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“Nuestros” expertos

22 de febrero de 2023 22:46 h

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En España la gente adora a los expertos. Es un hecho que en todas las encuestas en las que se les pregunta a los españoles sobre el papel de los expertos en política, estos últimos siempre salen muy favorecidos en la foto. Junto a otros colegas, hemos documentado en diferentes investigaciones altos índices de actitudes tecnocráticas en España, en términos comparados (aquí), en el contexto de la pandemia (aquí), o incluso cuando se trata de expertos con afiliación partidista (aquí). No obstante, esta visión positiva sobre los expertos no siempre implica que la gente prefiera que dejen de gobernarnos los políticos, sino una mayor presencia de personas con conocimiento técnico en la elaboración e implementación de políticas, aunque subordinadas al poder representativo (véase Ernesto Ganuza y otros para el caso de España (aquí) o Eri Bertsou para evidencia comparada (aquí)).

La semana pasada, este amor de los españoles por los expertos chocó frontalmente con la renuncia de Antonio Cabrales, reconocido experto y catedrático en economía, como consejero del Banco de España, solo unas horas después de haber asumido el cargo a propuesta del Partido Popular. Cabrales, sin afiliación partidista y repleto de méritos para ocupar el puesto en cuestión, decidió dar un paso al costado al ser cuestionada su valía como consejero por haber suscrito con su firma mensajes de apoyo a Clara Ponsatí y Andreu Mas-Colell en relación a sus implicaciones con el referéndum de independencia en Cataluña en octubre de 2017. Según fuentes periodísticas, las presiones para revertir el nombramiento de Cabrales parecen haber venido del propio Partido Popular, que, a través de Núñez Feijóo, valoró como “correcta” dicha renuncia al ser las manifestaciones de Cabrales “incompatibles con formar parte de un organismo del Estado”.

El objetivo de esta entrada no es discutir, desde un punto de vista normativo, si aquellas manifestaciones de apoyo son realmente incompatibles con un buen desempeño del cargo de consejero del Banco de España. Ya han aparecido varias editoriales y columnas reflexionando sobre esta cuestión y no creo que mi opinión aporte algo nuevo. No obstante, sí quiero recoger uno de los argumentos que se han esgrimido para explicar lo que ha sucedido en el “caso Cabrales”, esto es, la polarización política. La idea central es que un perfil tan prestigioso y adecuado desde un punto de vista técnico, como el del catedrático de la Carlos III, ha sido desechado debido al clima de tensión política en el que está sumida España. En este sentido, es curioso que el foco haya estado puesto más en el nombramiento de Cabrales que en el de la consejera propuesta por el PSOE, Judith Arenal, quien a pesar de también contar con reconocibles méritos sí podría ser considerado como un nombramiento más politizado, dado que Arnal fue exjefa de gabinete de Nadia Calviño en el Ministerio de Asuntos Económicos. Mi intención es analizar de manera descriptiva si existe dicha polarización sobre el papel de los expertos desde el lado de la demanda, es decir desde la opinión de los ciudadanos.

Aprovechando la generación de datos de encuesta[1] sobre actitudes tecnocráticas en España como parte del proyecto CSO2017-89847-P del Plan Nacional de I+D+i, describiré, diferenciando por ideología[2], 1) en qué profesiones piensan los españoles cuando se les pregunta sobre expertos, 2) en qué áreas creen que debería haber más presencia de expertos, y 3) si creen que éstos toman o no decisiones ideológicas cuando no tienen una afiliación partidista.

