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Una encuesta más, y los independentistas siguen sin ser mayoría

El martes pasado publicaba una nota revisando algunas buenas encuestas públicas y concluía que no creo que haya una mayoría de opinión independentista en Cataluña. Tampoco creo que, como cuestión de conducta, una mayoría de los votantes catalanes vayan a votar que sí a la independencia, aunque esto es algo más probable, hoy por hoy, sobre todo si la otra opción es el statu quo. En la medida en que confío en las encuestas, estoy bastante seguro de lo que digo.

Algunos lectores me opusieron como dato contrario una encuesta que, por feliz coincidencia, se publicó en el mismo día, promovida por la Associació de Municipis per la Independència, realizada por GAPS, que cifra en un 58,5% la intención de votar “sí”.

Voy a lo que más interesa, y luego pensamos en las fuentes de datos. La encuesta de la AMI tiene algunos problemas, más que las del CIS o CEO, pero, aun aceptando sus números en la misma medida que aceptemos los otros, creo que tampoco dicen que haya una mayoría de catalanes en favor de la independencia. Si ajustamos por la composición política de la muestra, es decir, si se tiene en cuenta que en la muestra deberían estar representados los votantes de todos los partidos de forma proporcional (ponderar por recuerdo de voto, se llama a eso) el 46,8% de los catalanes votarían que sí a la independencia, no el 58,5%. Es un dato espectacular, pero no es lo mismo más que menos del 50%. Puedo añadir que el 52% de los catalanes que votaron en noviembre de 2012, según esta encuesta, votarían “sí” (un análisis que no se ha hecho, que yo sepa). Repito, espectacular, pero eso pone la decisión en un margen estrecho. Si votaran más que en noviembre, los independentistas serían menos. (Mensaje subliminal).

Además, repito, creo que hay algunos problemas con esta encuesta, y alguno de ellos mueve a pensar que puede haber más sesgos, en el sentido de sobre-estimación del independentismo. Los voy a enumerar.

La población encuestada consiste en personas de 16 años o más, es decir, incluye a menores de edad que no tienen derecho de voto en la actualidad. La investigación está suponiendo, por tanto, un escenario legal que no es el vigente. No es que no tenga interés saber que más del 70% de las personas de 16 y 17 años en Cataluña afirman, según la encuesta, que votarían “sí”, pero no tengo que decir que incluirlos en la muestra sesga el resultado. (Esto explica, cierto, el descubrimiento de los derechos políticos de los adolescentes).

La pregunta central es una pregunta anidada que proviene de la siguiente: “Vostè està mès aviat d’acord o mès aviat en desacord amb què Catalunya pugi fer una consulta per decidir lliurement el seu futur?”; a esta le sigue una pregunta sobre la intención de participar en dicha consulta “sobre la independència de Catalunya” si se celebrase al día siguiente; y, por fin, una tercera pregunta … “i en el cas que finalment hi participés, vostè què faria?” Pienso que cualquiera entiende que es una mala pregunta (y cualquiera familiarizado con la investigación social lo sabe), sesgada, cargada de términos positivos e inconcretos para introducir la cuestión (“libremente su futuro”) y que omite la palabra “independencia” tanto en la introducción como en la pregunta tercera, que es la que suscita la respuesta final. Es necesario pitar antideportiva, lo siento.

Por lo demás, en ningún momento se pregunta por la preferencia independentista (qué es lo que se prefiere entre algunas opciones relevantes) sino que se va directamente a la preferencia restringida, a qué se haría si se convocara la consulta, con el fin de “pronosticar” lo que va a pasar. Esto tiene la validez que tenga el escenario de elección que se dibuje, pero impide hacer el análisis que va desde las opiniones al comportamiento.

Por último, no se informa de la lengua en la que se han realizado las entrevistas o de cuántas entrevistas se han hecho en cada lengua. No por ser este un defecto común a la mayoría de las encuestas voy a dejar de decirlo, pues la lengua es, posiblemente, el mayor condicionante de la actitud hacia la independencia.

Me parece que solo invito a leer las cosas con cuidado y a hacer una cuenta que no es más cmplicada que calcular la propina de varias mesas distintas y sumarlas. No tengo intenciones secretas, me gusta discutir. Estoy a favor de que se celebre un referéndum, puesto que así lo quiere una gran mayoría de los catalanes, solo que hablar de cómo y cuándo me llevaría a otro lugar, no a discutir de opinión pública.

