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Chile vota para cambiar su Constitución: tres claves de una inédita elección
Estas elecciones constituyentes se enmarcan en un proceso de largo alcance, como es el fin de la larga transición chilena hacia la democracia.
Las elecciones constituyentes del pasado 15 y 16 de mayo en Chile fueron inéditas en cuanto a su origen. El cambio constitucional fue el resultado del masivo estallido social que sacudió el país un par de años antes.
El problema constitucional en Chile se arrastra desde el inicio de la transición. Los chilenos aún viven bajo la Constitución de 1980, redactada unilateralmente por la dictadura militar. Si bien los enclaves más autoritarios de dicha carta fueron reformados el año 2005, la constitución aún mantiene una serie de mecanismos contramayoritarios – una sobrepoblación de leyes orgánicas con altos quórums y un tribunal constitucional que en la práctica operaba como una tercera cámara – que mantienen un limitado pluralismo político. En este sentido, estas elecciones constituyentes se enmarcan en un proceso de mayor alcance, lo cual es el fin de la larga transición chilena hacia la democracia.
Las elecciones fueron igualmente inéditas en cuanto a sus resultados. En este post se discuten tres aristas de estos comicios constituyentes, los cuales se dieron de manera concurrente con otras tres elecciones: de alcaldes y concejeros municipales, y de gobernadores regionales.
1. El desplome del sistema de partidos
El resultado más llamativo de la elección fue el gran triunfo de los independientes. Ya antes del estallido social, las encuestas mostraban la desafección de los chilenos con el sistema institucional y los partidos políticos. El estallido incrementó esta sensación, y el apartidismo se alzó con inesperada fuerza en la reciente elección: de los 155 asientos de la convención constituyente, 65 fueron ganados por listas de independientes. La Lista del Pueblo – compuesta por sectores sociales y populares ligados al estallido social – se erigió como la principal dentro de ellas.
Estos resultados se suman al desplome que sufrieron las dos coaliciones que controlaron la política en Chile durante las últimas tres décadas. La derecha, que pretendía conquistar un tercio de los asientos para seguir ejerciendo el poder de veto que ha usado durante toda la transición, apenas obtuvo 37 asientos. La otrora poderosa Concertación resultó tercera entre las tres grandes coaliciones políticas. La lista de la izquierda, configurada por el Partido Comunista y la coalición de partidos Frente Amplio, hoy se alza como el segundo bloque político más votado en la convención. Es difícil evaluar si este es un triunfo genuinamente de la izquierda, o es parte del péndulo antisistema que castigó de mayor manera a los partidos más tradicionales y conservadores.
Figura 1. Resultado Elección de Constituyentes, Chile 2021
Para comprender si hubo una recomposición de sistema de partidos, resulta más ilustrativa los resultados de la elección de concejales municipales, donde se expresan nítidamente las votaciones partidistas. En ellas, la Derecha obtuvo un 33%, la Concertación un 34%, y la suma de las listas de izquierda, otro 33%. Es decir, la reciente elección en Chile muestra una estructura de “tres tercios”, similar a la que tenía el país en las décadas previas a la dictadura militar. Uno de los objetivos de la institucionalidad de la dictadura fue romper esa estructura, e imponer una competencia entre dos bloques. Hoy, el bipartidismo ha sufrido una debacle de grandes proporciones. Queda tiempo para ver cómo se reconfigura el sistema de partidos, pero los resultados parecen ser un terremoto electoral que ha desfondado el orden institucional que prevalecía antes del estallido social.
2. Participación
Uno de los determinantes centrales de la crisis política en Chile ha sido la falla de los mecanismos de representación. Los chilenos muestran una alta desconfianza hacia el sistema político y sus instituciones. La participación electoral ha caído sistemáticamente desde el regreso a la democracia, y hoy el país del sur es una de las naciones con el menor número de votantes en el mundo.
A pesar de la gran importancia que revestía esta elección, la participación electoral fue de un 43%. Esta tasa está por debajo del 51% que fue a votar en el plebiscito de entrada, el año pasado, pero es comparable con las cifras históricas que exhibe actualmente Chile. Se ubica, por ejemplo, entre el 35% que votó en la última elección municipal el 2016 y el 47% que votó en primera vuelta presidencial al año siguiente.
