En los últimos años, los estudios sobre los efectos perjudiciales de la contaminación ambiental en el desarrollo de los niños y niñas se han acumulado y la evidencia es muy concluyente. La exposición a niveles elevados de micropartículas y gases como el dióxido de nitrógeno tiene impactos negativos sobre el desarrollo cerebral (aquí, aquí, aquí, aquí, aquí), la atención y la memoria (aquí, aquí, aquí), la salud respiratoria (aquí, aquí) y mental (aquí) y el comportamiento (aquí) de los menores. Incluso aumenta la probabilidad de llevar gafas (aquí) y desarrollar obesidad (aquí). Las metodologías de muchos de estos estudios son impecables. Por ejemplo, el estudio BREATHE en Barcelona seleccionó 20 pares de escuelas muy parecidas en cuanto a la renta y el nivel educativo de las familias, pero unas ubicadas cerca de vías básicas de tráfico y otras en lugares con menos contaminación y siguió las trayectorias de desarrollo de los niños y niñas durante varios años. Los efectos de pasar de niveles bajos a altos de contaminación son de magnitud alarmante. En muchos casos equivalen a haber nacido en una familia de alto o bajo nivel socio-económico, uno de los principales predictores del desarrollo infantil.
La contaminación ambiental es una causa evitable de problemas significativos de desarrollo en la infancia. ¿Qué podemos hacer? Mejorar la calidad del aire en las escuelas es una prioridad razonable porque los niños y niñas pasan muchas horas ahí. Una cuestión importante es de dónde provienen las partículas y gases más nocivos que encontramos en los entornos escolares. Existen diferentes fuentes, incluyendo la tiza, los arenales o los productos de limpieza, que sería muy fácil abordar. Pero seguramente la intervención más significativa consiste en reducir el tráfico rodado cerca de las escuelas y los caminos escolares (aquí, aquí, aquí).
Reducir el tráfico cerca de las escuelas es una medida polémica porque implica reducir el tráfico en general. Para que se tomen medidas en este sentido debe existir no sólo evidencia científica de sus beneficios sino también una fuerte demanda social. Uno de los colectivos que puede presionar a las administraciones para cambiar los entornos escolares son los propios padres y madres. De hecho, en el último año muchas asociaciones de familias articuladas entorno al movimiento de la Revolta Escolar han cortado el tráfico a la salida de la escuela para reclamar entornos escolares más seguros, silenciosos y limpios, pero es difícil saber si existe una preocupación real entre las familias por esta cuestión. No son pocos los niños y niñas que llegan en coche a la escuela y por tanto quizás hay una mayoría silenciosa de familias que se opone a la pacificación porque dificultaría el acceso a los colegios por transporte privado.
¿En qué medida preocupa la contaminación en los entornos escolares a las familias? ¿Qué medidas son más o menos populares? Para aportar datos sobre esta cuestión, hemos realizado una encuesta entre las escuelas que participan en las protestas de la Revolta Escolar, a la que contestaron 4.450 familias de 70 escuelas en Barcelona y otras ciudades de alrededor. La limitación principal de estos datos es que provienen de una muestra urbana y autoseleccionada en el sentido de que se distribuyó en escuelas donde hay activismo medio-ambiental. Pero la muestra tiene dos fortalezas: su tamaño y que se trata de escuelas en las que se ha producido este debate a raíz de los cortes de tráfico. Es un tipo de acción que en ocasiones provoca una reacción contraria y por tanto son entornos en que las opiniones sobre este tema están cristalizadas.
Encontramos en primer lugar que el 86% de las personas encuestadas piensan que la contaminación ambiental alrededor de su escuela es excesiva y el 79% considera excesivo también el ruido que viene del tráfico rodado. El 80% piensa que los coches y motos van muy rápidos alrededor de la escuela.
No parece que llegar en coche a la escuela sea una necesidad acuciante en estos entornos urbanos: el 74% vive a menos de 15 minutos caminando de la escuela y sólo el 11% de los padres y el 7% de las madres lleva a los niños o niñas en transporte privado al menos una vez por semana. De lejos, la forma de transporte más frecuente es ir andando. A pesar de eso, la mayoría no se plantea que los niños o niñas vayan solos a la escuela. El 80% considera que el camino a la escuela no es suficientemente seguro para que un niño o niña de 8 años lo haga solo o en grupo de menores no acompañado. Ello es significativo, porque desde un punto de vista evolutivo los menores tienen suficiente autonomía para realizar trayectos conocidos y cortos a esa edad.
Se ha preguntado también en la encuesta por el apoyo a diferentes medidas concretas. Existe mucho apoyo (más del 90%) a controlar los niveles de contaminación y ruido y reducir el tráfico en calles adyacentes a la escuela. La medida concreta que menos apoyo suscita, previsiblemente, es eliminar plazas de aparcamiento en los accesos a los centros escolares, pero aún así el 77% la apoya. A pesar de los posibles sesgos, los datos sugieren que existe una preocupación significativa entre las familias por la contaminación y que el apoyo a medidas que las administraciones intervengan es muy mayoritario. En todo caso, el estudio no está cerrado, y escuelas interesadas pueden participar escribiendo a enquestarevolta@gmail.com.
En los últimos años, los estudios sobre los efectos perjudiciales de la contaminación ambiental en el desarrollo de los niños y niñas se han acumulado y la evidencia es muy concluyente. La exposición a niveles elevados de micropartículas y gases como el dióxido de nitrógeno tiene impactos negativos sobre el desarrollo cerebral (aquí, aquí, aquí, aquí, aquí), la atención y la memoria (aquí, aquí, aquí), la salud respiratoria (aquí, aquí) y mental (aquí) y el comportamiento (aquí) de los menores. Incluso aumenta la probabilidad de llevar gafas (aquí) y desarrollar obesidad (aquí). Las metodologías de muchos de estos estudios son impecables. Por ejemplo, el estudio BREATHE en Barcelona seleccionó 20 pares de escuelas muy parecidas en cuanto a la renta y el nivel educativo de las familias, pero unas ubicadas cerca de vías básicas de tráfico y otras en lugares con menos contaminación y siguió las trayectorias de desarrollo de los niños y niñas durante varios años. Los efectos de pasar de niveles bajos a altos de contaminación son de magnitud alarmante. En muchos casos equivalen a haber nacido en una familia de alto o bajo nivel socio-económico, uno de los principales predictores del desarrollo infantil.
La contaminación ambiental es una causa evitable de problemas significativos de desarrollo en la infancia. ¿Qué podemos hacer? Mejorar la calidad del aire en las escuelas es una prioridad razonable porque los niños y niñas pasan muchas horas ahí. Una cuestión importante es de dónde provienen las partículas y gases más nocivos que encontramos en los entornos escolares. Existen diferentes fuentes, incluyendo la tiza, los arenales o los productos de limpieza, que sería muy fácil abordar. Pero seguramente la intervención más significativa consiste en reducir el tráfico rodado cerca de las escuelas y los caminos escolares (aquí, aquí, aquí).