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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

Escuchar al enemigo

A menudo leo con cierta preocupación las reacciones que algunos lectores de la prensa online dejan en la zona de comentarios contra los artículos de opinión que no coinciden con su ideario político. No refiero a la sana práctica de discrepar o ser crítico sobre lo que se publica, sino a la exigencia de que el medio de comunicación se abstenga de publicar determinadas ideas consideradas enemigas. Se trata de algo que veo en los foros de todos los periódicos online que frecuento por internet, incluido también, en ocasiones, en nuestro blog.

En realidad, todos (incluyendo, por supuesto, un servidor) sentimos con frecuencia un irrefrenable sentimiento de hostilidad cuando leemos alguna opinión que no coincide con lo que pensamos. Nos molesta enfrentarnos a mensajes que no son consistentes con nuestros valores o ideas. Y eso es así porque los individuos deseamos que el mundo que nos rodea se rija por la coherencia y la armonía. Detestamos las contradicciones e intentamos evitarlos a toda costa. Los psicólogos sociales utilizan el término de ‘disonancia cognitiva’ para describir esta sensación de malestar que nos genera cuando nos enfrentamos a dos o varias ideas contradictorias. Cuando esto ocurre, nuestra mente lucha contra la existencia de mensajes opuestos y busca estrategias para que volvamos a disfrutar de la tranquilidad que nos genera la simplicidad y las verdades sin matices.

Esto es lo que ocurre cuando nos aproximamos a los medios de comunicación: intentamos exponernos sólo a aquéllos medios que publican mensajes consistentes con nuestros principios. Y nos enfadamos cuando nuestro periódico nos sorprende publicando un artículo que no coincide con su línea editorial. En un artículo que escribí hace un tiempo en este blog mostraba como en España existe un claro sesgo ideológico en el consumo de medios de comunicación. En efecto, cuando vamos a un quiosco no compramos un periódico al azar sino que nuestra elección está, en realidad, muy influida por nuestras creencias políticas. Esto se debe en gran parte al hecho de que tenemos un mercado mediático altamente politizado, donde los medios suelen estar alineados con algún partido político.

Los españoles vivimos en un entorno mediático cómodo, pues sabemos que es poco probable que nuestro periódico nos incomode publicando opiniones contrarias a las nuestras. Podríamos estar tentados a agradecerles por ello. Sin embargo, se trata de algo que, en realidad, deberíamos lamentar, y mucho. Conformarnos en vivir en entornos ideológicamente endogámicos es nocivo para nuestra sociedad en muchos sentidos.

En concreto, los expertos que investigan estos temas aseguran que hacer el esfuerzo de escuchar y dialogar con el adversario tiene al menos tres beneficios. En primer lugar, nos hace más conscientes de la importancia de formular argumentos sólidos que apoyen nuestras convicciones. Quienes dialogan con el rival aprenden la importancia de justificar con buenos fundamentos las opiniones que se emiten. En segundo lugar, nos ayuda a ponernos en la piel de quienes tienen opiniones distintas y –con ello- fomenta la curiosidad por entender las lógicas que están detrás de tales opiniones. Estos dos primeros beneficios de escuchar al adversario permiten tener sociedades con una ciudadanía capaz de entablar discusiones más sofisticadas, con argumentos más sólidos y libres de prejuicios.

Pero quizás el beneficio más evidente –e importante- que genera escuchar voces discrepantes es el aumento de la tolerancia. Con ello no me refiero a que los ciudadanos de izquierda que leen el ABC acaban teniendo un umbral de paciencia mayor a la hora de soportar a quien se detesta. Por tolerancia me refiero a la ausencia de rechazo hacia quienes piensan distinto a nosotros.

Deberíamos ser conscientes de que hoy disponemos de la gran oportunidad de poder leer una gran variedad de opiniones. La existencia de redes sociales y medios online gratuitos han facilitado que podamos sumergirnos en entornos ideológicamente muy heterogéneos. A pesar de ello, en demasiadas ocasiones tenemos la tentación de seguir viviendo en una cómoda burbuja de ideas monocolores.

Los beneficios de exponernos a mensajes inconsistentes con lo que pensamos son numerosos e importantes. Así que la próxima vez que vea en su periódico un artículo que no coincida con lo que piensa resista la tentación de pasar página. Escuche con interés al enemigo, le ayudará a ser mejor ciudadano.

A menudo leo con cierta preocupación las reacciones que algunos lectores de la prensa online dejan en la zona de comentarios contra los artículos de opinión que no coinciden con su ideario político. No refiero a la sana práctica de discrepar o ser crítico sobre lo que se publica, sino a la exigencia de que el medio de comunicación se abstenga de publicar determinadas ideas consideradas enemigas. Se trata de algo que veo en los foros de todos los periódicos online que frecuento por internet, incluido también, en ocasiones, en nuestro blog.

En realidad, todos (incluyendo, por supuesto, un servidor) sentimos con frecuencia un irrefrenable sentimiento de hostilidad cuando leemos alguna opinión que no coincide con lo que pensamos. Nos molesta enfrentarnos a mensajes que no son consistentes con nuestros valores o ideas. Y eso es así porque los individuos deseamos que el mundo que nos rodea se rija por la coherencia y la armonía. Detestamos las contradicciones e intentamos evitarlos a toda costa. Los psicólogos sociales utilizan el término de ‘disonancia cognitiva’ para describir esta sensación de malestar que nos genera cuando nos enfrentamos a dos o varias ideas contradictorias. Cuando esto ocurre, nuestra mente lucha contra la existencia de mensajes opuestos y busca estrategias para que volvamos a disfrutar de la tranquilidad que nos genera la simplicidad y las verdades sin matices.