El congreso del PP y el de Ciudadanos han sido un paseo para los líderes de esos partidos, especialmente si se comparan con Vistalegre 2 o la división interna que puede dominar el próximo cónclave del PSOE. La tranquilidad de los primeros y el desasosiego en los segundos se corresponden con el estado de ánimo de sus votantes. Veamos qué ha pasado en el último año.
Hace un año, por estas fechas, las empresas demoscópicas escudriñaban el apoyo de la opinión pública a las distintas alianzas entre partidos y se hablaba de la posibilidad de que se formara un gobierno de coalición de izquierdas entre PSOE y Podemos. Pronto se vería que el acuerdo de la izquierda era posible, pero poco probable. En esos momentos todo estaba por hacer y en el ambiente pesaba la excitación de estar estrenando la legislatura del cambio. Se había inaugurado, al fin, un nuevo tiempo político que las encuestas llevaban anunciando desde principios de 2015 y que habían ratificado los resultados de las autonómicas de ese mismo año.
Visto retrospectivamente, y como suele ocurrir con acontecimientos que generan grandes expectativas, al final lo excepcional no fue el desarrollo de la propia legislatura, sino el tiempo que la precedió. Durante los meses previos a diciembre de 2015 no solo se produjo la mejora más pronunciada en la valoración de la situación política desde mitad de los años 90, según los datos del CIS. También aumentó el optimismo ciudadano sobre el futuro, a pesar de que la aparición de nuevos partidos abría un tiempo lleno de incertidumbres.
Lo que pasó después no era descartable siguiendo lo que se sabe en Ciencia Política sobre la relación entre la formación de gobierno y el grado de fragmentación parlamentaria. Pero para quienes esperaron un gran cambio con el nuevo panorama político significó que no habría colofón ni final feliz. Las políticas se perdieron entre la política: división interna en los partidos, negociación para la investidura, la interminable campaña electoral y, finalmente, en un callejón sin salida que duró hasta que finalmente que Mariano Rajoy fue investido como jefe del ejecutivo, en octubre del pasado año.
Como cabía esperar, la parálisis institucional se llevó por delante el optimismo ciudadano sobre la situación política del país. Y, aunque en general la valoración de la política ha mejorado desde la investidura de Rajoy, no lo ha hecho para todos los votantes. Si se compara la valoración actual de la situación política por grupos de electores con la que existía hace un año, destaca, sobre todo, la caída en el optimismo de los votantes de Podemos. También es de reseñar la brecha entre ambos lados del espectro ideológico, con el mayor distanciamiento entre la satisfacción de los votantes del PP y de Ciudadanos, frente al mayor pesimismo de los de la izquierda de PSOE y UP.
El barómetro del CIS de hace un año mostraba que el grupo de votantes de Podemos era el más positivo en su lectura sobre lo acontecido en los últimos doce meses (Gráfico 1) y, sobre todo, el más optimista sobre la situación política futura (Gráfico 2). El barómetro de Enero del 2017, en cambio, muestra que el porcentaje de votantes de Unidos Podemos que piensa que el futuro será mejor ha caído en casi treinta puntos y son los electores con la peor valoración de lo ocurrido durante el último año. Los votantes del PSOE también se han vuelto más pesimistas sobre lo que puede pasar en los próximos meses.
Gráfico 1. Valoración de la situación política retrospectiva (último año) según recuerdo de voto
Gráfico 2. Valoración de la situación política futura (próximo año) según recuerdo de voto
En cambio, los votantes del PP y de Ciudadanos han seguido una evolución distinta. Los electores del partido de Rivera tienen hoy una valoración de la situación política más parecida a los votantes del PP que la que tenían hace un año. Y los votantes populares son los más optimistas y los que cuentan con los mayores niveles de satisfacción con la situación política, con la evolución durante el último año y con el futuro político del país (Gráfico 3).
Gráfico 3. Valoración de la situación política según recuerdo de voto
Hace un año, por estas fechas, los votantes de los principales partidos veían el futuro con incertidumbre, pero con más optimismo que decepción. En la actualidad, eso no ocurre entre los votantes de UP y el PSOE. Y aunque el último dato sobre intención de voto se haya interpretado como una buena noticia para ambos partidos –UP porque no parece acusar en sus apoyos las divisiones internas y el PSOE porque se recupera ligeramente– la foto general es poco prometedora. Si el grado de la satisfacción con la situación política influye positivamente en la capacidad de movilización de los partidos, entonces el Partido Popular parece ir ganando por goleada.
El congreso del PP y el de Ciudadanos han sido un paseo para los líderes de esos partidos, especialmente si se comparan con Vistalegre 2 o la división interna que puede dominar el próximo cónclave del PSOE. La tranquilidad de los primeros y el desasosiego en los segundos se corresponden con el estado de ánimo de sus votantes. Veamos qué ha pasado en el último año.
Hace un año, por estas fechas, las empresas demoscópicas escudriñaban el apoyo de la opinión pública a las distintas alianzas entre partidos y se hablaba de la posibilidad de que se formara un gobierno de coalición de izquierdas entre PSOE y Podemos. Pronto se vería que el acuerdo de la izquierda era posible, pero poco probable. En esos momentos todo estaba por hacer y en el ambiente pesaba la excitación de estar estrenando la legislatura del cambio. Se había inaugurado, al fin, un nuevo tiempo político que las encuestas llevaban anunciando desde principios de 2015 y que habían ratificado los resultados de las autonómicas de ese mismo año.