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Dudas sobre el veto naranja

Desde el mismo momento en el que Ciudadanos anunció su negativa a pactar con el PSOE tras las elecciones generales del 28A, gran parte de la discusión pública se ha centrado en el veto naranja. Una decisión que –según cuenta Elsa García de Blas en EL PAÍS– habría estado sustentada en análisis demoscópicos del electorado de derechas y que también aquí, en este mismo blog, Pepe Fernández-Albertos caracterizó como racional explorando datos de encuesta del CIS.

No obstante, la contundencia con la que se presentó el veto a los de Sánchez no coincide con datos contundentes a favor de dicha estrategia. Si bien hay elementos para comprender el movimiento de Ciudadanos desde un punto de vista electoral, siguen existiendo muchas dudas respecto a que dicha apuesta sea la más conveniente para los de Rivera. En este post utilizaré los microdatos más recientes liberados por el CIS (barómetro enero 2019) para presentar algunas cuestiones que invitan a caracterizar la apuesta de Ciudadanos como arriesgada. En primer lugar, por la baja fidelidad del votante naranja; en segundo lugar, porque las fugas hacia VOX ya no parecen peligrosas y podrían ser mayores hacia el PSOE; y en tercer lugar, porque la apuesta por una competición electoral de bloques podría perjudicar la capacidad de los de Rivera para pescar en el caladero de votantes indecisos.

  1. Promiscuos y menos amarrados

Uno de los argumentos que han circulado sobre los determinantes del veto naranja ha sido que la formación de Rivera estaba sufriendo una sangría de votos hacia el partido liderado por Santiago Abascal. Al apostar por descartar al PSOE como socio de gobierno, Ciudadanos aspira a frenar esa sangría de votos así como recuperar los ya perdidos. Si bien existe una elevada incertidumbre sobre si dicho movimiento produciría los resultados esperados, lo que es totalmente certero es que el veto de Ciudadanos implica asumir un riesgo muy importante: el propiciar la fuga de votos al presentar una competición electoral entre dos bloques (derecha vs. izquierda+nacionalistas). Normalmente, el principal dique de contención con el que cuenta un partido para evitar la perdida de votantes es la identificación partidista, es decir, la fidelidad de los suyos. En el caso de Ciudadanos, desde su creación, así como desde su salto a la arena nacional, sabemos que es un partido lleno de votantes promiscuos, esto es, de votantes dispuestos a cambiar de partido de una elección a otra. Dado su perfil ideológico y sociodemográfico, se ha constatado en varias ocasiones que la identificación partidistas del votante naranja es por lo general más débil que la de votantes de otros partidos y en la actualidad esto ha cambiado bastante poco.

El gráfico 1 compara a votantes de Ciudadanos (intención directa de voto, desde ahora IDV) con el resto de votantes. Vemos que solo 1 de cada 3 votantes de Ciudadanos se autodefinen como votantes fieles (“votan siempre o por lo general al mismo partido”), mientras que el 60% declara estar dispuesto a votar según le convenga en el momento de la elección.

 

Sumado a esto, la potencial infidelidad del votante naranja se ve reflejada en el gráfico 2, donde se analiza cuán amarrado está el voto a los de Rivera en la actualidad. Cruzando dos preguntas de la encuesta del CIS (la IDV y la probabilidad de votar a Ciudadanos) podemos evaluar cuán fuerte es la decisión de los actuales votantes naranja de votar a Ciudadanos (véase el diagrama de caja naranja). Para poner en perspectiva esta debilidad, los datos se presentan junto a la IDV de otros partidos y la probabilidad de voto a estos mismo por parte de sus propios votantes. El diagrama de caja nos permite ver cómo se distribuyen, por ejemplo para el caso de Ciudadanos, la probabilidad de voto a los de Rivera entre los que declaran una IDV a Ciudadanos. La línea que parte a la caja representa la mediana de la distribución, es decir, aquel punto en el que el conjunto de votantes de Ciudadanos se divide en dos mitades iguales. Así, vemos que la mitad de ellos votarían a Ciudadanos con una probabilidad igual o mayor al 70% (el equivalente a 7 en la escala de la pregunta del CIS) mientras que la otra mitad con una probabilidad menor o igual al 70%.

Los límites inferior y superior de la caja indican cuando la distribución alcanza el primer y tercer cuartil respectivamente. Vemos pues que un cuarto de los votantes de Ciudadanos lo harían con una probabilidad igual o inferior al 50%, mientras que solo un cuarto de los votantes naranjas elegirían a Rivera en las elecciones generales con una probabilidad igual o mayor al 80%. Este dibujo de la probabilidad de votar a Ciudadanos por parte de sus propios votantes contrasta con lo que sucede en otros partidos. Tanto los votantes del PP, PSOE y Podemos están más amarrados si los evaluamos a través de los lentes de la pregunta de probabilidad de voto. Solo por poner un ejemplo, en el PP (aunque hayan caído en fidelidad de votos en relación con las elecciones anteriores) la mitad de los que declaran una IDV por ellos lo harían con una probabilidad igual o mayor al 80%, del mismo modo que tienen muy bien amarrados a un cuarto de su votantes: estos se ubican en el 10 de la escala (lo votarán con toda seguridad, siempre). Se trata de una muestra más de que Ciudadanos, a diferencia de otros partidos, tiene que medir y calibrar con bastante más cuidado cada uno de sus movimientos, pues la posibilidad de que parte de los suyos reaccionen saltando a otras formaciones o a la abstención es considerable.

