Durante la recesión española, el tema de debate más frecuente en cuanto a los flujos migratorios ha sido el aumento de la emigración desde España, tanto de inmigrantes que habían llegado a España durante los años anteriores como de jóvenes españoles que migraban a otros países. Sin embargo, poca atención se ha prestado a los flujos de entrada en España durante los peores años de la crisis económica.
Al foco mediático puesto en la emigración se sumaba la evidencia empírica de cómo el rápido crecimiento de población inmigrante que comenzó en el año 2000 se había interrumpido en 2008. Desde 2009 el crecimiento de la población nacida en el extranjero ha estado próximo a cero, o incluso ha sido negativo (Gráfico 1).
Sin embargo, la estabilización del tamaño de la población escondía un relativo dinamismo de los flujos migratorios: mientras parte de los inmigrantes que vivían en España decidían volver a sus países de origen o migrar a un tercer país, un contingente considerable de inmigrantes seguía llegando a España. Así, una parte de la cifra total de residentes se corresponde en realidad con población en rotación.
Gráfico 1: Altas EVR y variación en la población total, nacidos en el extranjero (2000-2015)
La Estadística de Variaciones Residenciales (EVR) ofrece información de los registros de nuevas residencias (altas) en España, generados a partir de los datos del Padrón Municipal Continuo. El análisis de estos datos ofrece una perspectiva más completa de la dinámica migratoria que la observación de la evolución de la población total residente. Según datos de la EVR, en 2007 se había alcanzado el récord de 934.000 altas anuales de nacidos en el extranjero. Si bien las llegadas se redujeron sustancialmente desde 2008 a 2013, se mantuvieron siempre por encima de las 300.000 personas al año. En 2013, el año en que se registró el mínimo de llegadas y la máxima tasa de paro para los nacidos en el extranjero (40%), España era aún el noveno país de la OCDE en recepción de inmigrantes.
Aún en las peores condiciones económicas y laborales, España seguía constituyendo un destino deseable para buena parte de potenciales inmigrantes. Tanto es así que entre 2008 y 2015 casi tres millones y medio de nacidos en el extranjero registraron por primera vez su residencia en España. No cabe duda de que la llegada de inmigrantes se había reducido, pero en absoluto había desaparecido. Se puede afirmar, de hecho, que el volumen de nuevos residentes alcanzaba cifras notables.
Pero además, es interesante considerar que desde 2013 la tendencia en la recepción de inmigrantes vuelve a ser positiva. Así, en 2015 se registraron 417.000 nuevos residentes en España, un 30% más que dos años antes. La pauta creciente se encuentra en las llegadas de todos los orígenes, pero el aumento ha sido especialmente notable entre los nacidos en Latinoamérica y, sobre todo, la Unión Europea. Venezuela, Rumanía, Ucrania e Italia han sido los países que han liderado este crecimiento.
El mayor incremento de las altas de los nacidos en la Unión Europea se traduce en que en esta nueva etapa, el grupo principal entre los recién llegados ya no es el de latinoamericanos como fue en la etapa previa a la crisis, sino el de nacidos en la Unión Europea, que constituyen el 40% del total de altas en 2015. En todo caso, en ese año las altas de nacidos en países extracomunitarios superaron las 250.000.
A la luz de los datos de la EVR, la continuidad en la llegada de inmigrantes no se puede atribuir, al menos directamente, a la reagrupación familiar de los inmigrantes que llegaron antes de la recesión. La presencia de menores entre los recién llegados no aumenta en absoluto: el porcentaje de menores de 16 años entre las nuevas altas se ha mantenido en el 15% desde 2004. Sí ha aumentado ligeramente el peso de los mayores de 64 años, que han alcanzado el 5% del total de entradas, cuando en 2007 representaban el 2%. En todo caso, la cifra es tan baja que no cabe atribuirle un papel relevante en el mantenimiento de las llegadas. El grueso de los inmigrantes llegados desde 2008 se sigue concentrando en las edades laboralmente más activas.
Existe sin embargo un riesgo de que esta población recién llegada no se esté incorporando a la sociedad en una situación administrativa regular. La reciente revitalización de las llegadas no ha encontrado respuesta en las cifras de autorizaciones de residencia iniciales: siguen en tendencia decreciente desde 2012 (Gráfico 2). Mientras que en 2015 se habían dado de alta 257.000 personas sin nacionalidad comunitaria, estaban en vigor 203.000 autorizaciones de residencia iniciales, es decir, un 21% menos. Aunque la diferencia entre estas dos magnitudes no se traduce directamente en la irregularidad (debido a la vigencia de los visados de turista, por ejemplo) su evolución dispar ofrece indicios de la posible precariedad administrativa de parte de los nuevos residentes.
Por su parte, las concesiones de nacionalidad española sí han aumentado. Las 84.000 naturalizaciones concedidas en 2008 crecieron hasta alcanzar las 225.000 en 2013. A pesar de que en 2015 se registró una notable caída en las nacionalizaciones, si el segundo semestre de 2016 sigue la pauta del primero, en 2016 las concesiones llegarán a las 185.000. En definitiva, gran parte de los inmigrantes que viven en España sí disfrutan de una integración administrativa plena: en enero de 2016 un tercio de los nacidos en el extranjero residentes en España tenía nacionalidad española y casi la misma proporción poseía una nacionalidad comunitaria.
Gráfico 2: Autorizaciones iniciales y nacionalizaciones
Estas tendencias divergentes entre la evolución de las llegadas, las autorizaciones de residencia iniciales y las nacionalizaciones ponen sobre la mesa un posible riesgo de polarización de la situación administrativa entre los inmigrantes extracomunitarios. Mientras que los inmigrantes con más antigüedad acceden a la nacionalidad española de pleno derecho, los recién llegados extracomunitarios pueden tener problemas para conseguir una autorización de residencia. A pesar de la consolidación de la población inmigrante en España, de la estabilidad de su volumen y del mayor peso de la migración comunitaria, de la evolución de las entradas se deduce que tanto la investigación académica como las políticas públicas deben de seguir prestando atención a las dinámicas de integración de estos nuevos residentes.