Los datos y la buena causa

Los datos y la buena causaPersonalmente tengo mis dudas sobre la idoneidad de que en España las encuestas de opinión pública más sólidas las lleven a cabo organismos del gobierno, como el CIS (Ministerio de la Presidencia) o el CEO (Generalitat de Catalunya). Entiéndase, me gusta que haya encuestas públicas, son muy buenas y además son de acceso libre, pero el Estado tiene otros nichos donde alojar sus órganos de investigación, más alejados de los ejecutivos, o puede financiar organismos independientes, como se hace en casi todos los países comparables.

El recelo se convierte en un problema de orden mayor cuando organizaciones de advocacy (defensa, intercesión, apoyo… no es traducible), como son típicamente muchas ONG, fundaciones, think-tanks, etc, promueven la recolección o difusión de datos. En estos casos es raro que cuenten con el sistema de controles, internos y externos, y los requisitos de transparencia que tienen las encuestas públicas, mientras que sus objetivos sí que suelen ser claros. No se juegan en aquello su prestigio, como hace, por ejemplo, la prensa (que suele ser seria con los datos de opinión, al menos la gran prensa). En algunas áreas de la investigación social es difícil encontrar datos que no estén recogidos como forma de advocacy, para despertar conciencias, aflojar bolsillos, dirigir políticas… Todo eso es más que legítimo, pero para fines que no sean esos, a veces hay que poner los datos en perspectiva, cotejarlos, criticarlo y, en ocasiones, refutarlos.

La Associació de Municipis per la Independència no esconde lo que es, y por eso sus datos deben tomarse con la cautela que imponen los fines a los que sirven. Entre sus objetivos se encuentra “Conscienciar a la ciutadania de la necessitat que Catalunya pugui exercir el seu dret a l’autodeterminació”. Concienciar… esa es la cuestión.

Aunque el estudio de la opinión pública es a la ciencia como la reventa de coches al comercio mundial, y es así en todas partes, puede hacerse mejor y peor. Por ejemplo, el Pew Research Center, una importante organización de investigación social y de opinión pública estadounidense, saluda a sus visitantes con estas palabras. “No partidista, no en intercesión de causas: datos y análisis sobre los asuntos que dan forma a América y al mundo” (Nonpartisan, non-advocacy data and analysis…)“ De hecho, pese a ser lo que normalmente llamamos un think-tank, ellos se definen como un fact-tank. Tendrán sus fallos, pero es un buen saludo.

La cuenta

La cuentaAclaro algunas preguntas. ¿Que cómo hago la cuenta, cuando la encuesta no difunde la distribución del recuerdo de voto? Fácil, multiplico la fracción de votantes del SI estimada en cada partido, según su recuerdo de voto, por la encuesta (mil gracias por publicar ese cruce) por la fracción de votantes según los resultados electorales de noviembre. Si la encuesta dice que un 10,2% de los votantes de Ciutadans votarían “sí” a la independencia (pueden enarcar sus cejas conmigo) y yo sé que hubo un 4,9% de votantes de C’s en el censo (un 7,56 de los votantes), entonces ya tengo un 0,5% de catalanes que votarían sí (el 10,2% del 4,9%), y así voy partido por partido, hasta tener el total. A los que no votaron o no dicen lo que votaron les asigno una probabilidad de votar “sí” compatible con la encuesta, en este caso he supuesto que el 37% votaría que sí, porque eso es lo que dice la encuesta (36,6% de los abstencionistas y 36,8% de los NSNC votarían que sí).

¿Qué por qué lo hago? Porque la decisión sobre el referéndum es una decisión fuertemente relacionada con el partido al que se vota. Si tuviera datos sobre otras cuestiones, como la lengua inicial, que condiciona mucho la decisión, también podría utilizarlo, pero solo tengo el dato de recuerdo de voto para ajustar la muestra a la realidad conocida. Todo esto es bastante “estándar”, lo que no significa que no pueda estar equivocado, la proyección de conducta a partir de encuestas es un oficio de mucha incertidumbre. De ahí que la confianza, la reputación y la ostentación de buenas prácticas sean tan importantes, como en la vida misma.

El martes pasado publicaba una nota revisando algunas buenas encuestas públicas y concluía que no creo que haya una mayoría de opinión independentista en Cataluña. Tampoco creo que, como cuestión de conducta, una mayoría de los votantes catalanes vayan a votar que sí a la independencia, aunque esto es algo más probable, hoy por hoy, sobre todo si la otra opción es el statu quo. En la medida en que confío en las encuestas, estoy bastante seguro de lo que digo.

Algunos lectores me opusieron como dato contrario una encuesta que, por feliz coincidencia, se publicó en el mismo día, promovida por la Associació de Municipis per la Independència, realizada por GAPS, que cifra en un 58,5% la intención de votar “sí”.