargo, cuando se sigue nuestra aproximación, las cosas son muy distintas. Vamos a olvidarnos de los casos en los que los dos partidos usan primarias: ocurre muy pocas veces y lo que observamos no es fiable. Cuando un partido elige a su candidato a través de primarias y su rival no, los resultados electorales del primero (un avance de 0,15 puntos) no son estadísticamente distintos de lo que sucede cuando ninguno de los partidos elige a su candidato a través de primarias (un retroceso de -0,71 puntos). Por el contario, los partidos que no emplean primarias y que se enfrentan a un partido que sí lo hace, consiguen resultados electorales sensiblemente (y estadísticamente) peores (-3,31 puntos) que los partidos que no usan primarias y su rival tampoco (-0,71 puntos). 

El gráfico 1, que se detiene en los cuatro escenarios que se distinguen en nuestro argumento, muestra claramente las pautas señaladas. Recordemos que el borde inferior de la caja representa el primer cuartil de los casos, el borde superior representa el tercer cuartil y la línea en el interior de la caja es la mediana. Las cajas de las elecciones en las que ningún partido celebra primarias y en las que solo el propio partido las celebra son similares. La caja de las elecciones en las que solo el rival hace primarias es, no obstante, distinta de la caja de elecciones sin primarias. Los resultados de modelos más sofisticados (en los que tenemos cuenta la situación económica, quién estaba en el gobierno, etc. y que no se muestran) confirman plenamente la evidencia descriptiva.

Gráfico 1. Efectos electorales de las primarias en cuatro escenarios distintos

Por último, para confirmar nuestros hallazgos, en particular que los candidatos que no son elegidos a través de primarias son peor valorados cuando sus rivales sí lo son, hemos recopilado los datos de 62 encuestas preelectorales en elecciones regionales en Alemania y España realizadas por el Mannheimer Forschungsgruppe Wahlen y el Centro de Investigaciones Sociológicas, respectivamente. En ellas se les pide a los encuestados que evalúen de 0 (muy mal) a 10 (muy bien) a los candidatos de los dos principales partidos. Nuestra comparación se centra en los candidatos que en las elecciones sobre las que se pregunta han sido elegidos por primarias, pero no en las elecciones anteriores frente a los candidatos que no han sido elegidos a través de primarias ni ahora ni antes. Como se puede ver en el Gráfico 2 (cuya interpretación es similar al anterior), los candidatos que ahora han sido elegidos a través de primarias, pero antes no, son mejor evaluados (0,18 puntos más), mientras que los que no han sido elegidos por primarias ni en el pasado ni en el presente son peor evaluados (0,18 puntos menos).

Gráfico 2. Efecto de las primarias en la valoración de los candidatos

En definitiva, ¿las primarias importan? Sí. Pero para los votantes de los partidos que no las hacen cuando su rival las lleva a cabo. Ahora bien, introducir las primarias con el único objetivo de recuperar votantes parece no sólo bastante “electoralista”, sino además ineficaz. Incluso si el principal rival no las utiliza, no se obtendrá premio electoral alguno. Sólo sería recomendable introducirlas para no ser penalizado electoralmente si el rival pasa a usarlas.

En diciembre de 2021, tras perder las elecciones y terminar así 16 años en el poder, la CDU eligió a su nuevo líder federal por primera vez en su historia mediante una consulta a sus bases. El uso de un sistema de selección plebiscitario por parte de los conservadores alemanes no parece excepcional. En España otros partidos que han pasado a usarlas tras salir del gobierno, o tener unos resultados electorales muy insatisfactorios, han sido tanto el Partido Popular en julio de 2018 (para la primera vuelta de un proceso en dos etapas), o el PSOE en 1998 (para elegir a su candidato a presidente del gobierno) o de nuevo en 2014 (para elegir esta vez a su secretario general). Parece que detrás de este interés en “democratizar” la selección de líderes se encuentra un deseo de reconectar con la sociedad y, por tanto, recuperar votantes. Sin embargo, que las primarias sirvan realmente para ello ha sido, y es, objeto de debate. Dentro de los propios partidos no es infrecuente cuestionar su uso bajo el argumento de que las primarias “son bonitas, pero no buenas” para ganar las elecciones (afirmación atribuida a Alfonso Guerra “La Voz de Cadiz”, 11-11-2017). De hecho, la evidencia empírica que se acumula en los últimos años se divide a partes iguales entre los efectos electorales negativos de las primarias (debido a que se seleccionan candidatos extremistas y se generan divisiones internas dentro de los partidos) y los positivos (debido a que se seleccionan candidatos con una mayor legitimidad democrática, apoyo popular y consenso dentro de los partidos). En el medio, un tercer argumento sostiene que las primarias no tienen efectos electorales positivos o negativos per se, sino que depende de cómo se hagan, esto es, su grado de inclusividad o la división que puedan generar el momento en que tengan lugar.

En un artículo publicado en el British Journal of Political Science en 2021 discutimos los problemas de la literatura existente sobre los efectos electorales de las primarias y proponemos una manera distinta de estudiar la cuestión.