Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
En 2013 la derecha sufrió una crisis de desactivación, pero ahora se enfrenta a una crisis más severa y sin precedentes en las últimas décadas: una crisis de fidelidad
España vive un nuevo capítulo de su interminable crisis política. Y en esta nueva entrega aparece en escena un protagonista distinto: la derecha. Durante los primeros años de la crisis, la convulsión política se concentro en el espacio de la izquierda y del centro, pero la derecha quedó esencialmente al margen. A pesar de los numerosos y sonados escándalos de corrupción que afectaron al PP durante esos años, los votantes más conservadores cerraron filas en torno a este partido. En 2013, la derecha parecía desafecta y enojada con el PP, pero entonces se trataba de una crisis de desactivación o indecisión. En cambio hoy la derecha sufre por primera vez una crisis de fidelidad. Se trata de una crisis de fidelidad sin precedentes cuya principal consecuencia es que los resultados de las elecciones del 28 de abril sean más inciertos y cruciales que nunca.
La crisis política en España se inició en paralelo con la crisis económica. Durante los años 2009-2011 el clima de opinión en nuestro país cambió radicalmente produciéndose un deterioro sin precedentes de la confianza ciudadana con las principales instituciones políticas de nuestro país. Este enojo de la opinión pública se trasladó inicialmente en la arena electoral siguiendo un patrón clásico de rendición de cuentas: el partido gobernante (el PSOE de Rodríguez Zapatero) se desplomó en las urnas y el PP de Rajoy, entonces principal líder de la oposición, logró los mejores resultados de la historia del partido. Como era habitual, el descontento ciudadano se tradujo en una derrota del gobierno y en una victoria del principal partido de la oposición.
Así pues, durante esos años, en términos electorales se respiraba una aparente normalidad a pesar de la enorme desafección ciudadana con la política y de la aparición de movimientos sociales de gran éxito como el 15M. La crisis política sólo empezó a agrietar los cimientos del bipartidismo a partir de 2012, cuando el descontento ciudadano persistió a pesar de haberse producido un reemplazo en el gobierno. Entonces los españoles empezaron a dar la espalda de forma explicita a todos partidos políticos tradicionales, al margen de si estaban en el gobierno o en la oposición. En 2013, se dispararon en las encuestas el número de españoles que declaran no tener ninguna preferencia partidista. El porcentaje declarado de votantes “BAI” (blanco, abstención e indecisión) alcanzó máximos históricos en las series del CIS.
Además, la naturaleza de los votantes “BAI” cambió de forma profunda. Normalmente los votantes en blanco, abstencionistas e indecisos se caracterizaban especialmente por ser desapegados y poco participativos políticamente. Sin embargo, en 2013 los nuevos BAI eran más ideologizados y sofisticados políticamente. A partir de esa fecha, la falta de simpatía por los partidos ya no era un síntoma de desinterés por la política, sino más bien como una opción más activista de rechazo a los partidos tradicionales.
Así pues, inicialmente la crisis del bipartidismo se tradujo en un aumento sin precedentes del número de indecisos, abstencionistas y votantes en blanco en las encuestas. Los votantes del PP y PSOE estaban insatisfechos con sus partidos, pero la mayoría buscaron refugio en las opciones BAI en lugar de pasarse a las filas de otras formaciones políticas . Debemos esperar a las elecciones europeas de 2014 para que la crisis política entrara en una nueva fase: la fase de ruptura. A partir de entonces el bipartidismo imperfecto se derrumbó definitivamente y aparecieron las nuevas formaciones Podemos y Ciudadanos, ambas muy relacionadas con la insatisfacción política y la demanda de regeneración ciudadana.
La ruptura del sistema de partidos afectó inicialmente a la izquierda y al centro político. Por primera vez, un partido distinto al Partido Socialista amenazaba en convertirse en primera fuerza en el espacio de la izquierda. El “sorpasso” finalmente no llegó, pero la pugna por el liderazgo de la izquierda marcó la política española durante el pasado ciclo electoral. También por primera vez el bipartidismo fue desalojado del centro político. La fuerza más votada en el espacio del centro en 2015 y 2016 fue Ciudadanos, dejando obsoleta la regla de “quien gana el centro gana las elecciones” que muchos defendían hasta entonces.
Sin embargo, durante las elecciones de 2015 y 2016, la derecha quedó relativamente resguardada de la tormenta política. La mayoría de los votantes más conservadores cerraron filas en torno al PP y fueron pocos los que decidieron cambiar de opción política. El PP durante años confió en que la derecha podía quedar definitivamente al margen de la grave crisis política que sufría nuestro país. Gracias la fidelidad del voto conservador, el PP creyó posible mantener su condición de primera fuerza política. Pero antela falta de proactiviad de Rajoy a la hora de regenerar el PP era cuestión de tiempo que la crisis política se desplazara también a la derecha.
El gráfico 1 es a mi entender la mejor radiografía del actual escenario político. El gráfico muestra la evolución durante la última década en el espacio de la derecha de los votantes leales, los votantes infieles y los votantes BAI (abstencionistas, indecisos y blanco), usando datos del CIS. Los datos indican que la derecha ha pasado por dos fases: una primera etapa en 2012-15 similar a la que vivió la izquierda con una caída de los fieles a costa de la indecisión y la desmovilización. Pero el PP, al llegar las elecciones de 2015-16, consiguió reactivar a una porción muy importante de ese votante conservador descontento. La segunda etapa se produce a partir de 2018, la fidelidad en la derecha vuelve a desplomarse pero, a diferencia del anterior ciclo electoral, en esta ocasión no es a costa de de los BAI, sino de otras formaciones políticas.
En definitiva, el porcentaje de leales en la derecha ya se desplomó en 2013 pero entonces tuvo una naturaleza muy distinta. Si bien hace cinco años la derecha sufrió una crisis de desactivación o desmovilización, actualmente nos encontramos en una crisis de fidelidad. Se trata sin duda de una crisis más severa, pues el PP ya no puede confiar con activar o movilizar a los votantes durante la campaña electoral, sino que ahora debe competir con otros partidos por el mismo espacio. La fase de ruptura llegó finalmente a la derecha. El 28-A es sólo el primer acto de la gran batalla que en los próximos años se librará en la derecha.
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