En relación a la primera cuestión, el gráfico 1 muestra las respuestas de los encuestados cuando se les pregunta con qué profesiones asocian la idea de “expertos” de una lista de posibles oficios. La altura de las barras indica el porcentaje de encuestados que señalan a cada una de las profesiones como oficios asociados a expertos. Los economistas, científicos y médicos son en general las profesiones más marcadas por los encuestados. Coinciden los tres grupos ideológicos en la frecuencia en la que se apunta a los economistas, aproximadamente un 50%; pero hay diferencias entre el centro y la derecha en relación a la izquierda en cuanto a los científicos y a los médicos. Los dos primeros grupos ideológicos apuntan estos dos oficios como referentes de “expertos” en un 65% y 47% de los casos respectivamente, mientras los encuestados de izquierdas lo hacen en mayor medida, un 75% para el caso de los científicos y 54% para el caso de los médicos. En lo que se refiere a las otras profesiones, las respuestas de los ciudadanos de centro y de izquierdas se parecen más entre sí, y existen algunas diferencias destacables con los encuestados de derechas. Por ejemplo, mientras que un 26% de los conservadores indican que piensan en empresarios cuando hablamos de expertos, en el caso de los encuestados de izquierdas este porcentaje solo llega al 12%. En la derecha, sólo un 32% considera como expertos a los profesores universitarios, mientras que en la izquierda son casi 10 puntos porcentuales más, un 42%. Un último contraste relevante aparece en relación a las personas del mundo de la cultura: mientras que sólo un 13% de los encuestados de derechas piensan en éstas como expertos, en la izquierda el porcentaje es de 21%. Algunas de estas diferencias son más llamativas que otras, sobre todo si las enfrentamos a la intuición. Que la derecha asocie la idea de expertos algo más a los empresarios y los de izquierdas al mundo de la cultura o profesores universitarios no es del todo sorprendente. Pero que el porcentaje de encuestados de izquierda señale en mayor medida a científicos y a médicos sí lo es. También el que no haya diferencias reseñables respecto a los economistas, un colectivo en ocasiones visto con cierta suspicacia en el ámbito de la izquierda.

El gráfico 2 describe cuáles son las áreas en donde los encuestados consideran que debería haber una mayor presencia de expertos, independientemente de su valoración sobre el papel que deben tener éstos en política. En términos generales, en la mayoría de áreas se ve con buenos ojos el aumento de la participación de actores con conocimiento experto, aunque los porcentajes por áreas muestran cierta variación. En media, sanidad (60%), educación (52%), economía y empresa junto a justicia (50%) son las áreas en donde se identifica una mayor demanda de expertos por parte de los encuestados. Si nos concentramos en las diferencias entre los dos polos ideológicos, izquierda y derecha, podemos identificar un buen número de divergencias. En las áreas de educación, sanidad y ciencia la diferencia porcentual entre la izquierda y la derecha está en torno a los 10 puntos porcentuales. Una mayor proporción de encuestados de izquierdas cree que sería deseable contar con una mayor presencia de saber técnico en estas áreas en comparación con los ciudadanos que se autoposicionan en la derecha de la escala ideológica. Estás diferencias son aún mayores, cerca de 15 puntos porcentuales, para las áreas de cultura, políticas sociales y medio ambiente. De nuevo, estos descriptivos llaman la atención en algunos aspectos más que en otros, pues en algunos casos éstos pueden simplemente reflejar la importancia que cada grupo de encuestados les da a unas áreas frente a otras.