  1. Más posibles fugas al PSOE que a VOX

Sondeos internos de Ciudadanos señalaban una fuga en torno al 10% de su electorado hacia la extrema derecha. En este sentido, la promoción de la manifestación de Colón y el veto a pactar con el PSOE se podrían interpretar como una estrategia electoral para frenar dicha fuga, como una apuesta por la dimensión territorial para dar la batalla en el espectro ideológico de la derecha y, posiblemente, como la imposición dentro del partido de las preferencias ideológicas a la que Víctor Lapuente llamó en un artículo el alma nacional (frente a la liberal) de Ciudadanos. En lo que respecta a la posible fuga de votos veamos el gráfico 3, en donde se pinta la probabilidad de votar a VOX y al PSOE entre aquellos encuestado con una IDV a Ciudadanos.

El primer dato que destaca es que el 64% de los votantes de Ciudadanos dicen que nunca votarían por VOX. Es cierto que esto no nos informa directamente sobre las preferencias sobre una coalición con la formación de Abascal, pero sí es un claro síntoma de incomodidad con la extrema derecha entre su electorado. El rechazo a votar al PSOE es 25 puntos porcentuales menor, lo que denota en términos generales un margen significativo de mayor comodidad de los votantes naranjas con los socialistas. Al margen de esto, lo que interesa aquí es prestar atención al segmento de la escala de probabilidad del CIS que va desde el 5 al 10, es decir qué proporción de votantes de Ciudadanos votarían a VOX o al PSOE con una probabilidad igual o mayor al 50%.

Mientras que un 15% de los votantes naranjas elegirían una papeleta de Vox con una probabilidad igual o mayor al 50%, un 22% lo haría por una del PSOE. Se tratan de cifras a contracorriente con el veto de Rivera a Sánchez. Pero aún lo son más si prestamos particular atención a aquellos votantes de Ciudadanos que son “dudosos” (aquellos que tienen una IDV a Ciudadanos y que indican que votarían a la formación naranja con una probabilidad igual o menor al 50%). El gráfico 4 ilustra dicho ejercicio.

Entre los votantes naranjas menos amarrados (panel derecho), el rechazo a VOX escala al 75% y solo 7.5% estaría dispuesto a cambiar a Rivera por Abascal con una probabilidad igual o mayor al 50%. En cambio, para los dudosos, las potenciales fugas hacia el PSOE se mantienen en torno al 21% de los votantes naranjas. Con estos datos, la estrategia de bloques lanzada con el veto al PSOE parece del todo arriesgada.

Una forma más sustantiva de ilustrar el riesgo asumido por el veto naranja es evaluando si la apuesta de la competición de bloques primando la dimensión territorial está alineada con la capacidad de Ciudadanos de retener votos. El gráfico 5 aporta indicios de que esto no es así. Si volvemos a dividir a aquellos con un IDV a Ciudadanos entre votantes “dudosos” y “seguros” vemos que la estrategia sobre cómo abordar el conflicto catalán (el haber apostado por una posición más dura junto a VOX y PP en Colón y en una posible coalición de gobierno) tampoco parece la más acertada.

El apoyo a una estrategia política de mano dura en Cataluña solo es apoyada por 24% de los votantes dudosos de Ciudadanos, casi 10 puntos porcentuales por debajo de los votantes seguros. Sumado a esto casi dos tercios de los primeros y la mitad de los segundo prefieren la combinación de diálogo con el cumplimiento de la ley. Pero diálogo al fin.

  1. Una estrategia poco atractiva para los indecisos.

Por último, si parte de la estrategia de los de Rivera con el veto al PSOE era enfatizar su agenda anti-independentista (o nacionalista española) para atraer votantes indecisos (el 18% según el barómetro), puede que yerren el tiro. El gráfico 6 muestra que, en contraste con los votantes propios, cerca del 60% del electorado indeciso declara que la influencia de la situación en Cataluña sobre su voto es poca o ninguna. Si no se trata de la cuestión territorial, pues, entre ese importante porcentaje de indecisos puede que la clave sea la ideológica, y es en esa dimensión en la que Ciudadanos se ha colocado en una posición de competición más débil.

 

Desde el mismo momento en el que Ciudadanos anunció su negativa a pactar con el PSOE tras las elecciones generales del 28A, gran parte de la discusión pública se ha centrado en el veto naranja. Una decisión que –según cuenta Elsa García de Blas en EL PAÍS– habría estado sustentada en análisis demoscópicos del electorado de derechas y que también aquí, en este mismo blog, Pepe Fernández-Albertos caracterizó como racional explorando datos de encuesta del CIS.

No obstante, la contundencia con la que se presentó el veto a los de Sánchez no coincide con datos contundentes a favor de dicha estrategia. Si bien hay elementos para comprender el movimiento de Ciudadanos desde un punto de vista electoral, siguen existiendo muchas dudas respecto a que dicha apuesta sea la más conveniente para los de Rivera. En este post utilizaré los microdatos más recientes liberados por el CIS (barómetro enero 2019) para presentar algunas cuestiones que invitan a caracterizar la apuesta de Ciudadanos como arriesgada. En primer lugar, por la baja fidelidad del votante naranja; en segundo lugar, porque las fugas hacia VOX ya no parecen peligrosas y podrían ser mayores hacia el PSOE; y en tercer lugar, porque la apuesta por una competición electoral de bloques podría perjudicar la capacidad de los de Rivera para pescar en el caladero de votantes indecisos.