Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
El efecto par-impar (del sistema electoral español)
En España el efecto par-impar existe: un escaño más en un distrito pequeño afecta al número de partidos, aunque solo si el distrito es pequeño y el nuevo número de escaños en él es impar.
España tiene un sistema electoral en el que el tamaño de los distritos varía. Así, hay circunscripciones muy pequeñas, como Ceuta y Melilla con un escaño en juego, y distritos más grandes como Valencia Barcelona y Madrid, con 16, 32, 37, respectivamente. Los partidos y candidatos conocen esta realidad y, por eso, concentran esfuerzos -como actos, visitas de candidatos, etc- en unos distritos (en España, las provincias) y no en otros. También sabemos que cuantos más escaños hay en juego, más fragmentado está el voto entre partidos y más partidos ganan escaños. Por ejemplo, en 2023, los representantes de Barcelona provienen de seis partidos, mientras que por Toledo son de tres partidos y por Teruel, dos. Tradicionalmente se ha establecido que a medida que aumenta el número de escaños, también lo hace el de partidos. Y esta relación es positiva: cuantos más escaños en juego, más partidos.
Sin embargo, un hecho que se suele ignorar es que, en todas las elecciones generales, excluyendo Madrid, Barcelona y Valencia, en el resto de las provincias se pusieron en juego entre uno y doce escaños, algo más del 75% de los escaños en liza. Es más, de las 52 provincias, 29 se juegan entre uno y cinco escaños y se consideran provincias pequeñas. El número de escaños en juego en una circunscripción son pares o impares. Y, aquí viene la pregunta, ¿es relevante si el número de escaños en juego es par o impar? Por relevante nos referimos a si los partidos y los votantes tienen en cuenta el hecho de que el distrito sea par o impar.
Por parte de los partidos cabría esperar que el hecho de que se compita en un distrito par o impar es relevante. Imaginemos un país en el que compiten dos partidos grandes (A y B) y varios partidos pequeños. También imaginemos que los votantes se distribuyen de forma uniforme por dicho país que se organiza en distritos de uno, dos, tres, cuatro y cinco escaños para reflejar la distribución de la población. Los escaños se asignan según la regla d’Hondt -la más popular en distritos plurinominales- que consiste en dividir el total de los votos conseguidos por cada partido por los divisores 1, 2, 3, 4 y 5 para obtener unos cocientes y distribuir los escaños a partir de los cocientes más altos. Supongamos que las encuestas predicen un 45% de los votos a cada partido aproximadamente. En tanto que las elecciones son competidas, en los distritos con un número impar de escaños, un simple puñado de votos pueden ser los decisivos para saber quién consigue el último escaño en juego. En cambio, en los distritos de dos y cuatro escaños, el partido ganador debe duplicar el porcentaje de votos del segundo (estrictamente hablando, el doble más un voto) para asegurarse un escaño más. En otras palabras, los partidos A y B deben soportar el costo de obtener un escaño marginal que es mucho menor en distritos de baja magnitud que asignan un número impar de escaños que en distritos de baja magnitud con un número par de escaños.[1] Es lo que en un reciente artículo llamamos el efecto par-impar.
Para investigar si existe el efecto par-impar nos centramos en las 15 elecciones al Congreso entre 1977 y 2019. España es un caso ideal por varias razones. Primero porque las elecciones se llevan a cabo bajo la fórmula d'Hondt, listas cerradas en sus 52 distritos, de un solo nivel y sin escaños compensatorios. Segundo, si lo hace, el número de escaños aumenta o disminuye de elección a elección en una unidad – lo que implica que distritos pares se pueden convertir en impares de una elección a otra (y a la inversa). Tercero, el sistema de partidos está regionalizado y fraccionado tanto entre distritos como a lo largo del tiempo, lo que permite comprobar la solidez del efecto.
El gráfico muestra que el efecto par-impar existe. En el eje horizontal agrupamos todos los escaños por distrito. En el eje vertical presentamos el número efectivo de partidos. Los puntos representan el numero efectivo de partidos y las barras los intervalos de confianza al 95% (como solo tenemos 6 casos de distritos con dos escaños, los intervalos son muy grandes).
Como se ve en el gráfico, la relación entre magnitud de distrito y número de partidos es creciente pero no lineal, especialmente en los distritos pequeños. Parece, más bien, que se siguen una serie de escalones. Los distritos pares pequeños (2, 4 y 6 escaños) tienen un número efectivo de partidos mayor que los distritos impares (de 1, 3 y 5). Esto va en consonancia con lo que sabemos y apuntábamos al principio: más escaños, más partidos. Sin embargo, en contra del saber convencional, el número de partidos es mayor en los distritos pares (de 2, 4 y 6) que en aquellos impares (de 3, 5 y 7). En otras palabras, un escaño más en un distrito pequeño solo afecta al número de partidos cuando la nueva magnitud de distrito es impar en distritos pequeños, menores o iguales a 5 escaños.
Nuestro resultado -puedes encontrar el trabajo en abierto aquí donde también analizamos cómo esta realidad afecta a los votantes- tiene consecuencias prácticas. Primero, desde una perspectiva institucional, cuando se decide qué sistema electoral se va a adoptar, es muy relevante considerar si el número de escaños otorgados en los distritos es par o impar si los distritos son pequeños. Desde una perspectiva político-electoral, para los partidos enfrascados en campañas electorales nacionales, el efecto par-impar es una información vital que, si se entiende correctamente, podría ayudarles a invertir sus recursos en campañas electorales de manera más eficiente.
¿Cuán generalizables son estos resultados más allá de España? Para poder responder con claridad a esta pregunta necesitamos la información de otros países con sistemas electorales parecidos al nuestro, como el portugués La evidencia que tenemos avalaría que es un fenómeno universal.
[1] En las circunscripciones de magnitud grande, el hecho de que la magnitud del distrito sea par o impar no desempeña ningún papel.
España tiene un sistema electoral en el que el tamaño de los distritos varía. Así, hay circunscripciones muy pequeñas, como Ceuta y Melilla con un escaño en juego, y distritos más grandes como Valencia Barcelona y Madrid, con 16, 32, 37, respectivamente. Los partidos y candidatos conocen esta realidad y, por eso, concentran esfuerzos -como actos, visitas de candidatos, etc- en unos distritos (en España, las provincias) y no en otros. También sabemos que cuantos más escaños hay en juego, más fragmentado está el voto entre partidos y más partidos ganan escaños. Por ejemplo, en 2023, los representantes de Barcelona provienen de seis partidos, mientras que por Toledo son de tres partidos y por Teruel, dos. Tradicionalmente se ha establecido que a medida que aumenta el número de escaños, también lo hace el de partidos. Y esta relación es positiva: cuantos más escaños en juego, más partidos.
Sin embargo, un hecho que se suele ignorar es que, en todas las elecciones generales, excluyendo Madrid, Barcelona y Valencia, en el resto de las provincias se pusieron en juego entre uno y doce escaños, algo más del 75% de los escaños en liza. Es más, de las 52 provincias, 29 se juegan entre uno y cinco escaños y se consideran provincias pequeñas. El número de escaños en juego en una circunscripción son pares o impares. Y, aquí viene la pregunta, ¿es relevante si el número de escaños en juego es par o impar? Por relevante nos referimos a si los partidos y los votantes tienen en cuenta el hecho de que el distrito sea par o impar.