La siguiente cuestión a explorar es la valoración que hacen los encuestados sobre el sesgo ideológico de los expertos. En concreto se les ha pedido que piensen en expertos sin afiliación partidista involucrados en la toma de decisiones políticas para, a continuación, evaluar en una escala de 0 a 10 su potencial sesgo ideológico, siendo 0 que toman las decisiones con absoluta neutralidad ideológica y 10 que toman decisiones totalmente gobernadas por su ideología. La media de esta pregunta, para toda la muestra, es de 5.4. Es decir, que, en término medio, los españoles consideran que los expertos independientes están a medio camino de ser absolutamente neutrales y absolutamente ideológicos. El gráfico 3 muestra, sin embargo, la desviación de la media en función de los tres grupos ideológicos (barras naranjas). Aquí vemos que, aunque la magnitud de las desviaciones no es muy larga, la izquierda tiende a creer que los expertos toman decisiones un poco más cerca a la neutralidad que la derecha o, dicho de otro modo, que la derecha cree que los expertos sin afiliación partidista toman decisiones orientadas en mayor medida por su ideología. Este resultado sí que es llamativo, o al menos va en contra de la intuición. En primer lugar, podríamos haber especulado que tanto los encuestados de izquierdas y de derechas, en un clima de polarización política, considerarían a los expertos actores ideologizados. En segundo lugar, y en línea con los hallazgos de los estudios sobre actitudes tecnocráticas, podríamos haber esperado que son los encuestados de derechas (que normalmente muestran una mayor propensión a la participación de expertos en política) los que tienen una mayor concepción de neutralidad ideológica sobre los profesionales con saber técnico y especializado. Pero, como reflejan al menos estos datos, no es el caso. Las barras verdes que aparecen también en el gráfico 3 muestran la desviación de la media de lo que podríamos llamar un índice de “demanda de expertos” construido a partir de cinco preguntas sobre la idoneidad de la participación de expertos en política.[3] Como señalaba un poco más arriba, efectivamente los ciudadanos de derecha prefieren por encima de la media a los expertos en comparación con los ciudadanos de izquierdas.

Por tanto, vemos aquí un resultado algo llamativo: a pesar de que los españoles partimos de altos niveles de apoyo hacia los expertos, en la izquierda este apoyo es menor que en la derecha, pero la derecha considera que los expertos son más ideológicos que el resto. Para comprobar si estas diferencias son significativas o mero ruido estadístico, he realizado un análisis de regresión multivariable para estimar la asociación entre ideología con, por un lado, la evaluación del sesgo ideológico de los expertos y, por otro, la demanda de expertos, controlando por el posible efecto de otras variables como el género, la edad, el nivel educativo, la situación laboral, la evaluación de la situación económica personal y general, el nivel de confianza hacia los partidos y el nivel de satisfacción con la democracia de los encuestados. El gráfico 4 muestra los coeficientes de asociación para la variable de nuestro interés (ideología), indicando si sus diferentes valores tienen un efecto positivo o negativo (a la derecha o izquierda del 0) y si tienen o no una asociación estadísticamente significativa (este es el caso si los intervalos de confianza –las líneas a los costados de los puntos– no tocan el 0). En el podemos ver que ser de izquierdas, en relación con ser de centro, está asociado negativamente con considerar a los expertos como actores que toman decisiones políticas orientadas fundamentalmente por su ideología. La magnitud de este efecto, a pesar de ser estadísticamente significativa, no es considerable: la diferencia entre ser de izquierdas con ser de centro implica una disminución media del índice de sesgo ideológico de 0.2 puntos (en una escala, recordemos, que va de 0 a 10). Por otro lado, ser de derechas, en relación a los encuestados de centro, está asociado a tener una concepción de los expertos como actores más sesgados ideológicamente. Aquí la magnitud del efecto es algo más relevante: la diferencia entre ser de derechas con ser de centro implica un incremento medio del índice de sesgo ideológico de 0.4 puntos. Sin embargo, como veíamos en el gráfico anterior, son los encuestados de derechas los que se muestran más favorables a la participación de expertos en política (índice de demanda por expertos) si los comparamos con los encuestados de centro; y los de izquierdas algo menos favorables, aunque este último resultado no encuentra apoyo estadístico.

