Hace unas semanas el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) subió a su web datos sobre consumo de los hogares y gasto de personas desagregados por territorio. Si bien son datos provenientes de la Encuesta de Presupuestos Familiares del INE (de acceso público), han sido tratados de tal manera que nos permiten conocer los niveles y la evolución de la desigualdad dentro de cada comunidad autónoma, así como las diferencias entre ellas desde mediados de los 70 hasta el año 2005.
A pesar de ser datos pre-crisis no dejan de ser interesantes, pues nos permiten analizar la desigualdad en las CCAA desde el inicio del proceso de descentralización autonómica. ¿Se han reducido las desigualdades entre personas desde que las CCAA se dotaron de instituciones de autogobierno? ¿Han podido reducir las desigualdades algunas más que otras? ¿Han sido particularmente aquellas gobernadas por la izquierda?
Nuestro punto de partida es la situación en 1980, año alrededor del cual se produjeron las primeras elecciones autonómicas en el nuevo período democrático (Navarra fue la primera en 1979, País Vasco y Cataluña en 1980, Galicia en 1981, Andalucía en 1982 y el resto en 1983). El gráfico 1 muestra el índice de Gini para cada comunidad autónoma en relación a la media. Recordemos que el índice de Gini mide le desigualdad de una distribución, en este caso, el del gasto de las personas. Cuanto más cercano a 0 más igualdad (todo el mundo tiene el mismo nivel de gasto), cuanto más cercana a 100 mayor desigualdad. Cada barra muestra cuánto se desvía cada región de la media, que para 1980 era de 31.8.[1] Las barras que aparecen con valores negativos (a la izquierda) son las CCAA menos desiguales y los valores positivos (a la derecha) corresponden a las CCAA que tenían niveles de desigualdad por encima de la media.
La Rioja, País Vasco, Navarra y Cataluña eran la CCAA más igualitarias a principios de los 80. Galicia, Andalucía, Cantabria y Extremadura las más desiguales. Pero, como se puede apreciar, las diferencias son pequeñas (recordemos que la escala es de 0 a 100 y que la media es 31.8). La distancia entre La Rioja y Galicia (la menos y más desigual respectivamente) es de apenas 7.5 puntos porcentuales.
Con estos datos podemos analizar si el sentido del voto de las primeras elecciones autonómicas ha tenido algo que ver con los niveles de desigualdad en cada comunidad autónoma. Valga la pena señalar que si bien el margen de maniobra de las CCAA para corregir las desigualdades era bastante reducido para entonces, sigue teniendo sentido esperar que aquellas regiones más desiguales se inclinasen por partidos con un discurso socialdemócrata.
La correlación entre el índice de Gini en 1980 y el voto a partidos de izquierda (PSOE + IU) en las primeras elecciones autonómicas no es muy fuerte (.18). De hecho, de las cuatro regiones con mayores niveles de desigualdad a principios de los 80, dos terminaron en manos de gobiernos socialdemócratas (Andalucía y Extremadura) y dos en manos de los conservadores (Galicia y Cantabria).
No obstante, si miramos la situación del decil de la distribución con menores niveles de gasto (p10) en relación a la mediana (p50) la relación entre voto a partidos de izquierda y desigualdad es más clara. La correlación es de .5. El gráfico 2 muestra como a medida que el nivel de gasto de los más pobres es menor en comparación con la clase media el voto a partidos de izquierdas es mayor. En este sentido, y al margen de todo tipo de explicaciones alternativas sobre el comportamiento electoral en las primeras elecciones autonómicas (tirón electoral del PSOE tras su victoria en las generales de 1982, cuestiones locales, etc.) puede que si bien el nivel de desigualdad general no haya estado asociado al sentido del voto, sí lo haya estado la situación de los más pobres en relación a la clase media en cada comunidad autónoma.
Pero veamos cuales han sido los cambios 25 años después. El gráfico 3 muestra las diferencias del índice de Gini entre 1980 y 2005. Dicha diferencia es en relación al cambio medio de las CCAA que ha sido un recorte de 1.65 puntos, es decir una reducción bastante leve de la desigualdad. Galicia, Asturias, Navarra, Murcia y Cantabria han sido las CCAA que más han disminuido el índice de Gini por encima de la media (cerca de 2 puntos). Quizás el caso más meritorio es el de Navarra porque a pesar de ser una de las regiones menos desiguales en 1980 ha sido una de las que más ha igualado el gasto de los ciudadanos. Galicia, la comunidad autónoma más desigual a principios de los 80, ha sido la que más ha recortado las diferencias con el resto de regiones.
En la zona baja del gráfico vemos que Cataluña, La Rioja Castilla La Mancha y la Comunidad Valenciana son las que menos han disminuido sus niveles de desigualdad. De hecho, en Cataluña y La Rioja las desigualdades han aumentado, aunque muy marginalmente (el aumento del índice de Gini está solo un poco por encima de la reducción media). Aunque ambas regiones partían de una situación favorable en relación al resto de CCAA. Sin embargo, este no es el caso de Castilla La Mancha y la Comunidad Valenciana que se encontraban en torno a la media en 1980.
