Primero fue su anuncio del endurecimiento del código penal, le siguieron sus declaraciones simpatizando con la cadena perpetua (revisable) y luego sus anuncios sobre la reforma ‘pro-vida’ de la ley del aborto. Muchos han visto tras esta secuencia de hechos un plan bien diseñado: Alberto Ruiz Gallardón está intentando deshacerse de su etiqueta de ‘progre’ del PP y dotarse de un perfil más conservador. Pero ¿por qué Gallardón querría tener una imagen más conservadora? ¿a qué responde este particular ‘plan renove’ ideológico?
Coincidirán conmigo en que, hasta hace poco tiempo, Gallardón era considerado por la mayoría de los españoles como una especie rara dentro del ecosistema del PP. Muchos españoles poco cercanos al PP veían en el actual ministro de justicia la cara más amable y menos conservadora del su partido. Gallardón tenía seducido a algunos medios de comunicación de la izquierda y era para muchos votantes fuera del electorado tradicional del PP un atractivo cabeza de cartel en futuras contiendas electorales.
Es cierto que muchos consideraban que Gallardón estaba interpretando un papel y que no era realmente un político con tintes de izquierda. O, al menos, así lo pensaba su compañera de partido, Esperanza Aguirre: “[Gallardón ] un día encargó una encuesta que le reveló que los madrileños eran de izquierdas, y se convirtió en el progre por antonomasia”.
Según esta interpretación, el perfil ‘progre’ de Gallardón le ayudó a consolidar las mayorías obtenidas en Madrid. Como era de esperar, tal imagen moderada acabó teniendo efectos secundarios: deterioró su imagen entre los votantes conservadores madrileños. O al menos esto sugieren los datos del gráfico 1. El gráfico muestra la diferencia entre la nota de Gallardón y la de Esperanza Aguirre en 2011 (valores postivos significa que Gallardón es más valorado y negativos que Aguirre es más valorada). Los datos son claros: Gallardón gozaba de una tímida ventaja entre la izquierda, pero Aguirre ganaba de goleada desde el centro hasta la derecha. Tiempos atrás la menor popularidad de Gallardón entre centro y derecha era compensada por una buena imagen entre la izquierda. Sin embargo, durante los últimos años de su carrera política en Madrid, Gallardón perdió gran parte de su crédito entre el electorado 'progre' pero la derecha ha seguido manteniendo ciertas reservas hacia él.
Si Gallardón vio en su momento este gráfico (y seguro que lo hizo), es muy probable que llegara a la conclusión de que tenía un potencial problema si quería hacer un salto a liderar su partido. Debía, pues, corregir su imagen entre los votantes de centro y derecha. ¿La solución? Como diría Groucho Marx:“estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”.
Así, es posible que su paso por los Gobiernos de Madrid y su particular pugna con Esperanza Aguirre llevara a Gallardón a la conclusión de que debía adoptar un perfil más conservador. Pero Madrid no es España y quizás hubiese valido la pena observar los datos sobre qué pensaban de Gallardón el resto de los españoles antes de trazar su contundente Plan Renove. Las primeras barras del gráfico 2 (de azul más oscuro) muestran la diferencia entre la nota de Gallardón y la nota media de todos los ministros a inicios de la legislatura (enero 2012). Es decir, el gráfico muestra cuán popular era Gallardón en comparación con sus compañeros de Gobierno antes de que llevara a cabo su viraje al conservadurismo.
A inicios de legislatura, Gallardón era comparativamente un político atractivo entre los votantes de la izquierda y de centro. Entre la izquierda, su nota superaba a la de sus compañeros de Gobierno en alrededor de un punto. Aunque no puede observarse en el gráfico, Gallardón era en 2012 el ministro mejor valorado entre los votantes de centro-izquierda. De hecho, el ministro de justicia era el único que rozaba el aprobado (4,7) entre este grupo ideológico, pues el resto de ministros obtenían notas inferiores al 4 (3,7 de media).
No obstante, (y esto es importante) la popularidad de Gallardón entre izquierda y el centro no iba en detrimento de su reputación entre la derecha. De hecho, el gráfico 2 muestra que en enero 2012 Gallardón era ligeramente más popular que el resto de ministros entre el electorado conservador. En definitiva, a inicios de legislatura Gallardón gozaba de un particular atractivo entre la izquierda y el centro y no era peor valorado entre la derecha. Se trataba, pues, de un diagnóstico favorable para Gallardón y algo distinto al que ocurría cuando competía en Madrid.
Muchos pensarán que estos datos le desaconsejaban realizar un 'plan renove' ideológico. Pero –quién sabe- quizás los resultados de este plan han sido exitosos y ahora Gallardón es muy popular entre la derecha. Tan popular que compense las potenciales pérdidas por el centro y la izquierda. Poco probable, pero posible. Para comprobarlo, veamos con datos los réditos del cambio de imagen de Gallardón.
Las segundas barras del gráfico 2 (de azul claro) muestran la ventaja de Gallardón con respecto a la media de ministros en la actualidad (enero 2013). La comparación de su imagen actual con la que tenía hace un año provocaría el llanto desconsolado de cualquier asesor político. Gallardón ha perdido prácticamente toda la ventaja que tenía entre la izquierda y el centro y, sin embargo, no ha mejorado nada entre la derecha. En resumen, el 'plan renove' parece estar fracasando.
En realidad, Gallardón sólo está ganando terreno entre un colectivo: los muy, muy religiosos (los que asisten a misa varias veces a la semana). Así, los datos sugieren que su actitud ante el aborto podría estar convenciendo al votante más religioso, quien ahora valora a Gallardón 0,6 puntos por encima de la media del Gobierno. Esto es consistente con el objetivo del 'plan renove' de Gallardón, pero las ganancias se quedan muy cortas: sólo el 2% de los españoles van a misa varias veces por semana. Sin duda, el crédito ganado entre los muy religiosos está muy lejos de compensar el enorme deterioro de imagen sufrido entre la izquierda, el centro y entre los menos religiosos.
¿Podemos concluir que Gallardón está fracasando? Quizás, pero es importante señalar que todo este análisis se basa en una premisa crucial: el ministro de justicia está buscando mejorar su imagen entre el electorado conservador. Si esta premisa es cierta, podemos concluir que Gallardón está cosechando un fracaso de proporciones épicas. Pero, no nos precipitemos. Quizás la premisa sea falsa. El plan de Gallardón podría responder a muchas otras motivaciones. Me gustaría terminar con una posible alternativa que me parece atractiva. Quizás las propuestas de cadena perpetua y del aborto deben leerse en clave interna: no se trataría de un guiño al electorado conservador sino a su propio partido y, en particular, a algunas facciones que no ven con buen ojo su futura candidatura a tomar las riendas del PP. Si este fuera el objetivo sería precipitado hablar de fracasos. De hecho, no sería la primera vez que se interpretaría una pésima decisión en términos electorales como un maniobra de Gallardón para posicionarse mejor dentro del partido. ¿O acaso no es la designación de Ana Botella como sucesora a la alcaldía de Madrid un buen ejemplo de ello?