En definitiva, explorando algunas preguntas de encuestas sobre qué noción tienen los ciudadanos sobre los expertos vemos que las diferencias entre grupos ideológicos son moderadamente llamativas. En cuanto a las profesiones con la que los encuestados asocian la idea de expertos hemos encontrado que algunas acompañan a nuestra intuición sobre lo que esperaríamos escuchar de votantes de izquierdas y de derechas, pero otras no. Por otro lado, la demanda de expertos por sectores sí dibuja diferencias entre grupos ideológicos. De nuevo, algunas encajan con nuestros prejuicios, pero otras, como la sanidad y la ciencia, en donde la demanda de expertos sería mayor en la izquierda que en la derecha, no tanto. Finalmente, hemos encontrado evidencia que apunta a una paradoja o, al menos, a un hecho contraintuitivo. La derecha siempre exhibe actitudes y prefiere, por encima de la media, una mayor presencia de expertos en política. Pero, por otro lado, manifiesta una mayor desconfianza, en términos de neutralidad ideológica, sobre los mismos. La izquierda, por contra, a pesar de tener altos niveles de apoyo hacia los expertos en política, normalmente quiere menos expertos que la media, y, a su vez, manifiesta una concepción de éstos como actores más neutrales desde un punto de vista ideológico en comparación con el resto de encuestados. Seguramente, con todos estos datos descriptivos es difícil sacar conclusiones contundentes, pero sí que es más fácil empezar a hacernos las preguntas correctas. Por ejemplo: ¿Nos gustan los expertos o nos gustan “nuestros” expertos?

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[1] Las fechas del campo de la encuesta han sido entre el 28 de septiembre y el 7 de octubre de 2021. La muestra se compone de 2000 encuestados con cuotas de región, nivel educativo, edad y género.

[2] Para simplificar la exposición e interpretación de los datos he generado tres grupos ideológicos en función de la autoubicación ideológica de los encuestados en una escala de 0 a 10 donde 0 es izquierda y 10 derecha. Estos grupos son: Izquierda (0-4), Centro (5) y Derecha (6-10). La distribución porcentual de estos grupos ideológicos es: 44%, 25% y 30% respectivamente.

[3] Las preguntas sobre las preferencias por expertos son las siguientes: 1) Los políticos deben ser como gerentes y arreglar lo que no funciona en la sociedad, 2) Los líderes políticos deben tener mayor nivel educativo y estar más capacitados que los/as ciudadanos/as comunes, 3) Los problemas sociales deben abordarse teniendo en cuenta la evidencia científica, no las preferencias ideológicas, 4) Los problemas que enfrenta el país requieren de expertos/as para resolverlos, y 5) Las mejores decisiones políticas son las tomadas por expertos/as que no son políticos.

En España la gente adora a los expertos. Es un hecho que en todas las encuestas en las que se les pregunta a los españoles sobre el papel de los expertos en política, estos últimos siempre salen muy favorecidos en la foto. Junto a otros colegas, hemos documentado en diferentes investigaciones altos índices de actitudes tecnocráticas en España, en términos comparados (aquí), en el contexto de la pandemia (aquí), o incluso cuando se trata de expertos con afiliación partidista (aquí). No obstante, esta visión positiva sobre los expertos no siempre implica que la gente prefiera que dejen de gobernarnos los políticos, sino una mayor presencia de personas con conocimiento técnico en la elaboración e implementación de políticas, aunque subordinadas al poder representativo (véase Ernesto Ganuza y otros para el caso de España (aquí) o Eri Bertsou para evidencia comparada (aquí)).

La semana pasada, este amor de los españoles por los expertos chocó frontalmente con la renuncia de Antonio Cabrales, reconocido experto y catedrático en economía, como consejero del Banco de España, solo unas horas después de haber asumido el cargo a propuesta del Partido Popular. Cabrales, sin afiliación partidista y repleto de méritos para ocupar el puesto en cuestión, decidió dar un paso al costado al ser cuestionada su valía como consejero por haber suscrito con su firma mensajes de apoyo a Clara Ponsatí y Andreu Mas-Colell en relación a sus implicaciones con el referéndum de independencia en Cataluña en octubre de 2017. Según fuentes periodísticas, las presiones para revertir el nombramiento de Cabrales parecen haber venido del propio Partido Popular, que, a través de Núñez Feijóo, valoró como “correcta” dicha renuncia al ser las manifestaciones de Cabrales “incompatibles con formar parte de un organismo del Estado”.