Una lectura política de estos cambios llama la atención. En primer lugar, las diferencias entre regiones -hayan estado gobernadas por uno u otro partido, y después de 25 años- son muy pequeñas. La región que más ha disminuido el nivel de desigualdad, Galicia, lo ha hecho en 4 puntos (2.4 en relación a la media). En segundo lugar, de aquellas regiones que más han avanzado en la reducción de la desigualdad ninguna es de las que normalmente catalogamos como “feudos socialista”. De hecho, de las cinco que han mejorado en términos de igualdad dos son regiones que normalmente catalogamos como “feudos populares” (Galicia y Murcia).
Pero lo cierto es que puede ser engañoso evaluar estos cambios a la luz del color político de las CCAA puesto que, aunque parezca extraño, sí ha habido alternancia política en los gobiernos autonómicos y por tanto en ocasiones no es posible atribuir los resultados a un partido u otro. Por ejemplo, a pesar que solemos llamar a Valencia, Murcia y Madrid feudos del PP, hasta 1995 gobernaron los socialistas. Y como sabemos que los cambios en los niveles de desigualdad deberían ser cuestiones “estructurales” difíciles de apreciar de un año a otro, o incluso de una legislatura a otra, lo mejor es apartar de nuestro análisis aquellas regiones que han tenido alternancia y quedarnos con aquellas que desde los 80 y hasta el 2005 han sido gobernadas por un mismo partido.
Estas son: Andalucía, Extremadura, Castilla La Mancha, Galicia y Castilla León. Las tres primeras siempre han estado gobernadas por el PSOE, y las dos últimas por el PP desde finales de los 80 (Galicia tuvo un paréntesis socialista entre 1988 y 1989, y Castilla León entre 1983-1988).[2]
Después de tanto tiempo en el poder y con la progresiva descentralización de competencias políticas ¿Cómo han cambiado estas CCAA? El gráfico 4 es ni más ni menos que un zoom del gráfico anterior, pero ahora comparando los verdaderos feudos de PSOE y del PP.
Aunque, como apuntábamos anteriormente, las diferencias son marginales, llama la atención que la región con un gobierno monocolor durante 25 años que menos haya reducido las desigualdades sea socialista, y la que más popular. También, siguiendo con la lógica de que los partidos socialdemócratas son aquellos que tienen entre sus máximas políticas la lucha contra las desigualdades, resulta llamativo que tanto Andalucía como Extremadura no destaquen en absoluto en relación a la reducción media. De hecho, Andalucía ha disminuido el índice de Gini menos de medio punto más en relación a la media (recordemos, una reducción de 1.65) pero Extremadura lo ha dejado en 2005 medio punto más arriba que la media.
A pesar de ser reducciones muy pequeñas y fuera de la lógica partidista ¿estas han sido por un mejoramiento de los pobres o un empeoramiento de los ricos en relación con la clase media? El gráfico 5 muestra los cambios del gasto por personas del decil más pobre (p10) y más rico (p90) de la distribución en relación a la mediana (p50) entre 1980 y 2005 para los “feudos” socialistas y populares. Las diferencias son relativas al cambio medio de las CCAA (una mejora de .051 puntos para los pobres y un empeoramiento de .098 para los ricos en relación a la clase media).
En el caso de Andalucía, tanto los más pobres y los más ricos han mejorado su nivel de gasto a costa de la clase media. Aunque los segundos lo han hecho un poco más que los primeros. En Castilla la Mancha el decil más pobre ha empeorado su situación en comparación con la media, pero los ricos la han mejorado. Extremadura es la única región socialista que se acerca a una lógica socialdemócrata. Lo más pobres mejoran su posición y los ricos la empeoran en relación a la clase media. En los feudos populares el decil inferior de la distribución desciende su nivel de gasto en Catilla León y aumenta en Galicia, sucediendo lo contrario para el decil superior (p90). De hecho, en Galicia gran parte de la reducción de las desigualdades se explica por una pérdida de posiciones de los más ricos.
Estos datos son en cierto modo desconcertantes. Por un lado vemos que en un período de 25 años pocas cosas han cambiado. Esto, como es lógico, coincide con la escasa reducción de las desigualdades en España que han señalados otros estudios para el mismo período. Pero es llamativo no encontrar diferencias importantes entre CCAA. Y mucho más aún que las regiones en donde el PSOE ha gobernado durante décadas no haya dejado ni rastro socialdemócrata en términos de corrección de las desigualdades.
Seguramente habrá que considerar muchos otros factores como los movimientos migratorios, la diferente evolución y niveles de autogobierno, etc. etc. Pero esto es, al menos, lo que dice una mera comparación de los datos que -con tan pocas diferencias y en contra de la lógica política- deja encima de la mesa, al menos, preguntas y ganas de seguir investigando.
Será interesante, por ejemplo, ver si las diferencias partidistas nos dicen algo en relación a la evolución de las desigualdades después de la crisis. Veremos. Pues, de momento, seguimos inmersos en ella.
[1] He quitado el dato de las Islas Baleares para calcular la media porque sospecho que el índice de Gini reportado para esta región en 1980 no es correcto. En 1973-4 el Gini para Baleares es de 0.2968, luego salta en 1980-1 a 0.365, y en 1990-1 vuelve a bajar a0.272. Se trata de movimientos que no suceden en ninguna otra región y que, a priori, no tienen ninguna lógica en particular. Desde mi punto de vista se trata de un error.
[2] He excluido al País Vasco para hacer más nítida la comparación entre izquierda y derecha, así como por la propia singularidad del caso.