Uno de los estereotipos habituales sobre los españoles es que nos pasamos el día en la calle. En principio, esta característica supondría un activo en la lucha contra la expansión del coronavirus puesto que la probabilidad de contagiarse en un espacio cerrado es 18,7 veces mayor que al aire libre. Sin embargo, los datos disponibles sobre las actividades en espacios abiertos sugieren que este amor español por estar fuera se ha resentido ostensiblemente, por ejemplo si nos medimos con nuestros vecinos mediterráneos, Italia y Grecia.
La comparación con estos países es interesante porque además de tener una cultura y un clima similares a los españoles, representan dos pautas muy diferentes en la evolución de la epidemia. Al contrario que en España, durante la desescalada los dos países han conseguido mantener el número de nuevos casos en cifras muy bajas. Aunque en Italia esto sucede tras haber vivido una crisis sanitaria similar en magnitud a la española (la cifra de muertos por millón de habitantes es de 582 en Italia y de 609 en España), el control de la epidemia fue mucho mayor en Grecia (20 muertos por millón de habitantes).
A pesar de que los datos sobre los lugares en los que pasa el tiempo la población son escasos, existe alguna evidencia que señala que, desde el inicio de sus respectivas desescaladas, los ciudadanos de Italia y Grecia han aumentado en mayor medida sus actividades al aire libre que los españoles. Así lo apuntan, por ejemplo, los datos de movilidad proporcionados por Google. Aunque el posible desigual carácter urbano o rural de los territorios aconseja prudencia en la comparación de sus datos de movilidad, sus diferencias son tan sustanciales que no se pueden pasar por alto (gráfico 1). Los datos muestran el cambio en la movilidad a parques tomando como referencia la registrada entre el 3 de enero y el 6 de febrero, es decir, en periodo invernal. La evolución de los movimientos a parques es muy similar en España e Italia, que recuperan los niveles previos al confinamiento a partir de la segunda mitad de mayo. Sin embargo, desde mediados de junio la movilidad italiana supera a la española, de modo que a finales de julio es ya un 100% mayor que la movilidad previa al confinamiento, mientras que la cifra correspondiente a España es del 50%. Caso aún más llamativo es el de Grecia, que además de superar el nivel previo al confinamiento mucho antes que Italia y España, a finales de julio registra una movilidad a parques un 200% superior a la invernal.
Además, los datos de Apple sobre desplazamientos a pie confirman esta poca querencia de los españoles a pisar la calle (gráfico 2). Mientras que a principios de agosto los griegos se desplazan a pie el doble de lo que lo hacían a mediados de enero y los italianos lo hacen un 30% más, los españoles lo hacen aún menos que en pleno invierno (un 15%).
Estos datos son de especial interés dado que la evolución de la epidemia durante el verano está siendo más favorable en Italia y en Grecia que en España, pero resultan llamativos si tenemos en cuenta que en estos dos países el uso generalizado de la mascarilla al aire libre no solo no es obligatorio, sino que además es minoritario. La relevancia capital de la producción y gestión de datos como instrumento para afrontar esta crisis sanitaria opera en diversos ámbitos. Se necesitan con urgencia mayores esfuerzos para recabar información sobre los contactos de los contagiados. Pero además, para guiar la toma de decisiones sanitarias también será crucial la disponibilidad de información agregada y fiable sobre el contexto en que se producen los contagios y la evolución del comportamiento de los ciudadanos. Aunque las evidencias empíricas aún son parcas, todo apunta a que los españoles no están optando mayoritariamente por pasar más tiempo en las situaciones en las que la probabilidad de contagio es menor.
Uno de los estereotipos habituales sobre los españoles es que nos pasamos el día en la calle. En principio, esta característica supondría un activo en la lucha contra la expansión del coronavirus puesto que la probabilidad de contagiarse en un espacio cerrado es 18,7 veces mayor que al aire libre. Sin embargo, los datos disponibles sobre las actividades en espacios abiertos sugieren que este amor español por estar fuera se ha resentido ostensiblemente, por ejemplo si nos medimos con nuestros vecinos mediterráneos, Italia y Grecia.
La comparación con estos países es interesante porque además de tener una cultura y un clima similares a los españoles, representan dos pautas muy diferentes en la evolución de la epidemia. Al contrario que en España, durante la desescalada los dos países han conseguido mantener el número de nuevos casos en cifras muy bajas. Aunque en Italia esto sucede tras haber vivido una crisis sanitaria similar en magnitud a la española (la cifra de muertos por millón de habitantes es de 582 en Italia y de 609 en España), el control de la epidemia fue mucho mayor en Grecia (20 muertos por millón de habitantes).