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Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

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Ciudadanos y el sueño danés

Luis Garicano, Albert Rivera y Manuel Conthe.

Ignacio Jurado

Ciudadanos se ha convertido en una de las sorpresas del 2015. En apenas unos meses ha entrado con energía en el escenario electoral y todas las encuestas le conceden ser ya la cuarta fuerza política. En medio de esta luna de miel, se presentó hace un mes el programa económico de Ciudadanos. El objetivo que planteaban sus impulsores era muy claro y deseable: transformar el modelo productivo de España, basado hoy en mano de obra barata de poco valor añadido, en la competición vía salarios, el turismo y, hasta hace nada, la burbuja de la construcción, y transitar a un modelo de país como los del norte de Europa con alta dotación de capital humano y preparado para competir en una economía globalizada. Este objetivo se plantea, además, como una necesidad.

Luis Garicano, que además de redactar el programa económico de Ciudadanos publicó hace un año el libro El dilema de España ha repetido frecuentemente que España está en una encrucijada: “Hay que decidir si queremos ser Dinamarca o Venezuela”. Hasta aquí todo bien. Es razonable que el debate político se ilustre con modelos. Para confeccionar un programa la experiencia comparada siempre nos permite ver qué cosas han funcionado bien en otros países y nos dan pistas de cómo se pueden conseguir los objetivos que otros antes han alcanzado.

Este ejercicio, no obstante, ha de ser consecuente. Podemos aspirar al dinamismo y la competitividad de los países del norte, pero emular a un país no siempre se puede hacer selectivamente. No se puede querer ser Dinamarca para algunas cosas sin estar dispuesto a hacer todo lo que hace Dinamarca para ser lo que es. Cualquier decisión de políticas públicas tiene un dilema implícito en ella. No hay decisión que salga gratis. Por eso, es sorprendente esta recurrente mención a Dinamarca cuando en realidad muchas de las propuestas no nos acercan precisamente a ella. En este post quisiera resaltar algunas de las incongruencias de lo que ha anunciado hasta ahora Ciudadanos que creo lo alejan del “sueño danés”.

1. El mercado de trabajo

Cuando se invoca Dinamarca desde una perspectiva liberal habitualmente es para referirse a su mercado de trabajo. Éste se caracteriza por tener trabajadores con alto capital humano, muy internacionalizados y, sobre todo, en un entorno muy flexible y de gran rotación. Que el mercado de trabajo danés es muy flexible es cierto. El coste de despido es casi cero (aunque muchas empresas por convenio lo suben) y los trabajadores rotan enormemente, cambiando con frecuencia de trabajo.

Lo que hasta ahora no ha dicho Ciudadanos es si está dispuesto aceptar el otro pilar del mercado de trabajo danés. La flexibilidad de su mercado de trabajo solo tiene sentido cuando se compensa con un sistema muy generoso de beneficios por desempleo. Tan es así que en 2008 la revista Forbes designó a Dinamarca como el mejor país del mundo para estar desempleado por la magnitud de las compensaciones.

Aunque es cierto que los últimos gobiernos han reducido algo ese nivel de beneficios (principalmente en la duración), las prestaciones por desempleo en Dinamarca siguen estando muy por encima de las que existen en España en las tres variables fundamentales: 1) condiciones de acceso (en Dinamarca se necesita menos tiempo de cotización para acceder al beneficio máximo por desempleo), 2) en la cobertura (un desempleado danés cobra un 90% del salario y no el 70% -reducido a 60% a partir del sexto mes- como en España), y 3) en la duración media de la prestación.

Por tanto, creo que no es del todo apropiado invocar la flexibilidad del modelo laboral danés sin estar dispuesto a apostar por el elemento fundamental que la sustenta. También es cierto que el defecto contrario es muy común en la izquierda (y lo hemos visto con Podemos últimamente) que reclama recurrentemente la cobertura social de los países escandinavos, ignorando que está es una contraprestación por la flexibilidad del mercado de trabajo.

2. El gasto social y los subsidios

Una de las propuestas estrella de Ciudadanos es invertir en educación y formación. Creo que a nadie se le escapa que la inversión en educación es fundamental en un entorno competitivo globalizado y este es un terreno en que España tiene margen para mejorar. Este énfasis en la formación llevó al propio Albert Rivera a afirmar de cara a las elecciones andaluzas que iban a “enseñar a pescar en Andalucía, no a repartir pescado”. Pero, ¿es incompatible enseñar a pescar con repartir pescado? ¿Podemos confiar en un Estado que sólo “enseñe a pescar”? ¿O necesitamos también una red social más amplia que incluya también el subsidio y la ayuda para el que no puede “pescar”?

Se puede elegir legítimamente un camino u otro, pero evidentemente no son incompatibles. En Dinamarca no lo son. Es cierto que Dinamarca gasta mucho más que nosotros en educación y formación. Por poner un ejemplo, en 2010 Dinamarca era el país de la OCDE que más invertía en educación con un 7,9% del PIB y un 1,6% del PIB en políticas activas del mercado laboral (fundamentalmente formación de trabajadores desempleados), mientas que en España estas cifras eran del 6,3% y del 0,9%. Como se puede ver, ambas notablemente por debajo.

Pero si queremos parecernos a Dinamarca, no basta con aumentar el gasto en educación. Ese mismo año el gasto social de Dinamarca representó el 30,6% del PIB, mientras que en España era el 26%. De hecho, estas diferencias son menores de lo habitual por el efecto de la crisis en los estabilizadores automáticos. Solo cuatro años antes, en 2005, el gasto en España era del 21,1% y en Dinamarca del 28%, casi 7 puntos más.