Hay dos asuntos que quedan por ser explorados respecto a esta participación. El primero es conocer el papel que jugó la pandemia en la abstención. A pesar de un exitoso proceso de vacunación, Chile vive hoy una segunda ola de contagios. Podemos dar una estimación gruesa de este efecto a partir del plebiscito de entrada al proceso constituyente, en octubre de 2020. El modelo lineal muestra que se votó menos en las comunas que tenían mayores tasas de casos activos, luego de controlar por una serie de otros factores económicos y demográficos. A partir de estos resultados y las tasas actuales de contagio, el modelo sugiere que el COVID19 tuvo un efecto adicional de 5% sobre la abstención electoral.
El segundo elemento es que se corrobora el sesgo de clase que viene mostrando la participación electoral en Chile. En Vitacura, la comuna más rica de Santiago, votaron un 63% de sus habitantes; en La Pintana, la más pobre, un 36%. El gráfico muestra la relación entre participación e ingreso (medido como logaritmo del promedio de ingreso comunal en pesos chilenos) para las comunas del Gran Santiago.
Figure 2. Relación entre participación electoral y nivel de ingresos comunal en Gran Santiago
3. Paridad de género y asientos reservados indígenas
La elección constituyente en Chile tuvo inéditas reglas de inclusión, las que aseguraron la representación de mujeres y pueblos originarios.
Las mujeres – subrepresentadas tanto a nivel de elecciones nacionales y locales – han conseguido un creciente poder político en el país durante los últimos años. El segundo gobierno de Bachelet impulsó cuotas de género a las candidaturas femeninas. A las movilizaciones feministas del año 2018 siguió una significativa participación de las mujeres en el estallido social. Hoy, la convención constituyente en Chile es la primera del mundo en incluir una regla de paridad de género.
Los resultados electorales mostraron todo el poder de la movilización femenina. No sabemos aún la participación por género, pero los resultados sugieren que las mujeres votaron en tasas mucho más altas que los hombres. Ya para la última elección presidencial, el año 2017, hubo una significativa brecha de participación a favor de las mujeres. Los resultados de las elecciones muestran que las candidatas mujeres recibieron un número mucho mayor de votos; de hecho, se dio la paradoja de que la regla de la paridad terminó favoreciendo a los hombres.
El voto hacia las mujeres, además, no fue simétrico entre partidos. La figura muestra la composición del voto por coalición. Las mujeres están altamente representadas en la lista de izquierda (Apruebo Dignidad) e independientes, mientras que en las listas de los partidos tradicionales mantienen su bajo porcentaje histórico. Una cosa es segura: en la comisión constituyente el sector progresista tiene rostro de mujer.
Figura 3. Constituyentes por género
Adicionalmente, la convención considera escaños reservados para los grupos indígenas. Esto constituye un tremendo avance en un país que ha mantenido una relación de permanente tensión con sus pueblos originarios. De hecho, los Mapuche, el pueblo indígena más significativo con un 10% de la población, lleva largos años en un violento conflicto contra el estado nacional. Chile ha mostrado un retraso histórico respecto al reconocimiento de derechos esenciales de los pueblos originarios, comparado con el resto de los países del mundo. También ha sido singular en cuanto a no tener ningún mecanismo de acción afirmativa para permitir la representación indígena en política. Esto cambió a partir del estallido social. La convención reservó 17 cupos a candidaturas indígenas, donde ocho de ellos corresponden a los Mapuche. La elección de estos asientos estuvo fuertemente condicionada por el género, una interseccionalidad que también fue sorpresiva. Ya conocemos la participación por género dentro del padrón indígena, y esta muestra que dos tercios de los votantes fueron mujeres. El número de candidatas electas fue 16 de los 17 cupos, al punto de que también en este ámbito la regla de paridad tuvo que operar a favor de los hombres.
Las elecciones constituyentes del pasado 15 y 16 de mayo en Chile fueron inéditas en cuanto a su origen. El cambio constitucional fue el resultado del masivo estallido social que sacudió el país un par de años antes.
El problema constitucional en Chile se arrastra desde el inicio de la transición. Los chilenos aún viven bajo la Constitución de 1980, redactada unilateralmente por la dictadura militar. Si bien los enclaves más autoritarios de dicha carta fueron reformados el año 2005, la constitución aún mantiene una serie de mecanismos contramayoritarios – una sobrepoblación de leyes orgánicas con altos quórums y un tribunal constitucional que en la práctica operaba como una tercera cámara – que mantienen un limitado pluralismo político. En este sentido, estas elecciones constituyentes se enmarcan en un proceso de mayor alcance, lo cual es el fin de la larga transición chilena hacia la democracia.