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¿Una consulta sin sistema electoral?

El objeto de cualquier sistema electoral es traducir las preferencias de los ciudadanos expresadas en votos en resultados políticos. Como en la mayoría de los países de nuestro entorno casi la totalidad de las veces que votamos lo hacemos para elegir representantes políticos, podríamos pensar que un sistema electoral es aquel que traduce votos en escaños, como muchas veces se dice. Así pues, cuando no elegimos representantes sino que decidimos directamente sobre algo (esto es, en un referéndum), la idea de “sistema electoral” no tendría mucho sentido. Eso justificaría que la propuesta de consulta sobre el estatus político de Cataluña no dedique ni una sola línea al “sistema electoral” que regirá dicha consulta.

Sin embargo, la idea de que las consultas no necesitan de sistema electoral es un completo disparate. Las consultas y referéndums también necesitan de reglas que traduzcan los votos de los ciudadanos. Incluso en el caso de referéndum más sencillo de todos, tendremos que saber si aceptaremos como válido el resultado mayoritario entre los votos emitidos, o el mayoritario entre los votos válidos, o si exigiremos una mayoría del censo electoral. Y cuanto más compleja sea la consulta (y lo siento, esta consulta es compleja), más necesario se hace establecer unas reglas claras que traduzcan los votos de los ciudadanos en decisiones colectivas. Es fundamental además que esas reglas se hagan explícitas ahora, porque los votantes tienen derecho a saber cómo se van a interpretar sus votos (o su decisión de abstenerse) antes de ir a votar.

Para mostrar los problemas que genera la ausencia de este sistema electoral, vamos a suponer que la consulta se realiza en los términos propuestos, y que el 80% de los catalanes van a votar, que el 75% de ellos votan sí a la primera pregunta (quieren que Cataluña se convierta en un Estado), y que de ese 75%, un 65% votan también sí a la segunda (que ese Estado sea independiente). Dicho de otra forma, de cada 100 catalanes, 20 no votan, 39 votan sí en las dos preguntas, 21 votan sí en la primera y no en la segunda, y 20 votan no en la primera pregunta. (Esto ya es mucho simplificar: no estamos introduciendo las complejidad de los votos en blanco en la primera o segunda pregunta, ni estamos considerando el caso de los posibles votos nulos de los que expresen una preferencia en la segunda pregunta habiendo votado no en la primera).

Con estas preferencias hay múltiples formas de contar los resultados:

1. Si lo que contamos es el porcentaje de votos “sí+sí” sobre el conjunto de votos, el resultado es un exiguo 49% a favor de que Cataluña sea un Estado independiente.

2. Si contamos cuál de las tres opciones propuestas es la preferida por los que votan, el resultado es: Estado independiente 39%, Estado no independiente 21%, Situación actual: 20%.

3. Si contamos cuál de las tres opciones propuestas es la preferida por el conjunto del censo (votantes y no votantes), el resultado es: Situación actual 40%, Estado independiente 39%; Estado no independiente 21%.

4. Si contamos primero si hay una mayoría en el censo electoral por un Estado, y luego si hay una mayoría en el censo por un Estado independiente, el resultado es: un 60% del censo a favor de un Estado, pero sólo un 39% del censo a favor de un Estado independiente.

Por supuesto, esta lista de posibles “sistemas electorales” no es exhaustiva, existen muchas otras formas de traducir votos en resultados en una consulta como esta. Les invito a que propongan su método en los comentarios. Pero la conclusión ya es evidente: sin un sistema electoral, ¡es imposible saber quién ha ganado!

No sé muy bien cuál es el objetivo de la propuesta de consulta anunciada por el president Mas, pero el que no incluya un sistema electoral explícito que traduzca los votos en resultados me sugiere que se trata más de una maniobra política de corto plazo que de un intento serio de diseñar un marco institucional claro en el que los catalanes decidan sobre su relación con España.

El objeto de cualquier sistema electoral es traducir las preferencias de los ciudadanos expresadas en votos en resultados políticos. Como en la mayoría de los países de nuestro entorno casi la totalidad de las veces que votamos lo hacemos para elegir representantes políticos, podríamos pensar que un sistema electoral es aquel que traduce votos en escaños, como muchas veces se dice. Así pues, cuando no elegimos representantes sino que decidimos directamente sobre algo (esto es, en un referéndum), la idea de “sistema electoral” no tendría mucho sentido. Eso justificaría que la propuesta de consulta sobre el estatus político de Cataluña no dedique ni una sola línea al “sistema electoral” que regirá dicha consulta.

Sin embargo, la idea de que las consultas no necesitan de sistema electoral es un completo disparate. Las consultas y referéndums también necesitan de reglas que traduzcan los votos de los ciudadanos. Incluso en el caso de referéndum más sencillo de todos, tendremos que saber si aceptaremos como válido el resultado mayoritario entre los votos emitidos, o el mayoritario entre los votos válidos, o si exigiremos una mayoría del censo electoral. Y cuanto más compleja sea la consulta (y lo siento, esta consulta es compleja), más necesario se hace establecer unas reglas claras que traduzcan los votos de los ciudadanos en decisiones colectivas. Es fundamental además que esas reglas se hagan explícitas ahora, porque los votantes tienen derecho a saber cómo se van a interpretar sus votos (o su decisión de abstenerse) antes de ir a votar.