No obstante, sería injusto decir que el programa de Ciudadanos no incluye ninguna medida de carácter social. Una de las propuestas más comentadas (y una de las más definidas) ha sido la introducción de un complemento salarial para las rentas bajas, de tal modo que todos los trabajadores de salarios bajos recibirían una transferencia directa del estado para complementar sus ingresos. Más allá del efecto que pudiera tener sobre los salarios, es indudable que supondría una mejora de las condiciones de vida de los más desfavorecidos, aunque limitado a aquellos que accedan al empleo.

Aun así, este tipo de programas tampoco nos acercan al modelo de Dinamarca, sino que en realidad se parece más al tipo de políticas redistributivas de Estados Unidos. Se trata del clásico (perdonen el anglicismo) “means-tested programme”. Es decir, políticas de redistribución que se dirigen exclusivamente a algunos grupos necesitados y que no están dentro de un programa de gasto más amplio e inclusivo.

No es este el lugar para discutir en extenso algunos de los problemas de proporcionar gasto social únicamente para pobres. Por un lado puede parecer más eficiente centrase únicamente en los más necesitados, pero estas políticas generan otros problemas como la estigmatización de los beneficiarios, o el aumento de los prejuicios de la clase media y alta sobre los receptores de ayudas (podéis leer aquí una excelente discusión).

Además, estos modelos no siempre son más eficientes a la hora de reducir la desigualdad. Aunque el gasto social danés también beneficia a clases medias e incluso altas, la realidad es que es muy efectivo reduciendo la desigualdad. Por poner un ejemplo, los mercados de los países escandinavos no generan más desigualdad que Estados Unidos. Ambos tienen desigualdades parecidas de modo “natural”. Es solo la acción posterior de transferencias e impuestos las que los convierten en países con desigualdad más baja (ver un gráfico aquí). Por tanto, podemos discutir qué modelo nos interesa más desarrollar. Lo que es evidente es que este tipo de medidas, sin proponer además un programa de gasto más universalista, nos aleja de los modelos escandinavos y nos acerca más a los anglosajones.

3. Impuestos

Como decíamos, Ciudadanos, plantea entre otras cosas gastar más y mejor en educación. Pero siempre que surge la pregunta de en qué gastar, inmediatamente se plantea las pregunta cómo financiarlo. Aquí, de nuevo, la propuesta de Ciudadanos no parece muy “danesa”. Pondré dos ejemplos.

En primer lugar, Albert Rivera afirmaba en su entrevista con Ana Pastor que su objetivo era un IVA del 16% y uno reducido. Es decir, su aspiración es bajar el impuesto en 5 puntos desde el 21% actual. Aparte de las dudas que puede generar la viabilidad de esta medida, la realidad es que Dinamarca tiene uno de los impuestos sobre el valor añadido más altos del mundo. El tipo estándar es del 25% (como en Suecia o Noruega, entre otros), todavía 4 puntos por encima del que tenemos en España. No solo es eso. Dinamarca es el único estado de la Unión Europea que no tiene un IVA reducido. Todos los bienes y servicios tributan en el tipo máximo del impuesto. Reformar el IVA tal y como propone Rivera nos alejaría de Dinamarca.

Es cierto que los impuestos sobre el consumo como el IVA son regresivos. Por eso, aparte del gasto social, del que ya he hablado, el modelo escandinavo compensa los altos impuestos indirectos con un impuesto de la renta alto y muy progresivo.

En este punto, Albert Rivera ha anunciado que su aspiración es un IRPF con un tipo máximo del 40%. Más de diez puntos por debajo del vigente en España en 2014. Este enorme recorte del IRPF que plantea el líder de Ciudadanos iría en la línea contraria de converger con Dinamarca. En 2013, Dinamarca tenía el impuesto de la renta con el tipo marginal más alto de la OCDE: 60,2%. En España, hasta el año pasado, el tipo más alto era del 51.9% (para aquellas comunidades autónomas que optaban por no aumentarlo por sí mismas). No solo el IRPF máximo era mucho mayor en Dinamarca, sino que las rentas que tributaban a ese tipo eran menores que en España (sin tener en cuenta, además, que los salarios son notablemente más altos en Dinamarca que en España).

Por tanto, un tipo máximo del 40% nos acerca bastante más a, por ejemplo, el Reino Unido que a Dinamarca. De nuevo, existen razones que se pueden para proponer unos tipos menores de los que tenemos. Pero no les quepa duda: si queremos ser Dinamarca hay que pagarlo. Y bajando el IRPF, sobre todo los tipos superiores, será imposible.

Estas son solo algunas de las incongruencias del programa hasta ahora anunciado de Ciudadanos para lograr el objetivo de convertirnos en Dinamarca. En realidad, este mal es común en la política española: Proponer países como supuestos modelos cuando no se pueden obtener los efectos de las políticas selectivamente, escogiendo cuáles de los beneficios y costes queremos. Debemos reconocer, eso sí, que a diferencia de lo que es habitual, Ciudadanos ha estado proponiendo medidas y políticas concretas, centrando el debate no solo en los objetivos, sino también en los instrumentos. Lo que no tengo yo del todo claro es si esas medidas de verdad supondrían convertir a España en la Dinamarca del Sur.

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