La luna de miel de Alberto Núñez Feijóo toca su fin. O al menos ese fue el diagnóstico que el presidente del CIS, José Félix Tezanos, realizó hace unos días al publicarse el barómetro de octubre. Tezanos fue claro, como suele ser su estilo. Aseguró que la popularidad del líder del PP se encontraba en crisis debido a que había cometido errores y a que no tenía los conocimientos necesarios para liderar. En cierto modo, no sería tan extraño que empezáramos a detectar un cierto desgaste de la popularidad de Feijóo. Al fin y al cabo, las lunas de miel no duran para siempre. Los relevos de liderazgos en los partidos suelen venir acompañados de un periodo de optimismo y altas expectativas, pero tienden a ir desinflándose a medida que pasan los meses.
Pero, más allá de opiniones impresionistas, ¿qué nos dicen los datos sobre el fin del “efecto Feijóo”? ¿Realmente se está desvaneciendo? Se trata, creo, de una pregunta clave para entender el escenario electoral que se abre el próximo año. El PP, si quiere llegar a La Moncloa, no puede esperar sentado en el banquillo a que la popularidad del PSOE se vaya erosionando a medida que lleguen las adversidades económicas.
Si algo ha demostrado Pedro Sánchez es una gran capacidad de resistencia. El presidente ha reaccionado a las distintas crisis que se ha ido topando por el camino impulsando un escudo social para proteger a las personas más vulnerables. Esas políticas compensatorias han representado una válvula de escape del descontento social y han frenado un posible deterioro de la satisfacción con el Gobierno.
Puede que, con el tiempo, si las dificultades económicas se mantienen, la confianza en el PSOE de Sánchez acabe por desmoronarse. Pero la capacidad de resistencia de este Gobierno ha sido hasta ahora tan encomiable que sería poco prudente que Feijóo confiara su suerte a los errores del adversario.
Ante un PSOE que resiste, es particularmente importante que PP mantenga vivo el “efecto Feijóo” hasta el próximo año electoral. ¿Lo está logrando? En el gráfico 1 muestro la evolución de la popularidad del líder del PP desde abril hasta la actualidad usando los barómetros del CIS. Los datos nos llevan a una conclusión clara: la popularidad de Feijóo se mantiene fuerte, sin apenas desgaste, entre sus bases electorales tradicionales, pero se desploma entre los votantes socialistas.
En la evolución del gráfico 1 se puede observar cómo las valoraciones de Feijóo se mantienen altas (por encima del 7 sobre 10) entre los votantes del PP. Asimismo, los aprobados del líder del PP entre el electorado de Vox y Ciudadanos también se han mantenido esencialmente estables a lo largo de todos estos meses. Así pues, si nos centramos en el espacio electoral de la derecha, se debe concluir que la luna de miel de Feijóo continúa gozando de una excelente salud.
Otra cuestión es si ponemos la mirada en las bases socialistas. Los votantes del PSOE recibieron la llegada de Feijóo con buenos ojos. Según el barómetro del CIS del pasado abril, los votantes del PSOE le daban un aprobado al líder popular, algo ciertamente excepcional dado el contexto de alta polarización que vive últimamente nuestro país. No obstante, esa relativa buena imagen de Feijóo se ha ido desvanecido por completo: hoy su popularidad entre el electorado socialista se ha desplomado y cosecha ya sonados suspensos con notas inferiores al 4 sobre 10.
Se suele decir que un líder político debe prestar atención a sus bases electorales, sin perder demasiado el tiempo en ganarse la simpatía de quienes jamás le votarán. Por ejemplo, analizar el grado de popularidad de Alberto Nuñez Feijóo entre los votantes de Unidas Podemos es un ejercicio fútil, pues, al margen de lo que piensen de su líder, es altamente improbable que decidan sumarse a las filas del PP.
Sin embargo, el caso del PSOE es distinto, pues sí existe la posibilidad de que un votante socialista se pase al PP si cree que el candidato es atractivo. Esto es lo que ocurrió en las elecciones andaluzas del pasado junio. Entonces, alrededor del 16% de los que votaron al PSOE en las anteriores elecciones apoyaron en esta ocasión al PP. Hacía mucho tiempo que no se observaban fugas de dos dígitos entre PSOE y PP. El presidente Juanma Moreno Bonilla encontró la receta para romper la política de bloques y atraer a un buen puñado de votante socialista.
La llegada de Alberto Nuñez Feijóo también empezó a generar efectos similares. Como muestro en el gráfico 2, las fugas del PSOE hacia el PP fueron creciendo durante los primeros meses de liderazgo de Feijóo, acercándose en verano a cifras de dos dígitos. Durante unos meses parecía que el líder del PP podría lograr exportar el escenario andaluz a unas elecciones generales. De seguir con esta tendencia, la victoria del PP estaba prácticamente asegurada. No obstante, en los dos últimos meses las cosas parecen haber cambiado: las fugas del PSOE al PP se ha estancado o incluso revertido.
Uno de los grandes temores que tenía Pedro Sánchez era que sus bases empezaran a ver el PP de Feijóo como una alternativa votable. Ese temor parece que hoy es mucho más remoto de lo que era meses atrás. El PSOE puede ver con alivio cómo un escenario similar a las andaluzas era cada vez más improbable en unas generales.
En definitiva, ¿podemos concluir que la popularidad de Feijóo se encuentra en caída libre como aseveraba el presidente del CIS? Si nos fijamos en el espacio de la derecha, la respuesta es no. Su popularidad y capacidad de atracción entre sus votantes y los de Cs y Vox se mantienen excepcionalmente altas. Pero si nos centramos en los votantes del PSOE, entonces sí parece que podamos afirmar con cierta seguridad que la luna de miel de Feijóo está llegando a su fin.
La luna de miel de Alberto Núñez Feijóo toca su fin. O al menos ese fue el diagnóstico que el presidente del CIS, José Félix Tezanos, realizó hace unos días al publicarse el barómetro de octubre. Tezanos fue claro, como suele ser su estilo. Aseguró que la popularidad del líder del PP se encontraba en crisis debido a que había cometido errores y a que no tenía los conocimientos necesarios para liderar. En cierto modo, no sería tan extraño que empezáramos a detectar un cierto desgaste de la popularidad de Feijóo. Al fin y al cabo, las lunas de miel no duran para siempre. Los relevos de liderazgos en los partidos suelen venir acompañados de un periodo de optimismo y altas expectativas, pero tienden a ir desinflándose a medida que pasan los meses.
Pero, más allá de opiniones impresionistas, ¿qué nos dicen los datos sobre el fin del “efecto Feijóo”? ¿Realmente se está desvaneciendo? Se trata, creo, de una pregunta clave para entender el escenario electoral que se abre el próximo año. El PP, si quiere llegar a La Moncloa, no puede esperar sentado en el banquillo a que la popularidad del PSOE se vaya erosionando a medida que lleguen las adversidades económicas.